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El día que Franco se vio ante el Risco de la Nava

Comparaban el Valle de los Caídos con el Partenón y las Pirámides l El lugar lo eligió el propio Franco

Foto del Valle de los Caídos en una foto que publicó El Alcázar tras el 20 de noviembre de 1975. / D.S.

Cambio 16 editó un número especial con motivo de la muerte de Franco. El semanario se vendía por 50 pesetas e incluía sendas colaboraciones del hispanista británico Hugh Thomas y el historiador Manuel Tuñón de Lara, maestro de tantos desde su cátedra en el exilio de la Universidad francesa de Pau. Pepe Oneto, el periodista de San Fernando recientemente fallecido, figuraba como subdirector de la publicación y responsable de la sección Este País.

Los periódicos costaban ocho pesetas. El 22 de noviembre, dos días después del fallecimiento de Franco, el príncipe Juan Carlos hacía el juramento ante las Cortes todavía franquistas y era proclamado rey de los españoles. Horas después de la muerte de Franco, primeras horas del 21 de noviembre de 1975, se reunió con carácter urgente el Consejo de Ministros, que aprobó tres decretos-leyes: uno sobre el nombramiento del Príncipe Juan Carlos como capitán general de los tres Ejércitos (Tierra, Mar y Aire); otro de declaración del 22 de noviembre como inhábil y suspensión de espectáculos; y un tercero de restablecimiento del Registro Civil de la Familia Real.

En el membrete del diario El Alcázar se leía que era órgano de la Confederación Nacional de Combatientes y que había sido fundado en el asedio del Alcázar. Las páginas centrales del número del jueves 20 de noviembre de 1975 están dedicadas al Valle de los Caídos. Una fotografía gigantesca con un texto de Pedro Rodrigo donde comparaba esta construcción con las Pirámides de Egipto, el Partenón de Atenas, el Coliseo de Roma o el Escorial que mandó construir Felipe II.

La Basílica, añade el texto, fue una ensoñación particular de Francisco Franco. “La idea y la lección del lugar para plasmarla fueron obra exclusiva, personal, del Caudillo”, escribe en su hagiográfica proclama. “Un día Franco iba por esos abruptos parajes guadarrameños cuando se detuvo sorprendido ante el Risco de la Nava, una montaña que se yergue solitaria, a modo de auténtica cúpula natural, en circo rodeado por elevadas cumbres de la Sierra”. Y remata con un texto de Ortega relativo a la obra arquitectónica de Juan de Herrera: “Yo espero que un día no muy lejano los españoles jóvenes harán su peregrinación a el Escorial y junto al monumento se sentirán solicitados al heroísmo”.

Los periódicos publicaban un bando del alcalde de Madrid, Miguel Ángel García Lomas. El periódico Nuevo Diario, que dirigía Manuel Martín Ferrand, publicaba el 22 de noviembre en su portada los resultados de una encuesta de Icsa Gallup con estos resultados:el 86 por ciento de los españoles, favorables a Juan Carlos; el mayor sentimiento por la muerte de Franco “se registra entre las clases bajas”; el 29 por ciento de los encuestados califican de “pérdida irreparable” la muerte de Franco; el 60 por ciento “se muestran tranquilos ante el futuro político”.

Antes de ser trasladados al Valle de los Caídos, casi 44 años de destino mortuorio a punto de llegar a su fin, los restos de Franco fueron expuestos en el Salón de las Columnas del Palacio Real, el mismo lugar donde fue velado el cadáver de la reina Mercedes, muerta a la edad de 18 años. “Precisamente, y en señal de dolor”, se lee en el diario Pueblo, que dirigía Luis Ángel de la Viuda, “Alfonso XII decidió que este salón fuera clausurado para toda clase de fiestas y transformado en continuación del denominado Salón de Alabarderos o de la Guardia”. En el centro de dicho salón preparaban el túmulo sobre el que colocarían el féretro con los restos de Franco”. Algunas crónicas de la época recordaban que había sido precisamente el rey Alfonso XII el último jefe de Estado muerto en España, en 1885, noventa años antes de la muerte de Franco. Desde entonces, todos habían fallecido en el exilio. Destino que compartieron Miguel Primo de Rivera, Alfonso XIII, Niceto Alcalá-Zamora, Manuel Azaña o el sevillano Diego Martínez Barrio.

La muerte de Franco concidía con el 39 aniversario del fallecimiento de José Antonio Primo de Rivera, cuyos restos también fueron enterrados en el Valle de los Caídos. La crónica de Nuevo Diario destacaba que Franco sólo había faltado en una ocasión a este aniversario, en 1959, precisamente el año que recibió la visita del presidente de Estados Unidos Ike Eisenhower.

Esta información compartía página en el diario con la buena nueva de que eran localizados en El Aaiún dos periodistas españoles que hacían un reportaje sobre el Frente Polisario. Se trataba de Antonio Bernabé, de la agencia Pyresa, y de Arturo Pérez-Reverte, entonces reportero del diario Pueblo y hoy afamado novelista.

A los funerales de Franco vino un hermano del Sha de Persia y el gobierno de Irak decretó tres días de luto. En un número especial de El Alcázar sobre la muerte de Franco, aparece una conversación con el dramaturgo Alfonso Paso, colaborador del diario. “En Bagdad, Excelencia, la gente del pueblo pronuncia su nombre con auténtica devoción”. “Franco, que callaba siempre”, añade su interlocutor, “me dijo en aquella ocasión: -Yo les quiero mucho. Porque les entiende muy poca gente”. Paso regatea el contubernio judeomasónico de Franco con una broma, “Yo, Excelencia, como buen semita, me siento debajo de una higuera y espero que pasen los censores”. Franco se sumó a la broma: “Son muchos. Y respecto a que usted sea semita, Paso, todos los españoles tenemos algo de árabes y de judíos”.

El 20 de noviembre de 1975 era jueves. A las 3 de la tarde del domingo 23 acabó el veto sobre espectáculos. Amancio compartía protagonismo gráfico con el descenso a la sepultura de los restos del dictador en la portada del Nuevo Diario. Camilo Sesto encabezaba con Ángela Carrasco y Teddy Bautista el cartel de Jesucristo Superstar en el teatro Alcalá-Palace de Madrid.

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