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A la desesperada

Las claves

Estrategia. Sánchez había asumido la repetición electoral hasta que su equipo lo convenció para intentar por todos los medios ser investido presidente antes del próximo 23 de septiembre

Pedro Sánchez, a su llegada esta semana a una cita con colectivos de igualdad en Madrid. / Kiko Huesca / Efe
Pilar Cernuda

04 de agosto 2019 - 06:00

Había asumido que no tenía más salida que las elecciones, pero algunos incondicionales han convencido a Pedro Sánchez de la necesidad de intentar como sea la investidura antes del 23 de septiembre. Creen y hacen creer al presidente en funciones que Pablo Iglesias ha comprendido que no tiene ninguna posibilidad de incluir a miembros de Podemos en el nuevo Gobierno y colocar a Irene Montero en la Vicepresidencia, y se conformará con las migajas de secretarías de Estado, alguna institución no vinculada a la seguridad del Estado, y quizá alguien cercano a Podemos, pero no militante, en la mesa del Consejo de Ministros.

Sánchez va a intentar de nuevo ser investido. Siempre le gustó el modelo portugués, pacto de izquierda pero sólo socialistas en el Ejecutivo, y en ello se va a empeñar con toda su alma en las próximas semanas. Empeño a la desesperada: en los dos próximos meses se juega la Presidencia, y sabe que Pablo Casado está a expensas de que le salga mal la jugada y pueda tener opciones de convertirse él en el nuevo gobernante en unas nuevas elecciones. Las volvería a ganar el PSOE pero con Podemos muy dañado porque perdería votos y escaños; aunque no todos irían a los socialistas, sino que gran parte se sumarían a la abstención y, en Madrid, a Errejón. Es la razón de que Sánchez no quiera nuevos comicios.

Tenía Sánchez programadas unas vacaciones familiares en Doñana de al menos 15 días. Pensaba marcharse este fin de semana y, de hecho, el Palacio de las Marismillas está listo para recibirlo. Pero ha dicho a sus ministros que se olviden las vacaciones, que habrá consejo todos los viernes salvo el 16, y que su tarea más importante en agosto es convocar reuniones con grupos sociales con la idea de que les presenten propuestas para un programa de Gobierno cuyo principal destinatario, aunque no el único, será Iglesias, con la oferta de un pacto de legislatura sin ministerios, pero con cuotas de poder.

Navarra, el escollo

A esa labor se van a dedicar todos los miembros del Ejecutivo y también tendrá un papel destacado Santos Cerdán, responsable territorial de la Ejecutiva socialista y principal hacedor del pacto de Navarra. La comunidad foral es una china en el zapato de Sánchez, pues a pesar de que han mantenido un prudente y leal silencio en público, destacados dirigentes regionales y nacionales del PSOE confiesan en privado su incomodidad ante un acuerdo que va contra todo aquello que han rechazado históricamente: la eukaldunización de Navarra y la inclusión de Bildu en el pacto. Acuerdo que niegan los socialistas, pero que los abertzales han reconocido en la carta en la que explicó su posición respecto al Gobierno que presidirá María Chivite. Por si no fuera suficiente esa carta, en el primer día del debate de investidura Bildu le recordó que sería presidenta gracias a ellos. Lo que indica que pretende cobrarse su apoyo.

El acuerdo navarro significa que el PSOE coloca una banderita roja más en el mapa regional de España, pero supone que de ninguna manera se va a producir lo que ansiaba Sánchez: la abstención de PP y Cs en su investidura, lo que haría menos angustiosa su situación actual, con Podemos empeñado en no votar sí si no consigue a cambio cargos de Gobierno.

Casado y Rivera pasarán las próximas semanas pendientes de los pasos de Sánchez, pero convencidos de que su voto tiene que ser negativo, inamovible en el no a un presidente que, aparte de otras cuestiones que les producen un profundo rechazo, ha hecho un pacto en Navarra que consideran inquietante para el futuro de España y para los navarros, que se pueden ver engullidos por los partidos nacionalistas e independentistas vascos que siempre soñaron con que la disposición transitoria de la Constitución les diera oportunidad de crear un gran territorio que incluiría las provincias vascas, Navarra e Iparralde.

La pesadilla de Sánchez es que Iglesias se mantenga en sus trece de no apoyar la investidura y que PP y Cs no se aparten ni un milímetro de su posición actual, que no se apartarán. Si eso se mantiene, todos los esfuerzos que haga estas semanas Sánchez serán baldíos. Renunciar a sus vacaciones, mandar a su ejército de ministros a reuniones con sectores de todo tipo para crear un clima de opinión favorable, será esfuerzo en vano. Convocar él mismo a líderes sociales, empresarios, científicos, miembros de la cultura y de las artes, serán convocatorias también baldías.

Las cuentas

No le salen las cuentas. Sólo podrá ser presidente con el apoyo de Podemos y la abstención de PP o de Cs, ya que los independentistas de Puigdemont –no los de Junqueras– se niegan de forma tajante a facilitar la investidura, la canaria Oramas no piensa cambiar el sentido de sus dos votos, negativos, y tendrá en contra también los dos votos de UPN. El PNV, en contra de lo que había previsto Sánchez, optó por la abstención, aunque no se puede descartar que lo apoye... si hay ocasión. Si en su ronda de consultas comprueba el Rey que es imposible que sea investido, no será propuesto como candidato.

Para desgracia de Sánchez, su pírrico 123 obliga a que Podemos vote a su favor y aun así necesita abstenciones que no tiene. La selección de los interlocutores sociales con los que se reúnen los miembros del Gobierno para pedir “sugerencias para un programa” indica que excluye cualquier propuesta al centroderecha. Para las reuniones sólo se está convocando a organizaciones vinculadas abiertamente con la izquierda y la extrema izquierda, toda una pista de que Sánchez sigue considerando indispensable a Podemos, aunque no cesa en su petición de abstención al centroderecha.

En las reuniones con las organizaciones no se ha mencionado la dificultad de formar Gobierno ni tampoco se les ha pedido que movilicen a los sectores en los que trabajan a para que acepten un Gobierno de Sánchez en minoría con los necesarios pactos que le permitan salvar la investidura. Sólo cambian impresiones sobre los problemas del sector social al que están vinculados, para trasladarlos al programa que Sánchez enviará a la oposición, a los que pedirá su apoyo para la investidura.

El envío será generalizado, también recibirán el documento PP y Cs, aunque es dudoso que se incluya a Vox en los destinatarios. El cordón sanitario a ese partido se mantiene, por animadversión absoluta y por la convicción de que ninguno de sus 24 diputados, en ninguna circunstancia, facilitarían la investidura de un Sánchez que se va a empeñar en las próximas semanas en un solo objetivo: buscar apoyos para ser investido. Lo tiene muy difícil pero, como ha demostrado sobradamente, en su vocabulario no figura la palabra imposible.

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