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La cuarta pirámide de Egipto

150 años de la apertura del Canal de Suez

La granadina Eugenia de Montijo, emperatriz de los franceses, fue la invitada de excepción en la apertura del Canal que unía el mar Rojo con el Mediterráneo

Una vista de los brcos atravesando el Canal de Suez. / D.S.

Andalucía tuvo una presencia fundamental en el acontecimiento. El 17 de noviembre de 1869 se inauguró oficialmente el canal de Suez, una de las obras más imponentes de la ingeniería mundial, símbolo de avances sin medida y de sacrificios inimaginables. Tres siglos y medio después de la primera vuelta al mundo, los barcos ya no tenían que bajar hasta el Cabo de Buena Esperanza para ir desde Europa a Asia. El proyecto dirigido por el francés Ferdinand de Lesseps (1805-1894) iba a permitir comunicar el Mediterráneo con el Mar Rojo.

El 29 de enero de 1853, la granadina María Eugenia Palafox Portocarrero y Kirpatrick, Eugenia de Montijo (1826-1920) en los libros de historia, las películas y las tonadillas, se convirtió en emperatriz de los franceses al casarse conNapoleón III. Su visita a Egipto para la inauguración de esta obra faraónica, la cuarta pirámide, la describe el mexicano Fernando del Paso en su novela Noticias del Imperio. El relato lo hace Carlota, viuda de Maximiliano de Habsburgo, títere austrohúngaro y emperador de México.

“Eugenia le contaba a la Marquesa de las Marismas cómo le había ido en la inauguración del Canal de Suez, lo imponente que era esa maravilla de construcción hecha por su primo De Lesseps que también estaba en Ismailía, y lo orgullosa que se había sentido a bordo de su yate L’Aigle al que seguían más de cincuenta barcos y entre ellos el de Francisco José y el del Príncipe Real de Prusia y el del Príncipe Enrique de los Países Bajos”.

El Pachá Ismail, el jedive, cargo de rango virreinal, se quedó impresionado de su visita a la Exposición Universal de París de 1867, el año que se publica El Capital de Karl Marx y sale el primer número del Diario de Cádiz. Ismail pidió consejo al planificador de la capital francesa, el barón Haussmann y envió a Francia a su ministro de Obras Públicas, Alí Pachá Mubarak. La inauguración del Canal de Suez a dos años vista, como una Expo y unos Juegos Olímpicos juntos, se convirtió, en palabras del historiador alemán Jürgen Osterhammel, autor del libro La transformación del mundo. Una historia global del siglo XIX, “en la meta de un frenético programa constructivo, tras el cual El Cairo brillaría como una moderna París oriental”. Ordenó levantar un teatro, un teatro para la ópera, un palacio y los dos primeros puentes sobre el Nilo.

Cuando Emilio González Ferrín (Ciudad Real, 1965), autor de Cuando fuimos árabes, profesor de Pensamiento Árabe Contemporáneo y del Corán, llegó a El Cairo en 1988, Egipto era una fiesta. Le acababan de dar a Naguib Mafouz el premio Nobel de Literatura. Fue a El Cairo “a estudiar árabe y hacer mi tesis sobre modernismo islámico, que suena a ciencia-ficción”. “Ese año fue la primera vez que estuve en el Canal de Suez. Allí compré mi primera cámara de fotos, una Laica, de contrabando en uno de los barcos rusos. Cenaba con una amiga italiana que hacía un trabajo sobre Ismail, el jedive que quiso modernizar El Cairo con motivo del Canal de Suez, para que no vieran África sino París”.

150 años después, el Mediterráneo y el Mar Rojo están unidos también por un subterráneo, como el que atraviesa el Canal de la Mancha entre Francia e Inglaterra, los dos países que también tuvieron un especial protagonismo como consecuencia de esta obra de ingeniería. El Canal de Suez fue un proyecto privado francés en el que el Gobierno de Egipto aportó la mitad del capital. El país árabe se arruinó y en 1882 fue ocupado militarmente por Gran Bretaña, que se hizo con las acciones del Canal de Suez y decuplicó su valor de los cuatro millones de libras iniciales a los cuarenta en que puso su cotización.

162 kilómetros de longitud, una pelea dantesca entre el agua y el desierto. El proyecto se venía estudiando ya desde 1846. El 25 de abril de 1859 empiezan las obras y el 12 de agosto de 1865 llega al Mar Rojo el primer convoy naval de barcos carboneros. En febrero del año 1866 se delimita la zona del Canal y en julio de 1868 se abre el ferrocarril que unía El Cairo con Ismailía, la nueva ciudad que con la grandilocuencia de Alejandría hizo construir Ismail para perpetuar su gloria.

Lesseps, diplomático de carrera, con destinos consulares en Barcelona, Málaga y Madrid, dirigiría después las obras del canal de Panamá. En el de Suez, Ismailía era una población de cinco mil habitantes que con la inauguración acogió a cien mil visitantes. “Era la única zona de Egipto donde se podía beber alcohol y había casas de lenocinio”, dice González Ferrín. “Hubo un movimiento dentro de los trabajadores que no querían sentirse criados y ésa fue la génesis de los Hermanos Musulmanes que aparecerían en 1928”.

El Canal de Suez consuma gráficamente “la entrada de Napoleón en Egipto en 1798”, dice Rafael Valencia (Berlanga, Badajoz, 1952), arabista, director de la Academia de Buenas Letras y de 1977 a 1982 director del Instituto Hispano-Arabe de Cultura de Bagdad que fundó Emilio García Gómez.

“Napoleón quería ser el nuevo Alejandro”, dice Valencia. “La historia del Mediterráneo es asumir, mezclar las dos líneas, la de Oriente y la de Occidente. Cleopatra es egipcia pero también es griega. Los Omeyas de Córdoba son árabes y cordobeses de la campiña sin ningún problema”. Del Mediterráneo al Índico. ¿Precedente de la alianza de las civilizaciones? Valencia niega la mayor. “En todo caso, alianza de la civilización. Lo dijo en verso un juez árabe: ‘La pobreza convierte a nuestro país en extranjero y la riqueza al extranjero en nuestra patria porque la tierra toda completa es una sola y todos somos hermanos y vecinos’. Una sola civilización”.

Osterhammel enumera algunos cambios que introdujo la apertura del Canal de Suez: acortó el viaje de los peregrinos a la Meca; le dio un valor estratégico a los astilleros bélicos que los británicos tenían en Malta; redujo a casi la mitad el coste del trayecto entre Londres y Bombay.

Se calcula en cuatrocientos mil los trabajadores que participaron en los trabajos de construcción del Canal. Se colgaron anuncios en mezquitas, estaciones de tren y comisarías de policía. “La mayoría de los que se presentaron salieron huyendo al ver las espantosas condiciones de trabajo”, escribe Osterhammel. Hubo planes de emplear la mano de obra de veinte mil chinos y finalmente el ingeniero-jefe y el pachá Ismail recurrieron a la corvée, fórmula del trabajo forzoso y sin salario. Las condiciones de trabajo, la falta de garantías, provocaron la indignación de la naciente opinión pública, especialmente la británica, interesada en boicotear el proyecto. “¡Si en Rusia se había liberado a los siervos y en Estados Unidos a los esclavos!”, se oía en los mentideros. Por presión inglesa, el sultán decidió suspender la cláusula.

Los viajeros románticos que llegan a Andalucía también acudieron a Egipto. Giuseppe Verdi recibió el encargo de la ópera Aida, pero no llegó a tiempo –se estrenó en 1871 en El Cairo– y se representó Rigoletto. Las agencias de viajes organizaron excursiones turísticas. Un año después, con la apertura del Canal de Suez, ya es posible dar la vuelta al mundo. La dio el empresario norteamericano George Francis Train, modelo de Julio Verne para su novela.

González Ferrín ha estado hace un par de meses por la zona del canal de Suez haciendo prospecciones para la agencia Marco Polo, con la que realiza viajes culturales alejados de los parámetros turísticos. “Ismail construyó un hotel para deslumbrar a Eugenia de Montijo, un Versalles en el desierto; ella se sintió decepcionada, porque iba buscando lo oriental”.

Los compatriotas de Eugenia de Montijo estaban a lo suyo. Un año antes de la apertura del Canal, Isabel II huía a Francia. La víspera de la inauguración, las Cortes elegían rey a Amadeo de Saboya, candidato de Prim, que un año después era asesinado en la calle del Turco. El año de la apertura del Canal, Flaubert publicaba La educación sentimental y Tolstoi Guerra y Paz.

El canal dio nombre a la guerra de Suez, del 29 de octubre al 7 de noviembre de 1956. Cuatro años antes, Gamal Abder Nasser derroca al rey Faruk y nacionaliza el canal de Suez para financiar la presa de Assuán. “Como no se la pagaba el Fondo Monetario Internacional, acudió a la Unión Soviética”, dice González Ferrín, “empezó la guerra fría en el mundo árabe”. Estados Unidos se abstuvo, “estaban de campaña electoral y Eisenhower, que ya había ganado la Segunda Guerra Mundial, no quería más guerras”. Fue la guerra de Sinaí, muy corta pero con los lodos de un conflicto muy largo. En los escenarios de Moisés y el Mar Rojo. “Pero esta vez, a diferencia del relato bíblico, ganaron los egipcios”.

Napoleón mandó a su hermano a España y su sobrino llevó los ingenieros a Egipto. “La invasión napoleónica llevó la Ilustración”, dice Rafael Valencia. “La Constitución del 12 viene de allí”.

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