La confrontación política se expande tras dos semanas confinada

José Luis Ábalos propone otros Pactos de la Moncloa, y quizás sea la única solución ante una crisis que puede superar la de 2009

Casado habla desde Génova con el presidente de la CEOE.
Casado habla desde Génova con el presidente de la CEOE. / EFE

"En el Gobierno ya no están en eso, están en lo único en lo que pueden estar, en parar esto". Un colaborador cercano de uno de los ministros que están en la primera línea de la batalla contra la pandemia explicaba, de este modo, cómo en el Gobierno de Pedro Sánchez han dejado de ocuparse de los sondeos, de las estrategias electorales y de aquellos asuntos que hace un mes eran los monopolizadores de la agenda política española. Salvador Illa, que era el catalán del Ejecutivo, el hombre llamado a tender puentes con ERC, a quien se le dio un ministerio sin importancia, es casi un vicepresidente de facto, de acuerdo con el desarrollo del estado de alarma.

Pedro Sánchez hablará con los portavoces de los partidos para reconducir la otra crisis política

Durante las dos primeras semanas de confinamiento, el Gobierno de coalición gozó de una tregua por parte de la oposición e, incluso, de la mayor parte de las comunidades, a excepción de Cataluña y de Murcia. Pero eso se ha acabado. El líder del PP, Pablo Casado, molesto porque Sánchez no le hubiese llamado en los últimos 10 días, ha amenazado con oponerse al decreto de cese de la actividad económica, y el de Vox, Santiago Abascal, reclama la formación de un Gobierno de "emergencia nacional".

La veda al gobernante se ha abierto, los terminales mediáticos más agresivos del PP se han puesto a funcionar, pero la confrontación no entiende de asimetrías, a Juanma Moreno, como a Alberto Núñez Feijóo, su oposición también va a acosarle, los alcaldes socialistas también han comenzado a levantarse tras esta calma. El lehendakari Íñigo Urkullu, que a diferencia de Juanma Moreno, sí ha comparecido ante la diputación permanente de la Cámara vasca, tuvo que pedir este jueves "unidad y colaboración política". Y es que una crisis de una envergadura similar a una contienda bélica mundial, en la que los gobierno sólo han aspirado a improvisar bien, ofrece a cualquier oposición la oportunidad, o la esperanza, de voltear a los Ejecutivos.

El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, ha recordado este jueves los Pactos de la Moncloa como una posible vía de salida a la crisis económica que ya se ha abierto en España. 900.000 empleos perdidos, según el dato de la Seguridad Social, en las dos últimas semanas de marzo. "Si nos planteamos un proyecto de país, de carácter nacional, de acuerdo. Viene muy bien, porque la unidad y el compromiso siempre fortalecen estos proyectos de carácter nacional", ha manifestado Ábalos en una entrevista en RNE.

Los Pactos de la Moncloa fueron unos acuerdos de índole económica, pero con una base política, sin éstos hubiese sido imposible llegar al consenso de la Constitución. En aquella ocasión, España también vivía una emergencia económica.

La última crisis del petróleo y las mejoras salariales que se consiguieron en los primeros años de la Transición llevaron a España al borde de la banca rota, la inflación alcanzó el 30% con datos parciales del 40%. Fue el ministro de Economía, Enrique Fuentes Quintana, quien armó la base económica del acuerdo, que pasó por limitar la subida salarial a no más del 22% y, sobre todo, y ésa fue la clave, acordar los incrementos de sueldo en base a la inflación prevista y no a la pasada. Eso fue lo que procuró la estabilización de un país que iba a la hiperinflación.

Los acuerdos se firmaron, entre otros, con los principales partidos de la oposición de izquierdas, PSOE y PCE, y con los sindicatos CCOO y UGT, aunque la central socialista no participó en un primer momento. No sirvieron para cambiar al Gobierno ni al presidente, no se trató de forjar un Ejecutivo de unidad nacional ni de gestión. A esto último sí fue a lo que aspiraron una parte de los golpistas del 23-F, al menos los que estuvieron en la Operación Armada.

La situación parlamentaria del Gobierno de Pedro Sánchez es más precaria que la de Adolfo Suárez, porque buena parte de los aliados de los socialistas no están comprometidos con la gobernación de España. Si Sánchez lograse vencer su tendencia natural al aislamiento y se abriese a la colaboración con Pablo Casado, el PP podría seguir la senda del nuevo Ciudadanos de Inés Arrimadas. Pero el PP sigue con la vista puesta en Vox. Mientras no se produzca el final de la emulación, el principal partido de la oposición seguirá en sin comprometerse con el Gobierno.

Sánchez, consciente del error cometido, hablará con los portavoces parlamentarios este fin de semana.

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