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"Los asesinos solo me hicieron daño el 11-M, después los borré de mi vida"

Veinte aniversario del 11-M

Antonio Miguel Utrera, madrileño de raíces sevillanas, estuvo diez días en coma, y se quedo sordo de un oído y con hemiplejia; pero dice que es feliz

Veinte años después del atentado, es corrector en una editorial, da charlas a jóvenes y ha publicado un poemario

Antonio Miguel Utrera

Antonio Miguel Utrera tenía 18 años y acababa de empezar la carrera de Historia. Como todos los días, tomó por la mañana el Cercanías que hacía el trayecto entre Torrejón de Ardoz y Nuevos Ministerios para asistir a clases en La Complutense. A la altura de la calle Téllez, muy cerca de la estación de Atocha, su vida dio un vuelco. Solo tuvo tiempo de llamar a su madre para decirle que estaba bien. Pero no estaba. Solo recuerda de aquello, aparte de esa llamada, que fue atendido por unos sanitarios y que fue trasladado a un hospital de campaña. Perdió el conocimiento y entró en coma. Estuvo así diez días.

Veinte años después, Antonio -madrileño pero de raíces sevillanas, pues su padre se crio en San Juan de Aznalfarache- se considera una persona feliz. "Tengo una familia y un chico que me quiere, y estoy implicado en las cosas que me hacen sentir feliz: la lectura y la literatura". Después del atentado terminó la carrera y se hizo docente, aunque ahora no ejerce. Trabaja en el mundo editorial como corrector y ha escrito un libro de poemas, 'Los días jueves', cuyo título recuerda al 11-M -que fue un jueves- y que está tomado de un verso de un verso César Vallejo. También da charlas adolescentes dentro del programa de víctimas educadoras de la Fundación de Víctimas del Terrorismo.

Homenaje y recuerdo a Angélica

Empezó a escribir su poemario, Los días Jueves, en el hospital y lógicamente el 11-M está muy presente. Más que por él porque en el atentado murió una amiga suya, Angélica, y tenía la necesidad de escribir como homenaje. "Era radicalmente joven y sabia. Tenía 19 años, estudiaba Segundo de Filología Inglesa en la Complutense y entre sus planes estaba estudiar Filología Clásica. Como todos los jóvenes, ella quería comerse el mundo y cambiarlo", dice Antonio Miguel Utrera. El libro es una amalgama de textos "que transita desde aquellos años hasta hoy" y que recoge el atentado pero también otros temas. Le presentó el libro a Mili Hernández, fundadora de Berkala, primera librería de temática Lgtbi de España, y se publicó en 2022. Ahora se reedita con nuevos poemas e ilustraciones de Juanma Samusenko. El poema que reproducimos a continuación, titulado 'Los últimos días de Luz Acaso', es un soneto dedicado a Angélica. Fuimos tan distintos y tan iguales / pobres y ricos a nuestra manera. / Creímos saber lo que fue; en lo que era / buscamos nuestros días iniciales / ¡Eran tan raras las cosas normales! / tan amplia esta vida perecedera… / Lo último nos sorprendió en primavera / recién nacidos y, en cambio, mortales. / Nadie dijo que ser joven sería, / perder la paz, perder también la euforia / ver llegar, de pronto, cien mil inviernos. / Nadie dijo que, de nuestra alegría, / sólo me quedaría la memoria / del día que confiamos ser eternos.

Antonio tiene una vida, a pesar de que aquel brutal atentado le dejó sordo del oído derecho y con una hemipalexia, un grado menor de hemiplejia que le limita la movilidad. Afortunadamente, no tuvo daños desde el punto de vista cognitivo y sobre el trauma psicológico es mejor dejarle hablar a él: "No queda otra que afrontar la vida y las adversidades como vienen. Yo diría que es un proceso de adaptación, no de superación. El recuerdo de ese momento lo he silenciado, primero porque no es agradable. He intentado amaestrarlo, llevarlo al lugar más pequeño posible". Asegura que tuvo atención en su momento por parte de "un psicólogo muy bueno" y luego no ha necesitado más atención. "Con el trauma se convive y ya ni siquiera está latente". "Es un triste recuerdo -continúa-, todo lo que tiene que ver con este asunto lo es, pero no me pesa, no me importa, no me impide continuar". Y sigue reflexionando: "Todo el mundo tiene adversidades. Es cierto que lo que me pasó fue algo excepcional, pero las víctimas del terrorismo tienen que darse cuenta de que no son las únicas personas dolientes".

"Las víctimas del terrorismo tienen que darse cuenta de que no son las únicas personas dolientes"

Y esa es una de las ideas que intenta transmitir en sus charlas a jóvenes, la de adaptación-superación, pero hay más. "Intento mostrarles las consecuencias de la violencia. Exponiendo mi caso en particular transmito cultura de la paz, porque ellos ven que la violencia la sufrimos personas en concreto, y nunca es de forma gratuita. Son charlas que les insuflan esperanza y tú ves que empatizan contigo, compruebas que tu testimonio vence sobre el olvido".

¿Qué hará Antonio este 11-M? ¿Qué hizo y cómo vivió los anteriores? "Para nosotros -se refiere a las víctimas- no hay diferencias entre los años anteriores; me da igual el 19 que el 21 o el 24. Respecto a cómo lo recuerdo, va por años; siempre lo hago en casa, con la familia y voy a los actos conmemorativos según los años, depende de si nos apetece o no. Este año sí, vamos a ir todos juntos a los cuatro escenarios del atentado, a todos los homenajes, acompañando a los miembros de la asociación a la que pertenezco, 11-M, Afectados por el Terrorismo".

"Afortunadamente en 20 años la sociedad española ha madurado y por fin se ha denunciado la gran mentira"

Antonio percibe ya que una gran mayoría social tiene claro hoy todo lo que ocurrió el 11-M y lo que vino después. "Afortunadamente, en 20 años la sociedad española ha madurado y por fin se ha denunciado la gran mentira, el gran bulo que sucedió al 11-M. Es una gran noticia que se pongan los puntos sobre las íes. Lo echábamos de menos y lo necesitamos. Mintieron y eso hizo mucho daño a las víctimas. Aquello era una infamia, por muy burda que fuera, y fue una gota malaya durante años. Aunque haya convencido a algunos cerebros, la inmensa mayoría sabe lo que pasó, quién mintió y a quién se le hizo daño. Fuimos los principales perjudicados de aquello".

Los asesinos, por otro lado, no forman parte de la vida de Antonio. No ocupan ningún lugar en su cerebro. "No pienso ni opino nada ni de ellos ni de su ideología. Ellos me hicieron daño el 11 de marzo. A partir de ahí me di cuenta de que debía borrarlos de mi vida, de mi existencia. No me he preocupado por aprenderme sus nombres, ni por saber sus condenas, me da exactamente igual. Creo que una víctima tiene que desvincularse de su victimario para llevar una vida lo más parecida a la vida que soñaba; es lo que he hecho y me ha ido bastante bien".

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