Pilar Cernuda
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Perfil de María Jesús Montero, ministra de Hacienda
María Jesús Montero, la nueva ministra de Hacienda, tiene uno de los encargos más complicados de la legislatura de Pedro Sánchez: confeccionar y llegar a acuerdos a varias bandas para aprobar los Presupuestos Generales de 2019. De ello dependerá que el mandato sea breve, y concluya el 29 de mayo de 2019, junto con las elecciones municipales y europeas, o que se prolongue hasta finales de ese año. Incluso, a 2020.
Montero (Sevilla, 1966) ha sido escogida por Pedro Sánchez por una razón principal, porque sabe cómo se hace una ley de Presupuestos y porque conoce cómo es el de 2018, el que ella deberá defender en los próximos días en el Senado, a petición del PP. Si aún fuese consejera de la Junta, Montero ya estaría pidiéndole a su antecesor Cristóbal Montoro los datos del techo de gasto y la cuantía de las entregas a cuentas, elementos básicos para comenzar el Presupuesto andaluz. Sólo por sus críticas, la ex consejera de Hacienda conocía al detalle cómo eran las cuentas del Estado.
El trámite que le queda al Presupuesto de 2018 es puramente parlamentario. Aunque Montero tenga que comparecer en la Cámara Alta para defender la ley frente a sus autores, lo que le apremia es la de 2019. En unas semanas, debe preparar y llevar al Congreso la propuesta de techo de gasto, un dato de referencia para los gobiernos autonómicos y casi un paso tan importante para Bruselas como el propio Presupuesto. Junto a ello, se comunicará a las comunidades cuáles son las entregas a cuenta, que es el adelanto presupuestario y que, posteriormente, se corrige con las liquidaciones.
Una de las críticas de Montero a Montoro es que siempre fallaba en el cálculo de estos adelantos para favorecer la tesorería del Estado.
Pedro Sánchez ya dijo en una ocasión que le gustaría tener a Montero como ministra. No se ha tratado de un nombramiento a propuesta de la presidenta Susana Díaz, sino con el conocimiento de ella. El presidente del Gobierno sabía que Montero era la menos susanista del Gobierno andaluz. Aunque no se mantuvo al margen de la lucha interna en el PSOE, la consejera de Hacienda no participa de la pésima opinión que el núcleo duro de Susana Díaz tiene del actual presidente del Gobierno. Uno de los colaboradores de Pedro Sánchez sostiene que es el entorno de Díaz quien puso en circulación el nombre de Montero al conocer la intención del presidente en nombrarla.
Lejos de eso, Montero tampoco ha tenido una vida intensa dentro del partido. Durante un tiempo no fue militante, es una mujer de izquierdas situada, al menos culturalmente, procedente de en los ambientes alternativos sevillanos..
Fue Manuel Chaves quien le fichó para ser, primero, viceconsejera de Salud y, posteriormente, consejera en 2004. En 2012, siguiendo una tradición muy de la Junta, pasó a dirigir Hacienda, porque no en vano el SAS se lleva buena parte del presupuesto andaluz. Con José Antonio Griñán fue consejera de Hacienda, un cargo que conservó con la actual presidenta. Médico de profesión, había sido la jefa médica del hospital de Valme, en Sevilla, y mucho antes, una activa estudiante que llegó a formar parte del consejo de la juventud en la comunidad.
Cuando se especuló con la marcha de Susana Díaz a Madrid, Montero era una de las posibles sucesoras, aunque no tenía tantos apoyos dentro del partido como el vicepresidente Manuel Jiménez Barrios.
Montero fue una de las grandes opositoras que el ministro Montero tuvo en las comunidades autónomas, aunque la relación personal entre ambos nunca fue mala. Digamos, que eran veteranos y conocidos en todas esas batallas. Los motivos de las críticas fueron las condiciones del Fondo de Liquidez Autonómica y la excesiva carga que, según la andaluza, tienen que soportar las comunidades en cuanto a reducción del déficit en comparación con la administración del Estado.
El balance de las cuentas de Montero no es malo, Andalucía ha cumplido con el objetivo de déficit y ha mantenido bajo control el nivel de la deuda, al menos en comparación con otras grandes autonomías, a excepción de Madrid. Su última petición fue que la Junta pudiese dejar el FLA y endeudarse en los mercados privados.
El otro caballo de batalla de María Jesús Montero con Madrid fue la negociación del modelo de financiación autonómica, aunque finalmente Mariano Rajoy no llegó a abrirlo. Ahora tendrá que se ella quien inicie este diálogo, y lo hará, aunque no figura entre los objetivos de esta legislatura, debido a su corta duración. No obstante, deberá convocar en breve un Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF), donde se encontrará con sus antiguos compañeros de batalla, pero en el otro lado de la barrera.
Lo que le importa, en estos momentos, son los Presupuestos de 2019. Para aprobarlos, la nueva ministra tendrá que ponerse de acuerdo, al menos, con Podemos, PNV y los independentistas catalanes, el sudoku de demandas es harto complejo, por cuanto la Generalitat solicita bastante dinero para sanear un deuda que no puede pagarla ahora y el PNV demandará más competencias como modo de disminuir su aportación al Estado.
En Andalucía, Montero suprimió de facto el impuesto de sucesiones y redujo en dos ocasiones el tramo autonómico del IRPF, aunque nunca estuvo a favor de ello, se trató de una imposición del acuerdo de investidura con Ciudadanos. Como socialdemócrata clásica, hubiese preferido otro tipo de rebajas fiscales. Por estas convicciones es más fácil que se ponga de acuerdo con Podemos, aunque habrá que ver hasta qué punto Pablo Iglesias deja que Pedro Sánchez pueda prolongar su mandato.
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