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2017, un año marcado por Cataluña

las claves

Dos frentes. El año que acaba hoy pasará a la historia como el del independentismo catalán, pero también como en el que los catalanes que se sienten españoles salieron sin miedo a la calle

2017, un año marcado por Cataluña
Pilar Cernuda

31 de diciembre 2017 - 02:33

El año 2017 pasará a la historia como el que el independentismo catalán dio definitivamente la cara. Sin medias tintas, sin disimulos, sin eufemismos. Pero, en contraposición a ese movimiento que ha marcado la política de Cataluña y de toda España, el año también pasará a la historia como el año en que los catalanes que se sienten españoles dejaron atrás sus complejos y sus miedos y salieron a la calle para manifestarse abierta y multitudinariamente contra los independentistas.

LA DUI, EL ACRÓNIMO MÁS MENCIONADO

Declaración Unilateral de Independencia. La DUI ha protagonizado las tensiones entre Cataluña y España, una DUI que Puigdemont promovió sacando pecho pero que devaluó en el último momento cuando, tras ser aprobada en el Parlament, la suspendió, provocando sucesivamente la euforia primero y el llanto después, de los miles de seguidores que rodeaban la sede parlamentaria. Puigdemont quedó en entredicho, después de semanas en las que demostró ser un presidente dubitativo que se acomodaba a cada circunstancia.

La aprobación de la DUI y la celebración del referéndum ilegal fueron las dos fechas más señaladas de la aventura independentista, y si la primera dejó claro que el proyecto no estaba definido ni decidido por sus dirigentes, que demostraron su falta de acuerdo de forma palpable hasta el punto de que Puigdemont llegó a prometer la convocatoria de elecciones para intentar reconducir la situación, el 1 de octubre fue un escándalo porque el Gobierno central no fue capaz de controlar la situación, que le desbordó, lo que aprovecharon los independentistas para inundar de noticias falsas las redes sociales con la ayuda inestimable de los medios de comunicación afines. Ese 1-O sí se "internacionalizó" el independentismo. Tres días necesitó el gobierno de Rajoy para convencer a gobernantes extranjeros, y sobre todo los medios de comunicación extranjeros, de que la mayoría de las noticias surgidas desde las filas del independentismo eran absolutamente falsas y con imágenes manipuladas.

CON LA LEY Y LA CONSTITUCIÓN

Rajoy tuvo la inteligencia de compartir sus preocupaciones con Sánchez y Rivera para plantar cara conjuntamente a los independentistas, lo que fue conveniente también para los dos políticos, que acentuaron su imagen de hombres de Estado defensores de la Ley y la Constitución. Eso permitió aprobar en el Senado la activación del artículo 155 con respaldo masivo de votos, y Rajoy decidió también convocar elecciones el mismo día para no dar tiempo a los independentistas a preparar su estrategia. Una idea que fue bien acogida aunque el resultado no fue el esperado: las elecciones demostraron que hay dos millones de catalanes inamovibles en su independentismo, pero también que hay un importante voto constitucional que se volcó en Ciudadanos, que logró el mayor éxito de su historia. El PSC no cumplió con las expectativas aunque tuvo un resultado aceptable, mientras que el PP, con mal candidato y mala campaña, se hundió hasta cotas nunca vistas hasta entonces.

Los independentistas, desunidos, tuvieron mayoría absoluta en una situación insólita: Puigdemont huyó a Bruselas con varios de sus consejeros; Junqueras y otros consejeros fueron convocados ante la Audiencia Nacional para responder por delitos de rebelión, sedición, conspiración y malversación y la juez les envió a prisión. Su destino está en manos de los jueces: podrán tener su acta de diputado a través de persona interpuesta, pero tomar posesión del escaño o de un cargo gubernamental, o votar en el Parlament, obliga a estar físicamente presente, y la autorización debe darla el juez día a día. Puigdemont, en cuanto pise suelo español, será detenido a no ser que se anule la orden internacional de detención que ha emitido la Audiencia Nacional contra él.

PARTIDOS: SóLO CIUDADANOS SE SALVA

Ha sido el año en el que Pedro Sánchez cometió una heroicidad. Tras ser desalojado de la secretaría general inició 2017 decidido a pelear por recuperarla. Con apoyos mínimos -y con Susana Díaz como una rival en la que se volcaron los pesos pesados del partido- Sánchez sin embargo consiguió ganar las primarias y revalidar después su secretaría general con una nueva ejecutiva de su confianza. La crisis catalana dio pie a que su figura adquiriera un perfil de estadista al situarse inequívocamente en contra del independentismo, pero las falsas expectativas creadas con el resultado del PSC le debilita ante la presidenta andaluza. Los barones susanistas no acaban de aceptar a Sánchez.

Al igual que a Sánchez, el resultado catalán dañó al PP y a Podemos. Al PP, por el desastroso resultado, que infravalora el esfuerzo de Rajoy de plantar cara al independentismo con el 155. Lo salva que el partido está unido. Pero hay un sector muy derechizado, nostálgico del aznarismo, que no oculta sus críticas a Rajoy.

Ciudadanos es el partido que disputa el centro derecha al PP, y el triunfo de Arrimadas en Cataluña le da impulso. Por primera vez el PP siente que su espacio natural empieza a ser invadido por otras siglas, y del trabajo de los dos, PP y Ciudadanos, Rajoy y Rivera, dependerá que esta lucha iniciada este año se concrete en los próximos, en las autonómicas y municipales primero y las generales después.

En Podemos, la soledad de Pablo Iglesias se visualizó mucho antes de que su ambigüedad con el separatismo le pasara factura. 2017 le trajo el desafecto político de Errejón primero y de Bescansa después, mientras se producía la elevación imparable de Irene Montero. Se adivinan tensiones graves en Podemos. Ada Colau marca su criterio y no oculta su disconformidad con Iglesias, no han tenido en Cataluña el resultado que buscaban y eso agrava las cosas.

EL REY FELIPE, JEFE DE ESTADO

Nunca, desde el 23-F, cuando don Juan Carlos abortó la intentona golpista, el Rey de España se había involucrado tanto en una crisis institucional. Don Felipe, como su padre en 1981, asumió más que nunca su papel de Jefe de Estado en 2017, y no dudó en intervenir directamente en un asunto que podía hacer tambalear las estructuras del país. A lo largo del año no ha perdido ocasión para hacer llamamientos a la unidad de España y defender la Constitución, pero su voz se hizo más firme, más enérgica, en el discurso que pronunció el 3 de octubre. Sin suavizar los términos, acusó a los responsables independentistas de la situación de "deslealtad inadmisible", "quebrar los principios democráticos del Estado de Derecho" y "socavar la armonía y convivencia de la sociedad catalana, llegando, desgraciadamente, a dividirla".

El discurso, durísimo, fue muy mal recibido por los independentistas, que arreciaron con sus reivindicaciones republicanas, pero en cambio tuvo una aceptación entusiasta y generalizada entre el resto de los españoles, que necesitaban que el Rey se manifestara de manera tan firme y clara. Felipe VI, por otra parte, no perdió oportunidad, a lo largo del año, de demostrar su cercanía hacia Cataluña. Cuando Barcelona y Cambrils fueron sacudidos por el terrorismo yihadista en agosto, se sumó a la multitudinaria manifestación de repulsa. Nunca un Rey había acudido a una manifestación. Sin embargo, su firmeza contra los independentistas y los que no respetaban la Ley y la Constitución fue inequívoca. Felipe VI, más que nunca, se mostró como un auténtico estadista en 2017, y en esa línea de apoyo a Cataluña pero no a la independencia, fue su mensaje navideño. En el que hubo otra nota destacable: su apuesta por avanzar hacia el futuro realizando los cambios que sean necesarios.

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