Zapatero, más débil que nunca, bajo la sombra del adelanto electoral

La crisis económica y la gestión que el Ejecutivo socialista ha hecho de ella no sólo han pasado factura al jefe del Gobierno, sino que han acabado con el que muchos consideraban su principal activo: la credibilidad.

Sara Barderas (Dpa)

27 de mayo 2010 - 17:54

Madrid/José Luis Rodríguez Zapatero está en sus horas más bajas desde que llegó a La Moncloa en 2004. El presidente del Gobierno español está débil, más débil que nunca. Y se ha quedado solo, como se certificó en el Congreso de los Diputados, donde su duro plan de recortes para reducir el déficit público fue aprobado sólo por un voto de diferencia, con el apoyo exclusivo del Partido Socialista.

"Su etapa como presidente está finiquitada". La dureza con la que el líder nacionalista catalán Josep Antoni Duran i Lleida habló a Rodríguez Zapatero, al que pidió un adelanto electoral una vez se lleve a cabo la reforma laboral en España, da buena muestra de la situación en la que se encuentra el jefe del Ejecutivo español.

La crisis económica que atraviesa España y la gestión que el Ejecutivo socialista ha hecho de ella no sólo han pasado factura al jefe del gobierno, sino que han acabado con el que muchos consideraban su principal activo: la credibilidad.

Primero negó la crisis. Luego aceptó su existencia, tras las elecciones generales de 2008, pero avanzó que España saldría rápido de ella. Y al final, el país ha sido uno de los últimos de Europa en dejar atrás la recesión. Cuando el desempleo subía y subía dijo que no se sobrepasarían los cuatro millones de desempleados. Y se han superado en más de medio millón, situando la tasa de desempleo por encima del 20 por ciento.

Defendió públicamente que no habría reducción drástica del déficit público para no hacer peligrar el ligero crecimiento que se atisbaba. Y aseguró: "Mientras yo sea presidente, las políticas sociales no tendrán recortes". Este jueves se aprobaron los mayores recortes sociales desde el final de la dictadura franquista, con un Zapatero junto al que sólo se situaron los propios diputados socialistas. "Vuelco", "drástico cambio", "brusco viraje del gobierno", "ataque sin precedentes al Estado de bienestar". Calificativos de esta índole han ido acumulándose desde que el 12 de mayo anunció sus intenciones: un plan de ajuste que incluye la congelación de pensiones y la primera bajada de sueldo para los funcionarios en la historia democrática de España.

La votación más difícil que el gobierno ha vivido en esta legislatura ha dejado claro que la situación será incluso más complicada. Sus tradicionales aliados, la izquierda parlamentaria, están ahora enfrente de él y no a su lado. Los nacionalistas catalanes, que le han salvado en otras ocasiones, le dieron un balón de oxígeno absteniéndose en la votación, pero le dijeron que no podrá contar con ellos para aprobar los Presupuestos Generales del Estado para 2011. Y los nacionalistas vascos tampoco parecen proclives a hacerlo, tras haber votado en contra del plan de ajuste.

Los sindicatos llevan días tocando los tambores de guerra de una posible huelga general por el plan de recorte. La reforma del mercado laboral, urgida desde Bruselas y los organismos internacionales, no avanza. El gobierno advirtió de que la aprobará por decreto si los agentes sociales no llegan a un acuerdo, algo que daría a los sindicatos el argumento definitivo para el gran paro.

Las peticiones de dimisión a Zapatero aumentan. El Partido Popular la hizo esta semana literalmente a gritos en la sesión de control al gobierno en el Senado. En las últimas encuestas electorales, los populares han llegado a aventajar en nueve puntos a los socialistas.

Y los ciudadanos expresan su desconfianza en el Ejecutivo en cada uno de los sondeos de opinión que se ha ido publicando en las últimas semanas. Cuando Zapatero llegó a La Moncloa en 2004, le daban una nota de 6,61, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), una calificación bastante buena para un político en España, sobre todo teniendo en cuenta que era el más valorado. En el último barómetro, publicado por el CIS el pasado 10 de mayo, la nota de Zapatero era de 3,71. Un suspenso en toda regla. Y eso que aún no se conocían el plan de recortes que anunciaría dos días más tarde. "Mi responsabilidad, la de un presidente del gobierno, es pensar en el futuro de su país, más que en cualquier otro futuro político o personal", dijo recientemente Zapatero, que no parece dispuesto a acudir al adelanto electoral que le reclaman algunos.

Mientras, tertulianos de radio y televisión han comenzado ya a apuntar al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y al presidente regional del País Vasco, Patxi López, como posibles sucesores del líder socialista en los próximos comicios. Aún quedan dos años para la cita. Para entonces, las medidas aprobadas podrían haber tenido el efecto perseguido por el gobierno. O no.

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