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Sánchez y Rivera crecen frente a la pinza PP-P

Crónica política

La ciudadanía muestra incertidumbre por vivir con un Gobierno en funciones y rechaza celebrar nuevas elecciones, convencida de que no resolverán nada.

Manuel Campo Vidal

08 de febrero 2016 - 01:00

La política española sigue instalada en ese bucle que se realimenta a varios metros sobre el suelo, en el que sólo se convive con periodistas, mientras en la base, en la realidad, la ciudadanía muestra inquietud por la incertidumbre de vivir con un Gobierno en funciones y rechaza la celebración de nuevas elecciones, convencida de que no resolverían nada. La situación resultante sería igual, sólo que peor. Es decir: sin mayorías claras y, si acaso, con un leve crecimiento del PP, insuficiente para facilitar el Gobierno, y probablemente de Podemos, lo que aún complicaría más las cosas.

No hay conversación familiar o profesional, comentario en fábricas, bares, taxis o trenes sin sus minutos dedicados a la cuestión. El ministro de Economía, Luis de Guindos, sostiene que esta transitoriedad en el poder político todavía no se detecta negativamente en los indicadores de la actividad económica. Pero cualquiera conoce una relación cada vez más extensa de testimonios en los que se habla de un aplazamiento en una inversión, o el inicio de unas obras de ampliación de algo, o incluso de una contratación laboral, a la espera de que se clarifique el panorama. Irá a más a medida que pase el tiempo.

Pero algo se mueve. La impresión contrastada sobre los posibles efectos políticos de lo que está sucediendo estos días es que la figura de Pedro Sánchez crece algo en reconocimiento externo e interno, facilitada por su moderación, así como la de Albert Rivera. La de Mariano Rajoy, en cambio no, y de ahí que ahora visite autonomías dando ánimos a un partido al que le cuesta comprender que su presidente haya dejado pasar el turno de intentar formar Gobierno y noqueado también por la nueva trama de corrupción valenciana que se ha destapado en el peor momento. Tampoco beneficia a Pablo Iglesias lo que está sucediendo porque ya nadie duda de que no quiere que ese Gobierno propuesto por Sánchez salga adelante. Se autopropone como vicepresidente y exige sin éxito exclusiva de negociaciones con Podemos, marginando a Ciudadanos, pero para Iglesias su objetivo es repetir elecciones y crecer a costa del PSOE y de los restos de Izquierda Unida. Es decir: caminar hacia un nuevo bipartidismo, tan denostado, sólo que ocupando el lugar de los socialistas.

Con dos formaciones de cuatro -PP y Podemos- ejerciendo la pinza sobre el PSOE y bloqueando la situación, la voluntad manifiesta y sincera de llegar a acuerdos mostrada por Ciudadanos y, obviamente por el PSOE que es quien tiene el encargo real, le está generando un caudal de simpatía a Sánchez y Rivera, débil por el momento, pero que puede crecer en las próximas semanas porque los ciudadanos quieren un gobierno cuanto antes y cuanto más estable y de cambio mejor. La suma de los diputados de Podemos y Ciudadanos, fuerzas nacidas para cambiar las cosas, más los socialistas que llevaban el cambio como bandera en su programa, roza los doscientos, bien por encima de la mayoría absoluta. Sobre esa roca, Pedro quiere edificar su Gobierno pero el también profeta Pablo no admite a Rivera en el club por considerarlo una simple versión maquillada de la derecha popular.

Nada sucederá, si es que sucede algo, de inmediato. Numéricamente es poco, pero Pedro Sánchez cuenta con la disposición a negociar de Compromís -lo que duele a Iglesias-, de Izquierda Unida y, desde el sábado, también del PNV. Necesitaría para formar Gobierno, aunque fuera muy precario, de la abstención del PP o de Podemos para salir adelante, pero ambos insisten en que votarán con un no rotundo. Llegado ese momento en la primera votación, ¿alineará Iglesias sus votos con Rajoy? ¿Y en la segunda también? ¿Se visualizará tan tranquilamente el nuevo bipartidismo deseado frenando un gobierno de renovación encabezado por Sánchez? ¿No pedirán las bases de Podemos que, al menos, se vote abstención? ¿No le sugerirán los poderes empresariales y bancarios a Rajoy que se conforme y se abstenga, ya que habrían conseguido que Podemos no entrara en el Gobierno, ni condicionara el programa de Sánchez? Hay preguntas que hoy no se pueden responder pero que en el último minuto pueden resolverse. Por ese campo de minas pasa el estrecho camino por el que circula Sánchez.

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