Las Claves
Pilar Cernuda
La corrupción acecha a La Moncloa
El vicepresidente primero del Ejecutivo, Alfredo Pérez Rubalcaba, desempeñará esta semana un papel insólito en el Congreso, porque por primera vez el candidato a la Presidencia del Gobierno no intervendrá en el debate sobre el estado de la nación. Por primera vez desde que se instauraron este tipo de convocatorias parlamentarias, en el año 1983, no coinciden en la misma persona el presidente del Gobierno y el candidato de su partido para las elecciones; cuando José María Aznar protagonizó su último discurso, todavía no había designado a Mariano Rajoy para el puesto.
Como manda el guión, será el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, quien lleve la voz cantante, quien pronuncie el discurso con el que se abre el debate y quien dé la réplica a los distintos portavoces de los grupos políticos. Desde el PSOE no se contempla la hipótesis de que Rubalcaba suba a la tribuna, ni creen que sea su responsabilidad, pese a que en las últimas semanas se había especulado en los pasillos del Congreso con la posibilidad de que ejerciera de portavoz socialista. Pero, si su estado de salud lo permite, el portavoz del PSOE será quien oficialmente ostenta ese cargo, José Antonio Alonso, o, en su caso, el secretario general del grupo, Eduardo Madina.
La situación que se va a dar en esta ocasión es tan extraordinaria que podría condicionar el desarrollo y el contenido del debate. Tanto es así que habrá que ver qué margen de maniobra tiene Zapatero para anunciar nuevas medidas, como es habitual en este tipo de citas, teniendo en cuenta que dentro de unos meses él ya no será el presidente del Gobierno ni el candidato socialista.
Rubalcaba guarda de momento sus ases en la manga, por lo que es de suponer que no querrá que sea Zapatero quien las adelante desde la tribuna del Congreso. El debate quedaría circunscrito, en este caso, a analizar el año transcurrido desde el anterior, en julio del 2010.
Además, habrá que esperar también la reacción de los portavoces de los grupos políticos, algunos de los cuales quizás prefieran dirigirse a Rubalcaba como futuro contendiente que será. De momento, el líder del PP, Mariano Rajoy, elude dirigirse a Rubalcaba en la sesión de control al Gobierno de los plenos del Congreso, y no se sabe si mantendrá esta misma política en este debate de política general.
Así las cosas, el papel de Rubalcaba podría ser el más secundario vivido nunca por un candidato oficial, limitado en todo caso a participar en la negociación de las propuestas de resolución, sobre todo si alguna de ellas compromete la próxima legislatura, por la que, a fin de cuentas, será él quien tenga que batallar. Seguro que Rubalcaba no se conforma con representar el papel de convidado de piedra que Tirso de Molina ideó para el comendador de Calatrava, don Gonzalo de Ulloa.
La única ocasión en la que ocurrió algo similar fue en el debate sobre el estado de la nación del año 2003, un año antes de las generales de 2004, el último de José María Aznar como presidente del Gobierno. Aznar ya había anunciado que no pensaba optar a la reelección, pero no se conocía el nombre de su sucesor, que, a la postre, sería Mariano Rajoy, sentado con él en los bancos azules del Gobierno. En la legislatura de 1996 a 2000 Aznar se vio las caras hasta con tres representantes del PSOE: Felipe González, Josep Borrell y Joaquín Almunia. Finalmente sería este último el candidato en las generales del 2000, aunque los otros dos también lo eran en el momento en el que subieron a la tribuna.
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