La 'teen comedy' se ha acabado
Repetición electoral 10-N
Ciudadanos comete el mismo error de Unidas Podemos: ninguno de los dos son suficientes para la investidura pero solos se bastan para negarla
El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, sostiene que en los liderazgos nacionales de los partidos hay mucho adolescente. Teen comedy. Cuánta razón. Alguien debería ir retirando las copas, los chicos lo han dejado como una pocilga y, propio de la edad, quienes serán los dos grandes daminificados de la repetición electoral -Ciudadanos y Unidas Podemos- no se han abstenido de una última pirueta.
La nueva política nacida de los indignados del 15-M sólo era marketing, táctica fugaz, estética ideológica y ausencia de compromiso. Lo último ha sido esta pirueta de Albert Rivera. Después de haber transitado como un mudo durante todos estos meses, tras haber apartado a quienes desde Ciudadanos le exigían un compromiso de Estado con el PSOE y tras haber llamado "banda" a la supuesta coalición de izquierdas, el líder de los naranjas ha fallado de modo estrepitoso en esta última canasta de tres: la abstención naranja no era suficiente para investir a Pedro Sánchez, necesitaba también a Pablo Casado, pero él solo se ha bastado para llamar "caradura" a quien supuestamente iba a hacer presidente del Gobierno este viernes. No era posible creerle, Rivera ha malgastado el escaso crédito político que le quedaban después de haber arrastrado a Ciudadanos desde una posición platónica, liberal, europeísta y centrista a ser uno más de un bloque de derechas que nunca llegará a liderar.
Seamos claro: después de la investidura fallida del 25 de julio, Pedro Sánchez no quería más acuerdos; no es que desease la repetición electoral, pero no estaba dispuesto a transigir otra vez con Pablo Iglesias. El líder de Unidas Podemos va a tener que explicar ahora en su organización, maltrecha y dividida, por qué rechazó un vicepresidencia para Irene Montero y tres ministerios para otros tantos dirigentes morados. Es inexplicable, lo que fue su intento de canasta a tres para ganar el partido -la petición de las políticas activas de empleo- era una ocurrencia propia del que se lo sopló al oído: José Luis Rodríguez Zapatero.
Sánchez no quería ese Gobierno de coalición de julio, lo aceptó porque le presionaron dentro del partido y desde la propia Moncloa, pero la negativa de Pablo Iglesias blindó su desconfianza y, a partir de ahí, elaboró la nueva teoría: Unidas Podemos no bastaba y no quería echarse en manos de Esquerra Republicana. Repetimos, seamos claros: Sánchez no quería, pero fueron otros quienes les han facilitado sus argumentos. El PSOE perderá poco con la repetición electoral, digamos que se lo puede permitir, como el PP de Pablo Casado, el mayor beneficiario de la nueva cita con las urnas.
Pablo Casado es el único de los cuatro al que no se le puede reprochar nada. Su apoyo a Sánchez era un imposible, sólo basta recordar cómo tuvo que encajar el PSOE su abstención a Mariano Rajoy para comprender que, habiendo otros, no iba a ser el PP quien pactase con los socialistas. Con sólo 66 escaños, el PP sólo puede crecer, desde la derecha y la izquierda le caerán votos que antes se fueron a Vox y a Ciudadanos. Su caso es similar al de Sánchez: se puede permitir una nueva cita con las urnas, incluso sabiendo que le beneficia.
La última pirueta de Rivera obedece a dos posibilidades, ambas compatibles: pánico a la nueva cita con las urnas y preparación de su electorado ante un posible acuerdo con el PSOE para no repetir las elecciones generales por tercera vez.
España, como el rey Felipe VI, se acostará esta noche más estupefacta, ya veremos cómo se levanta. Un candidato a la Presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, rechazó su propuesta de investidura y el Congreso ha tumbado, en dos ocasiones, a otro de sus candidatos, Pedro Sánchez. Para llevar tan corto reinado, ha transitado por casi todas las posibilidades.
Sin embargo, la repetición electoral, aun siendo un fracaso para el sistema, ofrece la oportunidad de volver a centrar el país, de volver al exitoso esquema de dos grandes formaciones apoyadas, de vez en cuando, por otros actores que saben cuál es el valor de la responsabilidad y el peso del Gobierno, se esté o no en su interior.
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