Rajoy vigilará la pólvora soberanista
A pesar del fracaso de Mas, 74 de los 135 escaños estarán ocupados por las formaciones independentistas CiU, ERC y CUP
CIU (50 escaños) ganó las elecciones catalanas, pero su órdago soberanista no le ha servido para alcanzar la mayoría absoluta que esperaba para emprender en enero mismo el largo camino hacia una Cataluña independiente. Los 12 escaños que se han dejado los convergentes en la gatera son un estrepitoso fracaso, y dejan herido de muerte el proyecto secesionista de Artur Mas, que se estrelló contra sí mismo.
Esta deriva rupturista apenas le ha servido electoralmente para tapar el gran rechazo social a una política de ajustes y recortes que, en algunos momentos, resultó ser avanzadilla de la que posteriormente aplicó el Gobierno de Mariano Rajoy en España. ERC (21), que duplicó de largo sus resultados, y la CUP-Alternativa d'Esquerres (3), que irrumpe con fuerza, han sido los dos grandes beneficiarios del furor independentista de los herederos de Jordi Pujol. El PP (19), que puso toda la carne en el asador para impedir la mayoría absoluta de CiU -incluso recurriendo en plena campaña a un dudoso informe policial que acusaba a Mas y a Pujol de corrupción- es otro de los vencedores de la noche.
Además, ha logrado un empate técnico histórico con el PSC (20): se ha quedado a un sillón en el Parlament de los socialistas cuando en los anteriores comicios estaba a diez. Ahora, con los resultados parciales de los convergentes encima de la mesa, tiene margen para enterrar el soberanismo de CiU -contará con la ayuda inestimable de Unió, un socio poco secesionista y más bien pragmático- hasta llevarlo a las tranquilas playas de una reforma del actual modelo de financiación autonómica sin Concierto Económico.
Aunque Rajoy tendrá que sacrificar algún peón de su actual Gobierno - el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, tiene todas las papeletas- para poder maniobrar ante Mas y los suyos, no tiene muchas otras opciones ante una realidad también ineluctable que dejan estas históricas elecciones catalanas: los partidos claramente soberanistas -CiU, ERC, CUP- tienen 74 de los 135 escaños del nuevo Parlament. Mucha pólvora política como para dejarles que construyan una traca en aras de continuar con la aventura de un Estado catalán.
En cuanto a la izquierda con anclajes en España, ICV-EUiA (13) ha logrado un notable ascenso -tres escaños más-, y el PSC ha continuado con su caída libre al perder ocho escaños más (31 desde los comicios de 1999). Además, los socialistas catalanes pasan a ser la tercera fuerza política, por detrás de CiU y ERC. Los resultados son tan malos que ponen de nuevo en la picota al actual secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, que, tras las derrota cosechadas en Galicia y el País Vasco, ve ahora cómo uno de los principales graneros de voto de su partido le empieza a abandonar a favor del propio PP y, sobre todo, de Ciutadans-Partido de la Ciudadanía (9), que han actuado como perfectos vasos comunicantes.
Es verdad que en esta debacle tiene más responsabilidad el PSC, que, bajo el mando en plaza de un líder a medio construir -Pere Navarro no era el idóneo para esta coyuntura-, ha desvirtuado el mensaje del PSOE enredando con el derecho a decidir. Pero Rubalcaba no deja de tener la máxima responsabilidad sobre el batacazo. Ha dejado hacer más de la cuenta y ha abandonado a su suerte a los numerosos votantes catalanes del PSOE. Ahora, sin más dilaciones, todo hace indicar que Carme Chacón saldrá a la palestra para remover los cimientos de un partido que camina hacia la irrelevancia.
Que la política catalana sea en las actuales circunstancias lo que necesita la socialdemocracia española, eso habrá que preguntárselo ahora al presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, que es el único dirigente socialista relevante que queda en pie y de guardia.
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