Pilar Cernuda
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"Su Majestad el Rey acaba de comunicarme su voluntad de renunciar al trono y abrir el proceso sucesorio". Eran las diez y media de la mañana cuando Mariano Rajoy desmontaba las especulaciones sobre el "aviso urgente" que habían recibido 45 minutos antes los periodistas que siguen al presidente del Gobierno.
La abdicación del Rey es un asunto que ha estado sobre la mesa de forma recurrente al abrigo de las sucesivas intervenciones quirúrgicas a las que don Juan Carlos ha venido sometiéndose a lo largo de los últimos años, pero eran muy pocos los que conocían las intenciones del Monarca.
El jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, ofreció el 20 de septiembre una inusual rueda de prensa en el Palacio de La Zarzuela para explicar el agravamiento de la salud del Rey y la operación a la que iba a ser sometido para reemplazar la prótesis de cadera por una nueva. Ya sonaban los tambores de abdicación y Spottorno aclaró que don Juan Carlos "no se ha planteado en ningún momento la abdicación" ni la inhabilitación, sino que iba a ser representado en sus "múltiples actividades" por el heredero de la Corona durante su convalecencia.
Fue cuatro meses después, el 5 de enero, cuando el Monarca decidió -según reveló ayer- dejar el trono. Estaban en el secreto el Príncipe, el presidente del Gobierno, y el jefe de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, así como Spottorno y otros anteriores jefes de la Casa del Rey.
En este tiempo don Juan Carlos ha impulsado su agenda, dentro y fuera del Palacio de la Zarzuela, e igualmente dentro y fuera de España, hasta tal punto de que, además de Lisboa, ha viajado tres veces más fuera del país. Primero lo hizo a Emiratos Árabes y Kuwait, después de Omán y Bahréin y por último, hace muy pocas semanas, el 17 de mayo, se desplazó a Arabia Saudí, dentro de un ciclo de visitas a los países del Golfo Pérsico que iba a tener su continuidad con otro viaje a Qatar, en principio previsto para después del verano.
Todo ello hacía muy difícil descubrir un que ha estado guardado escrupulosamente bajo siete llaves durante cuatro meses hasta ayer, cuando el Rey citó al presidente del Gobierno en La Zarzuela a las nueve de la mañana para entregarle el documento de su abdicación.
El presidente de Gobierno lo anunció poco después entre elogios a don Juan Carlos, con el que todos los españoles tienen contraída, a su juicio, una "impagable deuda".
El jefe del Ejecutivo subrayó que los motivos para esa decisión iban a ser comunicados "personalmente" por el Monarca a todos los españoles.
Rajoy dijo que había encontrado al Monarca convencido de que este es el mejor momento para que pueda producirse con toda normalidad el cambio en la jefatura del Estado y la transmisión de la Corona a don Felipe, despejando así cualquier duda sobre la posibilidad de que la decisión de abdicar pudiera obedecer a cualquier tipo de presiones.
Rajoy anunció que convocará hoy un Consejo de Ministros extraordinario con el objetivo de cumplir las previsiones constitucionales en esta materia y avanzó que, al ser una abdicación, será necesaria aprobar una ley orgánica de acuerdo con lo que señala el artículo 57.5 de la Constitución.
"Yo espero que en un plazo muy breve las Cortes españolas puedan proceder a la proclamación como Rey de España del que hoy es Príncipe de Asturias", señaló el presidente del Gobierno, quien se mostró convencido de que "los españoles sabrán escribir esta nueva página de su historia en un clima sereno, con tranquilidad y con agradecimiento a la figura de su Majestad el Rey".
Desde la Casa Real aseguran que don Juan Carlos siempre ha encontrado en Rajoy un consejero leal, sereno y con sentido común, una especie de "bálsamo institucional". "Al Rey le tranquiliza la personalidad de Rajoy", dicen en La Zarzuela.
En sentido recíproco, Rajoy rindió ayer homenaje a don Juan Carlos al haber encarnado durante 39 años "el punto de encuentro de todos los españoles y el mejor símbolo de nuestra convivencia en paz y en libertad". "Fue el principal impulsor de la democracia tan pronto como accedió al trono que ahora abandona, supo ser su baluarte cuando la vio amenazada, ha sido el mejor portavoz y la mejor imagen del Reino de España por todos los rincones del mudo y un defensor infatigable de nuestros intereses en todo aquello que pudiera contribuir a mejorar el bienestar de los españoles", añadió.
Rajoy señaló que renuncia al trono "una figura histórica tan estrechamente vinculada a la democracia española que no se puede entender la una sin la otra". "A todos nos deja una impagable deuda de gratitud", recalcó el presidente del Gobierno, quien mostró la firme confianza en el Príncipe y su preparación, carácter y amplia experiencia en los asuntos públicos que ha ido adquiriendo a lo largo de los años.
El presidente del Gobierno también garantizó que el proceso de sucesión del tono se va a desarrollar con plena normalidad en un contexto de estabilidad institucional y como una expresión más de la madurez de la democracia española.
Y si la relación de Rajoy y don Juan Carlos rozaba la excelencia, la del Monarca con el ex presidente del Gobierno José María Aznar bordeaba el desastre. "Aznar era y continúa siendo un tipo insignificante y algo ridículo que nunca fue del agrado del Rey. En realidad Juan Carlos no le podía ver ni en pintura. Ni a él ni a su bigotillo a lo Hitler, ni a su media sonrisa de hiena, ni a sus ojos turbios de catavinos", según expone el libro El Circo de la Política, de Josep Maria Loperena. "Cuando ganó las elecciones en el 2000 por mayoría absoluta, Aznar ebrio de poder y de soberbia, pronunció una frase que dejó tieso al Rey: "¡Se ha terminado la Guerra Civil!".
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