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Rajoy ante el espejo (de la crisis)

Perfil

El flamante presidente del Ejecutivo se enfrenta a la realidad de España con intención de "resolver problemas".

Rajoy ante el espejo (de la crisis)
EFE

20 de diciembre 2011 - 14:39

Proclamado por las Cortes, ha llegado el momento de que Mariano Rajoy se sitúe ante el espejo del próximo presidente del Gobierno y se ponga cara a cara con la realidad de la crisis. Tras una larga época de palabras, le ha llegado la hora de tomar decisiones.

La actitud con la que desembarca en La Moncloa -su intención es mudarse después de las vacaciones navideñas de sus hijos- la describió durante la primera sesión del debate de investidura: "Soy muy consciente de que no me enfrento a un escenario de halagos y lisonjas. Yo no he llegado a este momento para cosechar aplausos, sino para intentar resolver problemas".

Los problemas que le esperan a Rajoy los sabe él mejor que nadie, no en vano Soraya Sáenz de Santamaría y su equipo le han entregado un abultadísimo informe sobre la situación presupuestaria del país, y por si fuera poco, lleva meses escuchando a banqueros, expertos y asesores sus versiones de la realidad económica. Una de esas personas ha sido José Luis Rodríguez Zapatero, de quien ha cambiado la opinión que le profesaba: de considerarle un presidente sin altura de miras ha pasado a verle como un tipo al que estima profundamente y con quien se ha llegado a mostrar comprensivo.

A falta de algunas cifras por concretarse, como la del déficit de este año, que marcará el alcance del ajuste, Rajoy se va enfrentar a un panorama que asusta a cualquiera y que a él mismo, como reconocen sus allegados, ha impresionado por la gravedad de algunos datos. Pero lejos de achicarse, el ya presidente del Gobierno ha actuado ante los suyos durante los últimos días con un aplomo y un sosiego "asombrosos". "No ha cambiado nada, quizá se ha vuelto más cauto, de hecho no se ha filtrado nada de sus ministros ni de sus medidas", resume un diputado que ha trabajado a su lado estos años.

Si Rajoy ya era un tipo impasible, ahora es de un hermetismo total, y lo es, aclaran los dirigentes de su confianza, porque siente un gran respeto por las formas. Por ejemplo, su Gobierno. Para el líder del PP, la primera persona que debe conocer el nombre de los ministros es el Rey, así que sólo después de comunicarle la composición del Ejecutivo, aparecerá ante los medios para anunciar a la ciudadanía quienes serán los elegidos.

O sus medidas. Las que Rajoy avanzó en el debate de investidura las sabían únicamente sus mandatarios más próximos, pero nadie más, ni periodistas afines ni los diputados de su grupo, ni siquiera incluso algunos altos cargos. Las medidas ya están sobre la mesa, no son muchas, ni de calado, pero son iniciativas que retratan la acción del próximo Gobierno en sus movimientos iniciales. Las más gruesas llegarán a partir de marzo, puede que incluso después de las elecciones andaluzas, pues para Rajoy la Presidencia de la Junta en manos de Javier Arenas es una de esas aspiraciones de las que, dice, se sentirá en el futuro más orgulloso.

Mariano Rajoy Brey llega a La Moncloa con 56 años. Pudo haberlo hecho hace siete, cuando bordeaba los 50, pero no pudo ser porque en el sprint final Zapatero se llevó la victoria electoral y abocó al ahora jefe del Gobierno a una travesía larga repleta de obstáculos con nombres y apellidos de su propio partido. Le ha costado muchos disgustos, posiblemente ha aprendido más en la oposición que en toda su vida anterior al mando de instituciones como la Diputación de Pontevedra, la Secretaría de Organización del PP, tres Ministerios, una Vicepresidencia y ahora, por fin, la Presidencia.

Rajoy, por tanto, es un político forjado a sí mismo, moldeado por sus propios errores y, quizá por ello, sabe que la única manera de irse a dormir con la conciencia tranquila consiste en cumplir una agenda que solamente se marca él, sin presiones de medios de comunicación o de agentes externos. Ha llegado la hora de poner en práctica eso de lo que presume: ser independiente. Ha llegado su hora, la de ponerse delante del espejo del presidente y cumplir esa especie de profecía que lanzó: "Será un desafío, será difícil, será muy laborioso, pero merecerá la pena".

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