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Catalanes, ja no sóc aquí

El desafío independentista

Puigdemont y sus cinco se marchan en busca de amparo de los nacionalistas flamencos, ya por la mañana Turrull anunciaba la comedia al colocarse bajo dos dibujos del belga Tintín

Una foto de ex 'president' Puigdemont en un despacho del 'Palau'
Juan M. Marqués Perales/Env. Esp A Barcelona

30 de octubre 2017 - 19:42

Tarradellas se debe estar revolviendo en su tumba. El hombre del triste caserón del exilio francés somatizó el título de molt honorable, llevaba la Generalitat dentro del cuerpo, corbata y traje, aunque viviese en una casa casi sin calefacción, junto a su esposa, y al cuidado de un hijo con problemas. "Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí". Este sucesor, llamado Carles Puigdemont Casamajó, ya no está aquí, otro al que le van a quitar el título de molt honorable, como hicieron con Jordi Pujol cuando reveló que tenía una fortuna sin declarar en Andorra. La revolución de los pijamas, el desafío que ha tenido a España en vilo durante dos meses, ha terminado con esta actitud vergonzosa de Puigdemont y cinco consejeros: Monserrat Borras (Gobernación), Antoni Comín (Salud), Joaquim Forn (Interior), Dolors Basa (Trabajo) y Moserrat Serret (Agricultura).

Desde muy temprano, Puigdemont, Joaquim Forn y el consejero Turrull comenzaron a poner fotos en las redes, en una maniobra de distracción a los medios. Turrull fue a trabajar a la consejería del Territorio, y desde allí se hizo una foto en su despacho: al fondo, había colocado dos cuadros con viñetas de Tintín, el periodista belga que nunca creció. El día comenzó con esta suerte de chiquilladas que ha finalizado en esta comedia bufa.

El ex presidente catalán y sus cinco consejeros que han viajado a Bélgica / Efe

El abogado de Puigdemont calificó la querella del fiscal Maza de desproporcionada y aseguró que no sabe si regresará a España. Una vez presentada, la Audiencia y el Supremo tendrán que llamarle a declarar y, si no lo hiciese, se tramitará una orden europea de detención y el traslado por parte de las autoridades belgas. Además, esta huida deja en muy mala posición ante los jueces a los compañeros que se han quedado en Cataluña. Algunos miembros de ETA sí consiguieron en su día el asilo de las autoridades belga en casos muy polémicos, no todos, pero es posible que Puigdemont pueda apelar a los mismos argumentos. Para hoy se ha anunciado una intervención desde Bruselas, pero no es posible conceder credibilidad ya a estos atribulados viajeros.

La primera comunicación que se hizo desde fuentes oficiosas de la Generalitat es que Puigdemont había viajado a Bruselas para mantener una reunión con nacionalistas flamencos. Hay quien pensó que sería verdad, incluso dentro del independentismo, pero ni Forcadell ni Mas ni Oriol Junqueras sabían nada. Junqueras se quedó mudo cuando se le preguntó en el Parlamento. Los independentistas tienen buena relación con el partido flamenco N-VA, integrante del Gobierno belga. Uno de sus representantes, el secretario de Estado de Migración, Theo Francken, había ofrecido, a través de las redes, el asilo a Puigdemont, pero el primer ministro, Charles Michel, lo desautorizó. Durante todo el jueves y el viernes, desde medios independentistas ya se había sugerido que el presidente podía estar pensando en pedir asilo en la Embajada de Bélgica.

En la sede del PDeCAT esperaban a Puigdemont, la reunión de su dirección tuvo que comenzar sin él y, a la salida, el bochorno se notaba en el rostro de Mas y de la coordinadora del partido, Marta Pascal. Lluis Llach, que es parlamentario de Junts pel Sí, calificó a los seis como "gobierno en el exilio", mientras desde la CUP se solicitaba a Puigdemont que convocase un Consejo de Gobierno, aunque fuese en Bruselas. No hay límites para tanto ridículo.

El viernes se dieron las primeras señales. A pesar de haber declarado la independencia, el Gobierno de Puigdemont se reunió en el Palau, pero no aprobó ninguno de los decretos a los que le instó el Parlamento para poner en marcha la república. Ni siquiera se contestó a Rajoy cuando anunció las medidas derivadas del artículo 155. Mientras miles de independentistas celebraban la fiesta en la plaza y pedían a Puigdemont que saliese al balcón, el Gobierno permaneció dentro y ni siquiera ordenó arriar la bandera española, la república nacía de un modo extraño.

A pesar de este ridículo final, los comentaristas independentistas todavía aseguraban en las tertulias de TV3 que la república catalana estaba vigente y que competía, en legalidad, con el Estado español. Quienes profesan la fe nacionalistas seguirá creyendo en las virtudes de la independencia, aunque se vayan las grandes empresas, la Unión Europea los rechace y su ex presidente se largue, dejando a los jordis, santones de la causa, sin opciones para conseguir una salida de prisión antes de juicio.

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