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Pedro Sánchez abre una legislatura catalana

El candidato se propone conciliar los distintos "sentimientos nacionales", pero no aclara qué fórmula perseguirá en su negociación con ERC

El socialista sostiene que el diálogo se enmarcará "dentro de la Constitución", aunque el texto firmado no lo recoge

Pedro Sánchez entra en el Congreso antes de pronunciar su discurso. / Emilio Naranjo/Efe

Ha comenzado la legislatura y será una legislatura catalana. E incierta. Pedro Sánchez ha consumido casi tres cuartos de hora de su discurso en defender su propuesta de diálogo con ERC, uno de los tres partidos independentistas catalanes. Y es posible que gaste casi todos sus esfuerzos como presidente del Gobierno, si este martes es reelegido, en resolver el nudo catalán. El "contencioso", como lo ha definido. La legislatura dependerá en todo momento de esa cuerda y lo sucedido en la víspera, con el amago de ERC de repensarse el acuerdo, demuestra lo débil que es el hilo.

La dirección de ERC ha decidido mantener su abstención, de tal modo que el candidato socialista tiene asegurada la investidura este martes por una mayoría simple.

Sánchez no ha explicado en qué consistirá la consulta en Cataluña

El discurso ha durado casi dos horas y, aunque ha anunciado varias reformas de calado en otros ámbitos y varias derogaciones de leyes, como la de Educación, la reforma laboral o la llamada Mordaza, ha iniciado y ha terminado el parlamento con el mismo asunto. Ha acuñado el término "patriotismo social", que es un modo de reivindicar el carácter progresista de su próximo Gobierno a la vez que instaura la ambigüedad en un sentimiento nacional que necesita de estos adjetivos. Ha citado en cinco ocasiones a la Constitución, ha subrayado que todo diálogo se someterá a ese texto, pero Sánchez hace una interpretación de éste no recoge: la plurinacionalidad de España. Y ésta es la clave de bóveda de este proceso que no sólo se refiere a Cataluña, sino también al País Vasco.

"No se va romper la Constitución"

Primero están las frases, grandilocuentes, tipo "no se va a romper España, no se va a romper la Constitución, se va a romper el bloqueo". Después la realidad. Pedro Sánchez comenzó su discurso de investidura este sábado con una decena de frases que imprimen titulares, pero que no aclaran mucho, que no responden a la pregunta que debería haber resuelto: ¿Qué se va a negociar con ERC, una vez que el acuerdo firmado recoge que se puede alumbrar otro nuevo marco jurídico?¿Qué tipo de consulta se celebrará en Cataluña? La portavoz del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, sabedora de que el diablo también se esconde tras los detalles, solicitó al inicio de la sesión que se leyese el acuerdo firmado entre el PSOE y ERC, pero la presidenta de la Cámara no lo aceptó.

No obstante, al final de su discurso aseguró que "el diálogo, dentro de la Constitución, será nuestra prioridad absoluta". Sí ha confirmado, tal como estaba firmado, que se creará "una mesa de diálogo bilateral" entre los gobiernos de España y de Cataluña y que apoyará el nuevo Estatuto que comenzará a negociar el Parlamento vasco.

El socialista se sumerge así en el complicado asunto de la reforma territorial de España, cuestión que la Constitución dejó abierta, inconclusa, y es posible que, por eso, debido a la gravedad de la empresa, no pueda adelantar en qué consistirá. Los acontecimientos mandarán.

Pedro Sánchez ha tenido que iniciar su discurso con una defensa de la españolidad del PSOE. Ha repetido en dos ocasiones que "el PSOE es un partido español, formado por compatriotas", que está comprometido con la Constitución, asunto que se conoce, puesto que de los partidos presentes en la Cámara es el único de los que queda en el Congreso que hizo una defensa más activa del texto en su negociación.

Plurinacionalidad

Pero una vez subrayado este principio, el candidato se ha adentrado en el proceloso mundo de los "sentimientos" identitarios: "En nuestro país no hay una única forma de sentir y vivir la identidad nacional (...) existe otro sector en Cataluña que se siente ignorado y tratado injustamente, un sector de población que se siente ofendido por las instituciones españolas". Por tanto, queda asumida por parte del socialista la plurinacionalidad del país, aunque aún no haya explicado qué consecuencias jurídicas y políticas tiene esa nominación. Sánchez defiende que los propios constitucionalistas creían en ese modelo cuando dividieron España en regiones y nacionalidades y, aunque algo de razón tiene en esas dudas seminales, no puede obviar que en ese mismo artículo anterior se define a España como nación y patria común.

El candidato pone, así, en cuestión mucho de lo contenido en los dos primeros artículos de la Constitución. Lo hace, por ejemplo, cuando asegura que "las soberanías son compartidas". ¿Qué es lo que significa eso? ¿Que la soberanía ya no sólo es del "pueblo español" o que vivimos en una Europa de instituciones interconectadas?

Lo que Sánchez se propone es "recomenzar" el diálogo territorial allí donde se rompió, dejar atrás la "judicialización del conflicto" y retomar "la vía política". "La ley sola no basta, la ley es la condición, la política es el camino", sentenció. Una y otra vez repitió la misma idea, volver a negociar, resolver los errores del pasado, recuperar la senda política. Habría que recordar que lo de Cataluña comenzó a estropearse cuando José Luis Rodríguez Zapatero prometió un nuevo Estatuto catalán que solucionase esa vieja cuestión. Después llegó la sentencia del Constitucional sobre un texto que ya estaba refrendado en una consulta, aunque la ruptura final se produjo a partir de que el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, solicitase un estatus fiscal para su comunidad similar a la del País Vasco. Más allá de la retórica, estos son los auténticos problemas.

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