PSOE-Podemos, divorcio irreversible

Estrategia. No hay un solo socialista que acepte la idea de sentarse en una mesa negociadora con Podemos y a Sánchez, obsesionado con gobernar, no le van a dejar hacer un nuevo intento

Pilar Cernuda

22 de mayo 2016 - 05:05

LA dirección del PSOE ha desmentido la interpretación de un periódico alemán respecto a que Pedro Sánchez ya no descartaba una coalición con el PP. Según Ferraz, el secretario general socialista no se plantea una gran coalición como la que gobierna en Alemania -conservadores y socialdemócratas- desde hace años y en diferentes Gobiernos, sino que una vez celebradas las nuevas elecciones mirarán a derecha e izquierda, hacia uno y otro lado -al parecer es lo que dijo textualmente- buscando la formación de un Gobierno estable.

El PSOE de Pedro Sánchez vive una serie tensión interna, no es ningún secreto y el primero que es consciente de su precaria situación es Sánchez, que si no logra un buen resultado el 26 de junio perderá la secretaría general.

La tensión se prolonga desde hace más de un año, tiempo en el que Sánchez ha ido perdiendo apoyos, con un sector importante del partido mirando hacia Andalucía, donde Susana Díaz sigue deshojando la margarita. En estos días de precampaña reitera su compromiso y lealtad con el secretario general, pero es evidente que las relaciones entre los dos dirigentes son como son, de cordialidad solo y exclusivamente de cara a la galería. En los equipos de una y otro se comenta abiertamente que sólo les une la lealtad al partido, y temen que el distanciamiento se haya convertido en un asunto personal. Agravado en las últimas semanas porque Díaz se muestra total y absolutamente alejada de Podemos, y Sánchez sin embargo ha hecho todo lo posible, e incluso lo imposible, para intentar un acuerdo con Pablo Iglesias que le permitiera convertirse en presidente del Gobierno.

En el entorno de Sánchez se asegura que jamás barajó la idea de un Gobierno con Pablo Iglesias dentro, pero dirigentes socialistas que no forman parte de ese entorno de colaboradores creen sin embargo que si hubiera tenido la oportunidad de que Pablo Iglesias le facilitara la presidencia, Sánchez habría accedido a contar con ministros de Podemos.

Hoy, todo indica que Sánchez ha comprendido al fin que un acuerdo con Podemos sería un suicidio. Un borrón que pondría fin a su carrera política y que haría un daño irreparable al PSOE. Podemos ha facilitado la gobernabilidad de candidatos socialistas en distintas comunidades y alcaldías, pero no todos los que suscribieron esos pactos han encontrado facilidades para gobernar, porque Podemos no ha perdido la oportunidad de recordarles que los tenía en sus manos.

Con excepciones: un sector de los socialistas madrileños quiere formar parte del gobierno de Manuela Carmena y seguir el modelo del PSC, que ha decidido ir más allá del pacto de investidura de Ada Colau y formar parte de su equipo municipal en Barcelona. Pero los que han vivido el día a día de las negociaciones entre Pedro Sánchez e Iglesias han salido tan decepcionados de esas negociaciones, tan escaldados, se han sentido tan engañados, que aseguran que es ya impensable que se pueda producir un acuerdo de gobierno central entre PSOE y Podemos, sea cual sea el resultado del 26-J. Cuando se conocen ciertos detalles de esas negociaciones, se comprende a quienes dicen que el divorcio actual no tiene vuelta atrás, es irreversible.

En honor a la verdad no ha sido solo Pedro Sánchez el que se empeñó en negociar con Podemos. El Comité Federal del partido aprobó poco después de las elecciones de diciembre que no se podía intentar pactos de gobiernos con el PP, lo que obligaba a Sánchez a mirar necesariamente a Ciudadanos y a Podemos. Esa resolución la llevaba escrita la gente de Sánchez antes del Comité Federal y la propuso Sánchez en la cena del día anterior a la reunión del Federal, y a los dirigentes regionales asistentes a esa cena les pareció bien y la incorporaron al orden día del comité del día siguiente.

Pocos de los socialistas que formaron parte del comité negociador con Podemos creyeron que existía alguna posibilidad de acuerdo con Pablo Iglesias, pero se produjeron unos hechos, cerca ya de la fecha de la sesión de investidura, que les hizo pensar que había una puerta abierta a la abstención de Podemos que permitiría gobernar a Sánchez con la ayuda de Ciudadanos.

Esos hechos esperanzadores para Sánchez se iniciaron en un encuentro que mantuvieron Rodolfo Ares y y Antonio Hernando con Íñigo Errejón e Irene Montero, donde los dos dirigentes de Podemos les dijeron abiertamente que estaban dispuestos a abstenerse para facilitar la investidura de Sánchez, a pesar de que Ares y Hernando les reiteraron que no aceptaban las "incrustaciones" en el Gobierno que había presentado Iglesias cuando exigió la vicepresidencia y los ministerios más poderosos.

Poco después Iglesias le trasladó a Sánchez su intención de participar en las negociaciones con el PSOE y Ciudadanos, como muestra de su interés en alcanzar un acuerdo. Y Sánchez sí creyó entonces que el pacto era posible y que podía contar con la abstención de Podemos. Ciudadanos estaba en contra, pero pensó Sánchez que podía convencer a Rivera con el argumento de que Podemos había aceptado ya no formar parte del Gobierno.

Esa esperanza, que se transforma en un optimismo que transmiten los socialistas por todos los poros, dura poco.

La reunión entre los tres equipos negociadores no fue especialmente importante, pero acordaron seguir explorando las posibilidades de acuerdo y la abstención de Podemos. Al finalizar decidieron los términos en que se iban a expresar en las ruedas de prensa posteriores, pero minutos antes de que se inicie la primera con Villegas, de Ciudadanos, Errejón llama al PSOE para advertir que Iglesias no hará rueda de prensa ese día como habían decidido, sino al día siguiente.

Aún se produce una reunión de los socialistas para redactar el documento que los tres partidos habían decidido analizar en una nueva reunión negociadora que se celebraría la semana siguiente. Quedan estupefactos cuando a las once les llega la noticia de que Iglesias ha celebrado la prevista rueda de prensa que debía haberse mantenido la noche anterior, y que allí anuncia la "voladura" de las negociaciones.

Es el fin no ya de las esperanzas de Sánchez, sino de la confianza en la palabra de Pablo Iglesias. Y es la razón de que, ante una nueva convocatoria electoral, no hay un solo socialista que acepte la idea de sentarse en una mesa negociadora con Podemos en el futuro.

Consideran a Pablo Iglesias un hombre vanidoso, maniobrero, autoritario, implacable con quien trate de hacerle sombra y que no tiene más objetivo que imponer su criterio. Un hombre que miente. Así que, cuando se pregunta a algún miembro del equipo de Sánchez acerca del futuro, la respuesta es rápida: sea cual sea el resultado no queremos saber nada de Podemos. Aunque reconocen también que Sánchez, obsesionado con gobernar, es capaz de hacer un nuevo intento negociador con Pablo Iglesias. Pero no le van a dejar. No después de ver lo que han visto, de comprender que Iglesias engaña y no comparte sus mismos principios.

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