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Operación: “Salvar a Merkel”

Acuerdo sobre migración

Pedro Sánchez hace un gesto sin apenas coste para ayudar a la canciller a seguir gobernando Alemania y preservar así la estabilidad de la UE

Merkel, Tispras y Sánchez, en el último Consejo Europeo. / J.M.Cuadrado/EFE
Ignacio Cembrero

30 de junio 2018 - 19:38

¿No es ahora España el país europeo del Mediterráneo europeo al que llegan más inmigrantes? ¿No acoge ya España, desde principios de año, a más “sin papeles” procedentes de Marruecos que Italia de Libia? Aun así el presidentePedro Sánchez se mostró dispuesto en la cumbre europea a recibir a unos cuantos más enviados desde Alemania.

La canciller Angela “Merkel se la mete doblada a Sánchez, que acepta traerse a España los refugiados que no quiere Alemania”, tituló con exquisita finura un diario digital derechista interpretando así el compromiso alcanzado entre ambos jefes de Gobierno. Es aun pronto para sacar conclusiones, pero es posible que este modesto acuerdo sea el más trascendente de los conseguidos esta semana en Bruselas.

Si Merkel cae

“Si Merkel cae en este momento nos vamos todos al garete” empezando por la Eurozona y acabando con la Unión Europea, ha debido de pensar el presidente español que justo antes de la cumbre visitó a la canciller en Berlín. El gobierno de coalición que encabeza está amenazado no por sus socios socialdemócratas sino por la CSU (democristiano), el “partido hermano” de Baviera cuyo líder desde 2008, el ministro del Interior Horst Seehofer, le exige que tome medidas para cortar la inmigración irregular. Los sondeos vaticinan que la CSU podría perder su cuasi eterna mayoría absoluta, a causa del avance de la extrema derecha de Alternativa por Alemania, en las elecciones regionales del 14 de octubre.

Para salvar a Merkel, Sánchez, y también el primer ministro griego, Alexis Tsipras, aceptaron el viernes la demanda de la canciller a la que le líder socialista español tachaba, hace no mucho, de “austericida”. Ambos se comprometieron a readmitir a inmigrantes irregulares que hubiesen entrado en Baviera desde Austria y cuyo país de desembarco en Europa hubiese sido España o Gracias. Por razones totalmente distintas, Italia y Francia no accedieron a los deseos de Merkel.

Son pocos los “sin papeles”, cómo mucho varios centenares al año, que, tras salir de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) en España, ponen rumbo a Alemania. Son menos aun los que llegan allí pasando por Austria. Tampoco le será fácil a la policía alemana, si el inmigrante no coopera, determinar que primero desembarcó en España. Y no suelen colaborar porque si viajan hasta Alemania es porque aspiran a reunirse allí con familiares o amigos o beneficiarse de unas ayudas sociales más generosas que las españolas. Si finalmente se establece que su peregrinaje hasta Europa empezó en Andalucía, Ceuta o Melilla, el gobierno federal se hará cargo del viaje de regreso y de su manutención. Lo mismo sucederá con Grecia de donde sí llegan a Alemania más inmigrantes.

Exigencia bávara

Angela Merkel “considera cumplida la exigencia de la CSU”, titulaba ayer sábado el semanario alemán “Die Zeit”. Lo acordado con España y Grecia “responde parcialmente a una exigencia clave de la CSU”, recalcaba “Der Spiegel”. Es decir que, pese a la pequeñez del gesto hispano-griego, este tiene para la canciller un gran alcance político. Si sirve para acallar las quejas de la CSU Merkel no solo se mantendrá en el poder sino que estará agradecida a su homólogo español. Las primeras reacciones parecen indicar que el gesto de Madrid y Atenas ha surtido efecto. “Si, eso es la dirección correcta”, declaró a la televisión SWR Hans Michel Bach, presidente adjunto del grupo parlamentario de la CSU, a propósito del compromiso logrado por la canciller con Sánchez y Tsipras.

Por lo demás, al margen del acuerdo tripartito Merkel-Sánchez-Tsipras, la cumbre alumbró otro más global, que es un batiburrillo de medidas a cual más imprecisa. Entre ellas figura la apertura de “plataformas de desembarco”, muy parecidas a los CIE españoles, en los países mediterráneos en los que ponen primero pie los inmigrantes. Allí se debería efectuar, con más celeridad que hoy en día, una rápida selección entre los que tienen derecho al asilo y los que serían expulsados. Todo lo pactado es de cumplimiento voluntario por lo que difícilmente se pondrá en práctica cómo tampoco se llevó a cabo, hace más de dos años, el reparto obligatorio de refugiados.

Entonces, en 2015, cuando más de un millón de inmigrantes y refugiados llegaron por mar al sur de la UE, sí podía haber cierta urgencia en adoptar medidas que contuvieran y prorratearan el esfuerzo de acogida. En lo que va de año no son ni 45.000 los que han desembarcado en el conjunto de la UE, la mayoría relativa en España, y aun así vuelve a haber premura en dar la apariencia de actuar para satisfacer a un electorado que ha izado al poder a una derecha radical en Italia, Austria o Hungría y que en Alemania puede inclinarse aún más por Alternativa por Alemania. Es posible que la inmigración repunte con fuerza en los próximos meses o años, pero a día de hoy los gobiernos europeos se ponen, en orden disperso, la venda antes de la herida. ¿Qué son los 45.000 “sin papeles” –quizás 100.000 a finales de año- para los 512 millones de habitantes de una UE en la que cada vez nacen menos niños?

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