La restauración de Notre Dame de París
Minutos de la basura en el Congreso
En fútbol, la zona cesarini es la fase final de un partido en la que un equipo puede aún darle la vuelta al marcador. En el Congreso de los Diputados, esos minutos finales de infarto parlamentario se jugaron por última vez en esta legislatura la noche del pasado martes con la moción de reprobación de la ministra de Fomento por la crisis de los trenes de cercanías de Barcelona. El Gobierno y el PSOE salvaron a Magdalena Álvarez por tres votos (173-170), y lo hicieron in extremis gracias al apoyo de los diputados del PNV, BNG y tres del Grupo Mixto -uno de ellos, tránsfuga del PP-. La negociación fue dura y posiblemente muy costosa -algunos medios apuntan a 13 millones de euros más para el País Vasco a través de enmiendas en el Senado a los Presupuestos de 2008 y a que Galicia verá desbloqueadas sus transferencias-, pero el resultado final fue inapelable.
IU-ICV, con Joan Herrera a la cabeza, la planteó con el objetivo de arañar votos del descontento popular existente en la Ciudad Condal, más que por exigir responsabilidades políticas o para plantear un cambio de modelo ferroviario inviable. CiU, PP y ERC estaban a lo mismo. No lograron su objetivo, pero dejaron constancia de una protesta que sirvió, en última instancia, para alimentar la convocatoria de la manifestación prevista para el sábado.
Sin embargo, ayer, en la sesión de control al Gobierno, que destacó por la ausencia del presidente y el líder de la oposición, el PP y ERC volvieron de nuevo al ataque con una batería de preguntas sobre lo mismo y a la misma. Como llovía sobre mojado, sólo lograron que se visualizara cierta saña en unos minutos parlamentarios que, utilizando de nuevo el argot futbolístico, eran ya de basura. Aparte del ruido de costumbre -el presidente del Congreso llamó por enésima vez la atención a Martínez-Pujalte-, el tono del debate, cargado de palabras gruesas, benefició a la ministra, que, pese a que sigue peleada con las relaciones públicas, acabó apareciendo como una víctima propiciatoria.
Tardà, el portavoz de ERC, con una esperpéntica intervención, se convirtió en su mayor aliado cuando, vulnerando el reglamento del Congreso, convocó en catalán, en una alocución insólita que duró 20 segundos, a los catalanes a la manifestación del próximo sábado, mientras su compañero Joan Puig esgrimía un cartel con el lema de la protesta: "El derecho a decidir". Marín, que sabe que a la cosa parlamentaria le quedan dos telediarios, se aguantó hasta que no pudo más y citó al Pandemonium para explicar su hartazgo en estos minutos basura.
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