L. B. o 'Luis, el cabrón'
Rajoy ha vivido la pasada semana uno de los momentos más delicados desde que es presidente del PP. La decisión de 'echar' a Luis Bárcenas le ha costado especialmente porque todavía confía en su inocencia
A Mariano Rajoy le gustaría que fuera Luis el Cabrón, no L.B., el L.B. que según los papeles y el pen drive que la Policía entregó al juez, cobró centenares de miles de euros de la trama Correa.
Si Luis Bárcenas fuera Luis el Cabrón tendría razón Rajoy cuando dice que Bárcenas es una persona de fiar y que si le llamaban "el cabrón" era precisamente porque cortó los lazos de Correa y su gente con algunas personas destacadas del PP, a las que Esperanza Aguirre obligó a dimitir de sus cargos cuando tuvo noticias de que podían ser personas non sanctas. El empeño de Rajoy en dar crédito a las explicaciones de Luis Bárcenas, que hace un año incluso le dio detalle de todos sus movimientos bancarios y patrimoniales, es lo que ha retrasado la petición de dimisión. Rajoy sólo se la ha pedido cuando se vio entre la espada y la pared, consciente de que su empeño en mantener a Bárcenas con despacho en la sede central del partido podía producir un roto al PP de consecuencias irreparables.
Bárcenas fue cocinero antes que fraile, gerente antes que tesorero, conoce las cuentas del PP mejor que nadie, primero como segundo de a bordo de Álvaro Lapuerta, el tesorero anterior, y después como tesorero, cargo al que le impulsó Mariano Rajoy. El presidente del partido ha mantenido una relación muy fluida con Bárcenas en estos años. No son amigos con los que se comparten reuniones familiares pero sí confiaba Rajoy en su eficacia y en su solvencia profesional.
Hace un año, cuando empezaron a filtrarse partes del sumario a algún medio de comunicación y se identificaba a L.B. como Luis Bárcenas, un L.B. que cobraba de Correa, varios de los colaboradores de Rajoy le aconsejaron que le pidiera la dimisión.
Esos consejos y sugerencias se hicieron más intensos cuando se supo que Bárcenas había retirado de una cuenta una cantidad muy alta de euros, unos 300.000, que luego había ingresado en otra cuenta días más tardes. Explicó que le habían ofrecido comprar un valioso cuadro que había que pagar en metálico, y que a la hora de la verdad el vendedor pidió más y él rechazó la operación, por eso volvió a ingresar el dinero en el banco. Una explicación que convenció a medias, a pesar de que por esas fechas Bárcenas había decidido llamar a distintos periodistas, la mayoría de ellos comentaristas políticos, para informarles de su relación con Correa y del origen y destino de su dinero.
Rajoy creía que había aguantado el tirón, pero se sucedían las filtraciones y sobre todo se encontró con una María Dolores de Cospedal absolutamente firme en su idea de que había que prescindir del tesorero, que no podía permitirse la menor sombra de sospecha sobre el comportamiento de los miembros de la dirección del partido. Por esas fechas además las informaciones sobre la trama valenciana del caso Gürtel ponía al PP de esa comunidad en una situación insostenible, y Rajoy finalmente cedió. Tras una conversación con Bárcenas, éste aceptó dejar el cargo de tesorero de forma temporal, pero durante este tiempo ha mantenido su despacho en la sede del partido y, por supuesto, el acta de senador que le permitía conservar el aforamiento, lo que implicaba que solo podía ser juzgado por el Tribunal Supremo.
Levantada la parte del sumario Gürtel que no se había hecho pública, Federico Trillo organizó un equipo para repartirse el estudio de los 50.000 folios y analizar si su contenido indicaba que en algún caso se hubiera producido una financiación ilegal del partido. Aparentemente no la ha habido, lo que provocó que distintos portavoces del PP insistieran en ese punto, pero el nombre de Bárcenas volvió a salir a la palestra, cada vez con mayor escándalo.
Bárcenas se encontraba fuera de España el día del levantamiento de esa parte del sumario, y además no siempre respondía a las llamadas de teléfono, pero Rajoy seguía en sus trece. Y De Cospedal en las suyas: había que pedir la baja a Luis Bárcenas, tenía que abandonar su despacho en Génova 13, había que dar un paso ante una opinión pública que unánimemente exigía medidas drásticas contra el ex tesorero.
Además De Cospedal, en las últimas reuniones de la ejecutiva del partido voces periféricas pero muy relevantes dentro del partido, como Basagoiti, Alicia Camacho o Núñez Feijóo entre otros habían dicho a Rajoy que no podía quedarse de brazos cruzados ante los casos de presunta corrupción, que no podía esperar la decisión de los tribunales ante un asunto de un alcance político inimaginable.
La reunión con Bárcenas, según confesó luego el presidente del PP, fue "difícil". No se sabe si porque el ex tesorero se resistía a pedir la baja en el partido o porque emocionalmente Rajoy se sintió mal al exigirle esa baja. Al terminar la conversación, Rajoy volvió a reunirse con De Cospedal para ver la estrategia del día siguiente, jueves, y por dónde tenía que ir el comunicado en el que se anunciaba la baja de Bárcenas.
Rajoy se fue tranquilo para Sevilla, uno de sus colaboradores comentaba que salió hacia la estación a coger el AVE "como si se hubiera quitado un peso de encima".
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