La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
FELIPE González aseguraba este pasado fin de semana que sería un buen resultado para el PSOE lograr el próximo 20-N el mismo número de escaños, 154 (con el 39,94% de los votos), que el PP obtuvo en las elecciones generales de 2008.
Aunque replicó al ex presidente del Gobierno que él salía a ganar, Pérez Rubalcaba firmaría mañana mismo esa dulce derrota. No en vano, antes del verano, cuando las encuestas otorgaban a los socialistas en torno a los 120 diputados, soñaba con una bancada de 147 escaños. No obstante, ayer se negó en redondo a dar por bueno ese resultado. "Naturalmente, no lo firmó", sentenció el pugnaz candidato socialista.
Desde entonces, pese a una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que apuntaba a un recorte de tres puntos por el efecto Rubalcaba, el verano ha empeorado las expectativas electorales del candidato socialista a la presidencia del Gobierno.
Tras un mes de agosto infame para la economía española, que se ha salvado de la intervención del CE y del FMI gracias a la compra de bonos españoles por parte del Banco Central Europeo (BCE), la reforma constitucional para limitar el techo de gasto ha perjudicado claramente la posición de Pérez Rubalcaba, que ha visto cómo Rodríguez Zapatero le ha dinamitado definitivamente todos los puentes con los indignados del 15-M -también les ha regalado la bandera del referéndum- y le ha provocado una seria desafección en las filas socialistas.
En la votación final en el Congreso de los Diputados, sólo la vicepresidenta económica, Elena Salgado, aplaudió el visto bueno a la acelerada reforma exprés constitucional.
Llegados a este punto, cuando apenas quedan 75 días para los comicios, está bien que Pérez Rubalcaba vaya calentando la conferencia política del PSOE anunciando el compromiso de establecer nuevos impuestos -uno patrimonio y otro bancario- que recaudarán 2.500 millones, que se destinarán al empleo juvenil, pero urge que el candidato socialista empiece a desmarcarse de ZP, si no quiere que dejar a los socialistas en unos 100 escaños.
Para ello, además de dejar de explicar y justificar las políticas de su todavía jefe de filas, debería reducir la agenda partidista del vicesecretario general del Partido Socialista, portavoz del Gobierno y a la triple sazón ministro de Fomento, José Blanco, un político estrechamente ligado al leonés que pudiera tener la tentación de empezar a trabajar en el posrubalcabismo antes del 20-N.
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