Jáuregui, el eterno ministrable
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Algunas de las últimas quinielas le colocaban en Trabajo para sustituir de Celestino Corbacho, pero finalmente se instalará en el Palacio de La Moncloa para hacerse cargo de Presidencia.
Después de 37 años de militancia socialista, el político vasco Ramón Jáuregui, el eterno ministrable, dejará el Parlamento Europeo, el "cementerio de elefantes", tal y como lo definió, para sentarse por fin en el Consejo de Ministros y ocupar la cartera más próxima al presidente del Gobierno.
En más de una ocasión, la rumorología ha situado a Jáuregui al frente de un ministerio. De hecho, algunas de las últimas quinielas le colocaban en Trabajo para sustituir de Celestino Corbacho, pero finalmente se instalará en el Palacio de La Moncloa para hacerse cargo de Presidencia.
Siempre a disposición del partido, Jáuregui cuenta con una amplia trayectoria política, que comenzó en 1973 cuando ingresó en el PSOE y en el sindicato UGT, y que ahora, a sus 62 años, se ve culminada con la decisión del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de tener cerca a un político de la vieja guardia.
Y en esa amplia experiencia política a Jáuregui no se le ha resistido ningún puesto. Alcalde en funciones, concejal, delegado del Gobierno, parlamentario autonómico, secretario general del PSE, vicelehendakari, consejero del Gobierno vasco, secretario de Política Autonómica del PSOE, diputado nacional y, finalmente, eurodiputado.
Durante mucho tiempo, Jáuregui ha sido en País Vasco y en España la cara de los gobiernos autonómicos del PNV-PSE, en los que tuvo la ocasión de dirigir, en 1995, la Consejería de Economía, Justicia, Trabajo y Seguridad Social. Precisamente de esa etapa data su afición por todo lo relacionado con el empleo y, de hecho, ha llegado a publicar algún libro relacionado con ello, como El tiempo que vivimos y el reparto del trabajo.
Más recientemente, su lealtad y disciplina le llevó a aceptar su inclusión en la lista del PSOE a las últimas elecciones al Parlamento Europeo, un órgano que no parecía gustarle mucho, pero al que accedió "muy orgulloso" y no molesto, como dijeron algunos.
De todos modos, puso una condición: no alejarse de la escena nacional, a la que Zapatero le ha vuelto a acercar ofreciéndole un puesto de su máxima confianza, que ha aceptado porque, tal y como reconoció recientemente, siempre ha respondido a todas las peticiones del partido. Jaúregui, donostiarra de nacimiento y el menor de una familia de diez hermanos, comenzó a trabajar a los 14 años en una fundición de Pasajes (Guipúzcoa) mientras estudiaba por la noche para sacar adelante sus estudios de Ingeniería Técnica y posteriormente los de Derecho.
Éstos le permitieron ejercer como abogado laboralista de UGT, en un despacho en el que coincidió con "históricos" como José María Benegas y Enrique Múgica. Con una amplia experiencia sindical -fue secretario general de la UGT de Guipúzcoa y después de toda Euskadi-, Jáuregui tendrá ahora que bregar con los funcionarios en uno de los momentos más difíciles del colectivo, que ha visto y verá mermadas sus retribuciones debido a la crisis y que todavía tardarán un tiempo en recuperar su poder adquisitivo.
Por su cualidades humanas, según dijo el presidente del Congreso, José Bono, recibió una prolongada ovación en su última intervención en el Congreso, y por sus cualidades oratorias fue galardonado con el premio Emilio Castelar que concede la Asociación de Periodistas Parlamentarios.
Además de buen orador, Jáuregui, casado con una juez, es un gran jugador de ajedrez. Quizá en el equipaje del viaje que le trasladará de Bruselas a Madrid no olvide echar ese tablero portátil que siempre llevaba con él en las campañas electorales para jugar en los tiempos muertos.
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