Inés Arrimadas tumba el 'procés'
escrutinio
La jerezana gana las elecciones catalanas más trascendentes, aunque los independentistas conservan la mayoría absoluta.
El voto popular de los no independentistas sigue siendo mayor, un 53% de los catalanes que han votado quieren seguir unidos a España.
Puigdemont puede regresar para ser investido presidente, aunque su futuro judicial le complica la sesión.
Albert Rivera calificó una posible victoria de Inés Arrimadas en Cataluña como un acto de "justicia divina". Es casi una venganza. Ciudadanos, un partido nacido en esta comunidad con la intención de romper el monocultivo nacionalista que Jordi Pujol cultivó durante décadas, ha ganado las elecciones más trascendentales que se han celebrado en Cataluña. Inés Arrimadas, su candidata, una jerezana llegada hace sólo ocho años a Barcelona, ha vencido a Esquerra Republicana (ERC) y a Juntos por Cataluña (JxC), la marca de Carles Puigdemont junto a la antigua Convergencia. Arrimadas ha tumbado el procés, no será posible la independencia de un territorio donde los españolistas siguen siendo una mayoría social y en el que el partido más votado es constitucionalismo puro y duro. Pero aun así, la situación catalana seguirá siendo muy complicada. A pesar de las mentiras de los separatistas sobre los planes de su república, de la huida de Puigdemont y de la fuga de empresas, el voto independentista en Cataluña ha seguido siendo sorprendentemente fuerte. No hay deterioro, los resultados del bloque separatistas son prácticamente los mismos. En 2015 sumaron 72, y ahora son 69. A pesar de ello, el voto popular no independentista es mayor: un 53%.
Inés Arrimadas y Ciudadanos le han sacado más de 100.000 votos a la lista de Puigdemont. Con un sistema electoral más proporcional, Ciudadanos habría sacado cinco o seis escaños de ventaja. Aun así, los naranjas tienen 37 escaños, seguido de la lista de Puigdemont, con 34 y de ERC, con 32. El PSC apenas sube un escaño, y se queda en 17, mientras que los comunes sólo obtienen ocho. Pierden tres. Ni el PP ni la CUP obtienen grupo parlamentario, porque el primero se queda con tres y el segundo con cuatro parlamentarios. La suma de Puigdemont, ERC y la CUP da 69 escaños, dos por encima de la mayoría absoluta. Son suficientes para elegir a un independentista al frente de la Generalitat, aunque habrá que aclarar qué ocurre con los cinco diputados fugados que, en esta situación, no podrán votar.
La elección del próximo presidente de la Generalitat se presenta muy compleja. Los independentistas tienen los 68 escaños suficientes para elegir al nuevo líder, y Carles Puigdemont va a reclamar su puesto. Si es así, si todos los parlamentarios pueden votar, Puigdemont volverá a ser elegido, aunque tendrá que ir a prisión. Desde el punto de vista mediático, es una bomba: un presidente democrático, elegido y encarcelado. Sólo queda una incógnita, qué hará la CUP en estas circunstancias y cuántos parlamentarios de ERC y de JxC podrán ejercer el voto, ya que hay cinco fugados y tres encarcelados. Estos últimos podrán votar, pero los huidos deben comparecer antes ante el Tribunal Supremo. La situación jurídica se presenta muy complicada, casi tanto como la política.
Los resultados son la más clara radiografía de la Cataluña real que se haya hecho en mucho tiempo, al menos desde la década de los ochenta del siglo pasado. La participación ha sido del 81,7%, la más alta alcanzada en este territorio y en el conjunto del país. Digamos que el plato está rebañado, Cataluña es esto, una comunidad rota entre dos bloques, sin ósmosis en la frontera. El PSC de Miquel Iceta, que estaba llamado a conseguir votos de los catalanistas moderados, no ha funcionado; sube, pero muy poco, y lo mismo ha ocurrido con los comunes.
La noche ha dejado dos claros derrotados y dos perdedores. El fracaso del candidato del PP Xavier García Albiol ha sido tan estrepitoso que pasará factura a los dirigentes del partido del Gobierno, no a Mariano Rajoy, pero sí a su responsable, María Dolores de Cospedal, que sigue sin actuar como el cargo que figura en el organigrama de los populares. A pesar de que el propio Rajoy ha pasado los últimos días en Cataluña para evitar el bajón, los catalanes han optado por dejar abandonado a la formación azul en beneficio de la naranja. Los anticapitalistas de la CUP también rozan el desastre, aunque esta formación nunca fue estable. La crisis económica y la aparición del fenómeno de los indignados le dio alas, pero una vez que Puigdemont y Junqueras se han convertido en más mártires que los radicales, los cuperos tradicionales se han marchado a otras siglas.
No son vencidos, pero salen mal parados el PSC y los comunes, esto le pasará factura a los líderes nacionales de ambas formaciones. Al socialista Pedro Sánchez, que había hecho una apuesta personal por Iceta, como éste lo hizo por él en las pasadas primarias, y a Pablo Iglesias, que ha arrastrado a Podemos por la vía de un soberanismo que los suyos no comprenden en el resto de España. Todo lo que fuesen menos de 20 diputados era una mala cifra para Iceta, el hombre que se había propuesto de presidenciable en todos los foros. Su fórmula ha fracasado, el PSC sigue sin recuperar aire. Y algo parecido pasa con los comunes: ni Iglesias ni la alcaldesa Ada Coalu han hecho posible que su candidato tenga un resultado aceptable.
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