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De El Guapo a El Empecinado

Es capaz de tirar de un hijo, el PSOE, hasta el final; hasta que al final, en efecto, el niño ha terminado roto por la mitad.

J. M. M. P.

29 de septiembre 2016 - 06:03

Empecinado hasta el final, Pedro Sánchez, Pedro el Guapo, tal como lo conocían en sus meses dorados en el PSOE, ha terminado atrincherado en Ferraz. Sus convicciones, su no es no a Rajoy, su resistencia numantina ante los críticos han llevado al partido a una situación inédita, sonrojante, propia de quien había propiciado que España llevase nueve meses sin Gobierno a pesar de haber encadenado dos fracasos electorales. Una persona lo explicaba de este modo con una alusión a la parábola de Salomón: "Él es capaz de luchar por su hijo hasta el final, y hasta el final es tirar y tirar hasta que el niño se rompa, eso es lo que ha hecho con el PSOE". Roto, pase lo que pase, tendrán que pasar por la UCI. Y aun así no tiene garantizada la supervivencia. Lo que para algunos era la fortaleza de un líder, para otros es el empecinamiento de un temerario.

Con Pedro Sánchez (Madrid, 1972) casi todo ha sido inédito. Fue el primero en ser elegido secretario general en una consulta abierta a toda la militancia y ha sido también el único que ha resistido a la presión de quienes también tienen la legitimidad para opinar en los asuntos trascendentales del partido: los ex presidentes, en especial Felipe González, los ex secretarios generales y los presidentes autonómicos. También a los estatutos. Ningún secretario general ha sido expulsado en la historia del PSOE, todos se marcharon cuando perdieron elecciones o cuando una parte de la organización, sin llegar a medirla, se le puso en contra. Voluntariamente. Así pasó con Felipe González, cuando dimitió después de que se rechazara el abandono del marxismo, y con Joaquín Almunia y Alfredo Pérez Rubalcaba, que se fueron después de sendas derrotas electorales.

Rubalcaba, y ahí comenzó todo, toda esta historia que ahora parece acabar, dimitió después de las elecciones europeas de mayo de 2014. Pero, en contra de lo que hasta entonces era normal, el ex ministro del Interior no se marchó y dio paso a una gestora, sino que convocó un congreso en el que, por primera vez, se elegiría al secretario general en unas primarias. Aquello fue una iniciativa del diputado Eduardo Madina, a quien entonces se le consideró el delfín de la dirección de Ferraz.

Y, en eso, llegó Pedro. Pedro Sánchez, un profesor universitario de Economía, era un completo desconocido en 2014. Había sido diputado suplente de Cristina Narbona, pero de él sólo se sabía en algunos ambientes madrileños. Rubalcaba y José Blanco contaban con "tres niños bonitos" en Ferraz, Antonio Hernando, Óscar López y Pedro Sánchez, una tríada de pupilos de entre los que, quizás un día, saldría un buen dirigente. Falto de empatía, un poco ameba en cuanto a la transmisión de emociones, a Sánchez se le estaba preparando para sustituir a Tomás Gómez al frente de la secretaría de Madrid. Nada más, ha confesado en alguna ocasión uno de sus tutores. Sin embargo, el joven Pedro, casado y con dos hijas, aspiraba a mucho más: llevaba meses preparándose para competir por la candidatura de la Presidencia del Gobierno cuando se produjo la dimisión de Rubalcaba.

Susana Díaz, que ya era presidenta de la Junta, podía haber sustituido al también ex presidente, pero en aquella ocasión quiso una aclamación. Necesitaba una razón de peso para dejar la Presidencia de la Junta, una reclamación de su partido, pero el delfín de Ferraz, Eduardo Madina, no se apartó. Anunció su presentación a las primarias, y Susana Díaz optó por apoyar a ese desconocido. Posiblemente, la presidenta andaluza hubiese ganado aquellas elecciones internas, pero optó por dejar pasar el tren. En julio de 2014, Sánchez se convirtió en secretario general. Cuentan que Susana Díaz y Pedro Sánchez llegaron a un pacto, de acuerdo con el que él sólo sería líder del partido. El candidato a la Moncloa se elegiría después. Pero ya a la vuelta de esas vacaciones, Sánchez anunció que aspiraba a ser candidato a las elecciones generales. Ahí comenzó la disputa entre ambos. Susana Díaz ha sido una opositora interna, pero como han explicado desde Ferraz, Sánchez tampoco hizo nada por congeniarse con ella a lo largo de estos meses. Ni se hablaban, ambos tenía un mal concepto de su contrario.

Pero lo que le ocurrió con Sánchez, le fue pasando casi con todos, con los ex secretarios, con los ex presidentes y con seis de los siete presidentes autonómicos socialistas. Tal como reveló el extremeño Guillermo Fernández Vara, ni se telefoneaban. El problema de fondo ha sido el de la ingobernabilidad del país. Después de fracasar en las elecciones de diciembre de 2015, cuando el PSOE obtuvo 90 diputados, la mayor parte del PSOE esperaba que se dejase gobernar a Rajoy. A punto estuvo de caer en diciembre de 2015, cuando los críticos se retiraron después del rechazo que provocó que quisiesen convocar un congreso antes de que hubiese Gobierno. Fue, entonces, cuando el Comité Federal le dejó pasar, le dejó negociar, pero le impuso dos líneas rojas: ni PP ni soberanistas, lo que también excluía a Podemos.

Pero, entonces, el presidente en funciones erró, le dijo no al Rey, lo que propició que Sánchez ganase espacio y probase con Ciudadanos. Pudo gobernar, pero Pablo Iglesias y Podemos no le dejaron, subieron el listón de tal modo que fuese imposible, y es que en su mente guardaban otro objetivo: adelantar al PSOE en unas elecciones, el soñado sorpasso.

Tras los comicios generales del 26 de junio de 2016, Sánchez superó su derrota histórica, perdió cinco escaños (obtuvo 85), pero logró dejar a Podemos en tercera posición a pesar de que se alió con IU. Iglesias tiró un millón de votos a la basura por su histrionismo astronómico. Sin embargo, ya todos daban por hecho que el PSOE dejaría pasar a Rajoy en una investidura. Así se lo adelantó el propio Sánchez a Felipe González el 29 de junio de 2016, pero lo engañó, según el ex presidente. Se enrocó en el no es no, en volverlo a intentar a pesar de no contar con apoyos suficientes.

Cualquier otro secretario se hubiese marchado después de oír a Felipe González, un semidiós para el PSOE, llamarlo mentiroso, pero Sánchez se aferra a esa militancia que le votó hace dos años para seguir resistiendo. ¿Hasta cuándo? Hasta siempre. Hasta que el niño se parta en dos.

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