Forjó una Transición que hoy está en cuestión

19 de septiembre 2012 - 01:00

SANTIAGO Carrillo, secretario general del PCE desde 1960 a 1982 y figura clave en las oposición antifranquista y en la Transición, tuvo el mérito, junto a la dirección del partido, de haber puesto en marcha una poderosa organización clandestina en una España de terror.

Cuando se decía "el partido" no había que añadir más datos para saber que se trataba del único partido organizado en aquellos años. El precio pagado por ello fue extraordinario: fusilados, torturados, años de cárcel, destierros, exilios... eran el pan de cada día bajo la dictadura franquista.

Es clave acertar en la estrategia, en los objetivos políticos y programáticos para crear organización. El ministro Pimentel, en un acto de presentación de mi libro de memorias en Málaga, dijo que Santiago Carrillo actuó con visión de Estado e hizo grandes e importantes servicios a España. Eso es verdad y se resaltará en estos días con fuerza porque los intereses del PCE y de la clase obrera se sacrificaron en alta proporción. El prestigio era tan grande que sin el PCE no hubiese habido Transición.

Recuerdo que yo era un joven de veinte años, secretario general de las Comisiones Obreras del Campo y miembro del Comité Central del PCE, y planteé que se ocuparan fincas a Santiago Carrillo para forzar al Gobierno de la UCD a abordar la Reforma Agraria. Me dijo que no ocupáramos ninguna finca, que hablaríamos con Abril Martorell, vicepresidente del Gobierno de Adolfo Suárez, y éste enviaría fondos para el empleo comunitario en Andalucía.

Santiago Carrillo decía "primero la libertad y después las revindicaciones económicas y sociales". No habría por la fuerza conquistas económicas ni sociales que para una fuerza de izquierda son capitales. Carrillo me planteó que si ocupábamos fincas se produciría un golpe de Estado. No las ocupamos y sin embargo dieron el golpe de Estado. En las negociaciones con los sectores procedentes del régimen y con los poderes fácticos se aceptó la bandera sin el escudo del águila frente a la bandera republicana, las fosas comunes y los enterrados en las cunetas. Fue un asunto que no se puso sobre la mesa; se aceptó la Monarquía heredada del franquismo y una ley electoral que ha propiciado un bipartidismo fraudulento y corrupto.

Santiago Carrillo creía que el PC sería el primer partido de la izquierda. En las primeras elecciones democráticas del 15 de junio del 1977 ese error de cálculo le hizo aceptar una ley electoral donde, como dijo Alfonso Guerra, "en España votan las vacas más que las personas".

Yo tuve una relación estrecha con Santiago Carrillo. Fui elegido el miembro más joven del partido del PCE como diputado andaluz y senador. Santiago Carrillo era brillante, buen orador, dotado de una ironía finisma. Recuerdo en un debate parlamentario que dirigiéndose a Martín Villa le espetó: "Usted es el peor ministro del Interior que puede tener España. En su grupo no hay ninguna persona que pueda ser peor que usted". Hizo una pausa recorriendo su mirada por los escaños de la UCD y dijo: "Retiro lo dicho".

Los informes al Comité Central eran piezas periodísticas de gran nivel. Era un gran maestro a la hora de analizar la coyuntura. La táctica era su fuerte hasta tal punto que carrillismo ha quedado como sinónimo de tactismo. Los temas ideológicos más profundos los orillaba. En la época de Gerardo Iglesias se autoexcluyó del PCE con un grupo con el que organizó un partido que en las elecciones europeas estuvo muy cerca de lograr un escaño. Ante estos fracasos electorales acompañó a sus militantes a las puertas del PSOE pero él, como Moisés, se quedó fuera.

Santiago Carrillo estuvo más cerca de la IU de ahora que en la época de Julio Anguita, en que las relaciones fueron muy malas. Se refería a Julio Anguita como falangista de izquierda.

Ha estado analizando la actualidad en debates, tertulias, en los medios de comunicación con brillantez, pese a su elevada edad y ha podido seguir al movimiento del 15-M, a los jóvenes que ahora en la calle demandan un proceso constituyente, dando por acabado el de 1978 en el que Santiago Carrillo jugó un papel fundamental.

Carrillo analizó frases como "que no nos representan", "le llaman democracia y no lo es" y tantas otras. Comentó que son los mercados, la banca y el gran empresariado los que se imponen a los representantes cuando no hay soberanía para adoptar decisiones y quedamos reducidos a un corralito de Merkel. Reconoció que el 70% de los españoles de ahora no votó la Constitución y demandan una nueva. Y en esas estábamos cuando se informa de la muerte de Santiago en Madrid.

Cuando una personalidad tan fuerte muere (no olvidemos que España es un país de personalidades fuertes y organizaciones colectivas débiles) todos son elogios, no se suelen hacer balances críticos, yo sin embargo, creo que estamos ante un gran luchador, ante un gran líder comunista, un político inteligente que atesoró un gran prestigio, que jugó un papel extraodinario y que cometió errores que he señalado desde mi punto de vista en este artículo.

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