Emociones a flor de piel
Que sí, que sí se saludaron. Se había extendido el bulo de que las cosas estaban tan mal, tan tensas, tan crispadas, que Zapatero y Rajoy ni siquiera se habían saludado al coincidir en la recepción con la que el Congreso de los Diputados conmemoró el aniversario de la Constitución. No era cierto, se saludaron e incluso se sonrieron. Tras la muerte del guardia civil Fernando Trapero, Manuel Marín y los portavoces de los grupos decidieron que la conmemoración se limitara al discurso institucional del presidente de la Cámara y a un minuto de silencio en homenaje a los guardias asesinados.
La recepción no fue multitudinaria, hace años que no lo es, pero fue emotiva, y a ello contribuyó no sólo el recuerdo de lo ocurrido en Francia sino que Marín pronunció un discurso atípico, no leído, que le salió muy de dentro. Un discurso en el que reivindicó el consenso y poner límites al debate político; un discurso que a muchos les llenó los ojos de lágrimas porque además de otras muchas consideraciones era, sobre todo, un discurso de despedida. Algunos diputados del PP echaron de menos alguna referencia a Gabriel Cisneros, y probablemente tenían razón. Ha sido el único ponente constitucional fallecido, fallecido además muy recientemente, y que era además persona muy querida en la Cámara, no sólo por sus compañeros de partido sino también por los diputados de los otros partidos, por los funcionarios del Congreso y por los periodistas.
Sólo dos ponentes asistieron a la recepción: Manuel Fraga, que nunca ha faltado y, después de mucho tiempo de ausencia, Miguel Herrero de Miñón. Como ha sido habitual en los últimos años, aparecieron caras relevantes de la Transición, mientras que se produjeron ausencias destacadas. Entre los primeros, Jiménez Blanco, Jaime Lamo de Espinosa, Sabino Fernández Campo, Manuel Núñez, Enrique Múgica o Salvador Sánchez Terán, y también varios de los ex presidentes del Congreso, como Luisa Fernanda Rumí y Félix Pons, o ex presidentes del Senado como José Federico de Carvajal. Algunos diputados decidieron llevar a sus hijos o nietos, como fue el caso de Jaime Ignacio del Burgo o Ana Torme. Como estaba previsto, los nacionalistas brillaron por su ausencia, con la excepción de CiU, representada por uno de sus portavoces, Joan Vilajoana.
En la calle, un grupo de personas abucheaba a los socialistas. El peor parado, el presidente de la Generalitat, José Montilla, uno de los pocos presidentes autonómicos que asistieron a la recepción. Además de Montilla sólo se sumaron al homenaje constitucional Esperanza Aguirre, el extremeño Fernández Vara y el manchego José María Barreda.
El ministro Moratinos intentaba explicar las gestiones que hizo ante el embajador venezolano para intentar apaciguar los ánimos de Hugo Chávez. A Bermejo y a Conde-Pumpido les asaltaban con preguntas sobre la ilegalización de ANV que, en cierto sentido, respondió el presidente del Gobierno al decir que la legalidad de ANV "es mucho más frágil hoy que ayer". Rajoy, por su parte, insistió en su disposición a apoyar al Gobierno en su lucha contra ETA incluso aunque el Gobierno no prometa lo que el PP pide, que nunca más vuelva a negociar con la banda.
No hubo canapés como otros años. Y tampoco cava, no está España para celebraciones tras lo ocurrido en Capbreton. La recepción del Congreso no fue multitudinaria, pero sí emotiva.
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