Crónica personal: Es la guerra

Pilar Cernuda

29 de septiembre 2016 - 06:00

PEDRO Sánchez resiste hasta perder el aliento… pero puede haber llegado al último aliento tras la decisión de los críticos de forzar la disolución de la Ejecutiva del partido y, por tanto, el fin del mandato de su secretario general.

Sánchez lanzó un órdago al advertir de que si el Comité Federal no aceptaba su agenda, con la convocatoria de un congreso que presumiblemente prolongaría su mandato, él no presentaría su dimisión. Fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de un número destacado de dirigentes socialistas hartos de que Sánchez no asumiera las decisiones del Federal y antepusiera las decisiones de los militantes, que ha sido su estrategia desde que fue elegido secretario general. A partir de esas declaraciones, las sucesivas batallas -ganadas por Sánchez- se convirtieron en una guerra abierta en el partido.

Hasta aquí hemos llegado, le han dicho sus compañeros de Ejecutiva al presentar la dimisión. Un documento que han firmado con auténtico desgarro personal más que político; jamás el PSOE había sido descabezado a través de una maniobra de esas características. Pero, por otra parte, nunca un secretario general había sido menos sensible al espíritu mayoritario del partido.

Es probable que Felipe González haya tenido un papel decisivo al romper su silencio ante el envenenamiento progresivo de la situación, con unas declaraciones a Pepa Bueno en la Cadena Ser que han sido todo un torpedo en la línea de flotación de Pedro Sánchez, al que presentaba como un hombre que no cumplía su palabra.

"Me siento engañado", dijo el ex presidente del Gobierno, que creyó a Sánchez cuando pocos días después del 26 de junio le dijo que si Rajoy lograba un acuerdo con otras fuerzas y se presentaba a la investidura con 170 escaños, él propondría la abstención para permitirle gobernar. González ya no tiene cargos ejecutivos en el partido, pero continúa siendo un referente, la prueba es que el propio Sánchez quiso entrevistarse con él a los dos días de las elecciones de junio. Debió ser el encuentro en el que le explicó a González que permitiría gobernar a Rajoy si llegaba a la investidura con un número relevante de votos.

Las declaraciones del ex presidente no han caído en saco roto: los críticos de Sánchez, desencantados, desengañados, preocupados, atónitos por sus decisiones equivocadas, debieron pensar que lo que ya no estaban dispuestos a admitir es que, encima, su secretario general no cumpliera su palabra.

¿Y ahora qué? Ahora toca esperar acontecimientos. Ver si se nombra una gestora -los estatutos nada dicen- si Sánchez se resigna a pasar página a su carrera en el PSOE o pretende presentarse a las primarias; saber si Susana Díaz, o alguien, da el paso de presentar su candidatura a la secretaría general, ver también si se celebra o no el Comité Federal…

Después de meses de lenta agonía, el PSOE va ahora deprisa. Lo que no se sabe todavía es hacia dónde.

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