Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Emperatriz
Madrid/La Audiencia Nacional ha condenado a 32 años de prisión a Gurutz Agirresarobe por asesinar al jefe de la Policía Municipal de Andoain (Guipúzcoa) Joseba Pagazaurtundua en 2003 "siguiendo las instrucciones de ETA", aunque le ha absuelto por el delito de integración al estimar que está "huérfano de prueba". Así lo ha acordado la sección tercera de la sala de lo penal de este tribunal, que condena a Agirresarobe, para quien la Fiscalía reclamaba 48 años de prisión, por los delitos de asesinato y tenencia ilícita de armas y le ordena indemnizar a la viuda con 500.000 euros y con 200.000 a cada uno de sus hijos.
El tribunal, compuesto por el presidente Alfonso Guevara y las magistradas Angeles Barreiro y Clara Bayarri, considera probado que el acusado, "inmerso en el Movimiento de Liberación Vasco de la izquierda abertzale (MLNV)" y "siguiendo las instrucciones" de la banda, "ideó el plan para acabar con la vida" del sargento. De esta forma, sobre las 9:30 del 8 de febrero de 2003, Agirresarobe, vestidos con ropa oscura y un gorro que tapaba parte de su rostro, accedió al bar Daytona de Andoain (Guipúzcoa), "tomó asiento en un taburete de la barra, cerca de la puerta de entrada, donde pidió un café con leche" y empezó a leer el periódico. Veinte minutos después, cuando sólo quedaban en la barra dos clientes y una empleada del establecimiento, se dirigió a la mesa en la que se encontraba Pagazaurtundua y, "de pie enfrente de dicha persona, extrajo el arma de fuego que portaba escondida y le disparó cuatro proyectiles", provocándole la muerte.
La autoría de la banda se refleja, a juicio del tribunal, en los comunicados en los que ETA reivindicó esta acción en los periódicos Gara, Deia y Diario Vasco el 19 de marzo de 2003. Sin embargo, encuentra "huérfana de prueba" la acusación por delito de pertenencia contra Agirresarobe, si bien menciona "dos casualidades que lo vinculan a ETA", como que jugara en el mismo equipo de Rugby que Beñat Aguinagalde -supuesto asesino del ex concejal socialista de Mondragón Isaías Carrasco- y que fuera pareja de Aitziber Ezkerra, detenida junto él en agosto de 2010.
El tribunal da cuenta de cómo la Ertzaintza comenzó a seguirle tras la desarticulación en marzo de 2009 del complejo Donosti y recogió una botella en la que el condenado bebió en el bar Iñaki de Irún, así como en otra utilizada durante su declaración ante el juez Fernando Grande-Marlaska, cuyos perfiles coinciden "sorprendentemente" con el del asesino de Pagazaurtundua. Tras insistir en que fue adecuada la cadena de custodia de la taza, que la defensa cuestionó, la sala hace hincapié en que la muestra de ADN es "suficiente aunque no ideal" y que "reputa la responsabilidad del acusado", que se refuerza además con "otros indicios de su persona y periféricos al hecho". Por ejemplo, el hecho de que en aquellas fechas trabajara en Andoain y viviera en Hernani, a diez kilómetros de esa localidad; los 6.000 euros y la documentación intervenida en su casa que "concitan la proximidad del acusado al movimiento independentista" de la izquierda abertzale.
Unos indicios que "dotan de mayor potencia probatoria" las pruebas genéticas, a los que se une el hecho de que el asesino pidiera su consumición en euskera, lo cual reduce la cifra de partida de sujetos con los que puede coincidir el perfil hasta limitarla a ciudadanos que radiquen en el País Vasco. Como otras pruebas de cargo, el tribunal recoge los distintos testimonios ofrecidos durante el juicio celebrado el pasado mes de noviembre por testigos oculares de los hechos, que relataron cómo el asesino se encontraba en la barra del bar tomando un café con leche antes de levantarse y efectuar los cuatro tiros.
La camarera que sirvió la consumición a que Agirresarobe subrayó cómo después del atentado ordenó "no tocar nada" para señalar posteriormente a la Ertzaintza la taza en que usó el asesino, que fue preservada junto con el platillo y la cucharilla, tal y como explicó el instructor de las diligencias, explica la sentencia. Asimismo, insiste en que el lugar donde se colocó el autor del crimen, que ofreció un "rato de espera" tomando un café y leyendo el periódico para "generar un clima de confianza" en la víctima para que así "abandonara cualquier medida de vigilancia", hace "indiscutible" que el fallecido no pudo reaccionar, "resultando estéril el arma que portaba consigo legítimamente".
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