La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
El resto del tintero
Pedro Sánchez resiste la prueba; Ciudadanos y su líder, Albert Rivera, salvan el plebiscito y se hacen con las llaves de La Moncloa, y Cataluña deja un perdedor -el PP- y un muerto: la marca abanderada por Podemos, de tal modo que tras el pinchazo de las elecciones andaluzas en marzo pasado, el partido de Pablo Iglesias no logra desbancar al PSOE como el gran partido de la izquierda española. Es más, el pésimo resultado obtenido por Catalunya Sí que es Pot, con dos escaños menos que en la actualidad, da al traste con la hoja de ruta planteada por Alberto Garzón para una confluencia entre IU y Podemos. Íñigo Errejón, que nunca ha sido partidario de la casa común, contará con esta mala experiencia a su favor.
Una de las dos grandes novedades del 27-S ha sido, en efecto, el avance del izquierdismo radical e independentista de la CUP, un partido que le ha restado votos a Podemos desde el extremo. Y es que Junts pel Sí obtiene una victoria mínima, no logra sumar más escaños que los que ahora poseen Convergencia y Esquerra, pero se encuentra con este aliado secesionistas que es partidario de la salida de la Unión Europea y que ha jurado no votar a Artur Mas como presidente.
Raül Romeva puede terminar como empezó, de número uno.La otra novedad es, sin duda, la de Ciudadanos, determinante para que los electores constitucionalistas, que son mayoría, hayan encontrado un partido más español que el PSC pero no tan español como el PP. Con 25 escaños, Inés Arrimada, una jerezana llegada hace sólo seis años a Barcelona, adelanta lo que le puede suceder a su jefe, Albert Rivera, en las elecciones generales de diciembre. Rivera, más que Pablo Iglesias, se configura como el hombre que tendrá la llave de La Moncloa, él no será el presidente, quizás vicepresidente, pero su partido se va a convertir en la gran bisagra del poder en España. Las generales se presentan ahora muy abiertas entre el presidente Mariano Rajoy y el candidato socialista, Pedro Sánchez.
El domingo catalán no era un plebiscito en lo jurídico, pero sí en lo político. Y, en realidad, con lo que nos encontramos es con la misma escena que el sábado. Si antes del 27-S en el Parlament había 74 diputados independentistas, suma de Convergencia, Esquerra y la CUP, ahora hay 72, mientras que los partidarios del sí no llegan a la mitad de los votos. A pesar de la euforia de anoche en el Born barcelonés, el sí por la independencia no superó al no a la secesión. Hay una alegría impostada, Artur Mas ha conseguido diésel para seguir con su hoja de ruta, pero no ha obtenido la contundencia de una doble mayoría absoluta, lo suyo es una victoria mínima que no le garantiza que seguirá en la Presidencia.
Por lo que respecta a España, estamos tan bien, o tan mal, como el sábado pasado, sin un resultado claro y necesario para conseguir una independencia unilateral, aunque sí con un contundente 48% soberanista que terminará por forzar una salida constitucional. Son casi los mismos que el 9 de noviembre votaron por el doble sí.
El resultado es malo para el PP, en Génova y en La Moncloa se han encendido todas las luces rojas. A mediados de la campaña electoral, un dirigente popular expresaba a este medio su temor por el hundimiento del PSC, estaban contentos por el cambio de Alicia Sánchez-Camacho por Xavier García Albiol, pero el problema ha estado en las filas azules. Como ha ocurrido con Podemos, la marca del PP sigue sin funcionar en las dos comunidades más pobladas de España: Andalucía y Cataluña. Las elecciones generales se presentan, de este modo, muy abiertas entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez con un arbitro naranja muy legitimado para ser el fiel de la balanza.
A pesar de sus alocados bailes y de sus manotazos de ahogado, Miquel Iceta ha conseguido salvar al PSC para las generales, ha dejado a Pedro Sánchez en un buen lugar. El PSOE siempre ha ganado las elecciones por Cataluña y Andalucía y, por el momento, sigue siendo la primera fuerza nacionalista en estas dos comunidades. Iceta fue el único candidato que logró introducir la agenda social en esta campaña plebiscitaria, recoge un partido destrozado por los hermanos Maragall que, sin embargo, no ha expirado.
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