Carrillo, la política

opinión

Manuel Chaves

19 de septiembre 2012 - 01:00

CONOCÍ a Santiago Carrillo en 1977, durante la legislatura constituyente y coincidimos en el Congreso durante algunos años más. Las relaciones entre el PCE y el PSOE no eran fáciles: disputábamos el espacio político de la izquierda y existía una fuerte desconfianza recíproca entre los militantes, heredada de la Guerra Civil y de la lucha clandestina contra la dictadura franquista. Pero pude descubrir lo que se confirmó posteriormente: que Santiago Carrillo fue, y lo ha sido hasta el último momento, un político con mayúscula. Y lo fue en una época difícil para España; intentos de golpe de Estado, inestabilidad política, reivindicaciones territoriales, débil economía, etc.

Por ello me gustaría destacar aspectos de su trayectoria política. Fue junto a Adolfo Suárez, Felipe González y otros, uno de los políticos claves de la transición democrática. Aceptó, para garantizar la convivencia entre los españoles, una Constitución que establecía la monarquía parlamentaria; fue uno de los artífices de los Pactos de la Moncloa que sentaron las bases de la recuperación económica. En definitiva asumió los cauces de la democracia representativa.

Pero además, junto a Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista Italiano, fue uno de los impulsores de lo que se denominó eurocomunismo. Y ello tuvo una gran importancia: la ruptura con cualquier vía de avance social y política que no fuera la democrática ("dictadura ni la del proletariado"). El eurocomunismo, una teoría ya también superada, marcó también el punto de partida de la convergencia entre muchos militantes socialistas y comunistas.

Por último, Santiago Carrillo ha estado en plena actividad hasta el último momento, actividad que se reflejaba continuamente en su compromiso con la democracia, en la defensa de lo público y del Estado de bienestar y su mirada siempre puesta en los trabajadores y en los más débiles. Es difícil no reconocer que fue un hombre que honró la política. Los epígonos de la extrema derecha se rasgarán las vestiduras.

Hagamos oídos sordos.

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