La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
En la muerte de Pérez Llorca
"Fue Javier Pradera el que bautizó aquella época como la alegoría del ciclista. Quería decir que personas que veníamos de lugares, circunstancias y familias muy diferentes pedaleábamos para no caernos. No pensábamos en una meta, ya fuera el liberalismo, la socialdemocracia o el comunismo. Pensábamos en escapar lo antes posible y cuanto más lejos mejor del lugar del que veníamos. Nunca más dictadura". Esa ha sido la primera reflexión que le ha venido a la cabeza al catedrático de Filosofía de la Universidad de Cádiz Ramón Vargas Machuca (Medina Sidonia, 1948), diputado por Cádiz en la legislatura constituyente en las filas del PSOE, tras conocer la muerte de José Pedro Pérez-Llorca.
Admite Vargas Machuca que no tuvo demasiado trato en aquellos años con él. "Yo a quien conocía más era a su hermano Jaime, jefe de servicio de Oftalmología y una persona muy relevante en el PSOE. Cuando llegue a Madrid, al fin y al cabo, yo era un diputado de base y él ya era alguien importante en aquel Congreso. Era letrado de las Cortes y portavoz de la UCD. Aún así, cuando llegamos los de Cádiz se acercó a nosotros y fue la persona cordial que siempre ha sido".
Vargas Machuca asistía con mucho interés a los debates de aquel tiempo. "Eran debates agrios, muy duros, pero si por algo se caracterizaba ese tiempo era porque a las mismas personas que veías decirse de todo en la tribuna, luego los veías conversando amigablemente por los Pasos Perdidos, la M-30, como se le llamaba. Pérez-Llorca era un orador hábil, irónico, incisivo e incluso áspero cuando se le picaba".
Recuerda con especial épica sus batalla dialécticas con contrincantes del nivel de Alfonso Guerra o Gregorio Peces Barba, con los que acabaría Pérez-Llorca trabando buena amistad. "Era gente capaz de ir a lo más duro de la dialéctica y, al mismo tiempo, capaz de fraguar sólidos consensos porque todos teníamos un objetivo común. El objetivo del ciclista, no caernos. Y en eso José Pedro era un maestro".
Con el tiempo, Vargas Machuca y Pérez-Llorca tuvieron una relación más cercana cuando el padre de la Constitución hacía una de sus habituales visitas a Cádiz. "Coincidíamos en lo fundamental, lo que no es por sí mismo bueno, pero es inevitable cuando pasan los años. Charlábamos de aquellos tiempos, que es de lo que hablamos los que tenemos una edad. Posiblemente en nuestras conversaciones había algo de melancolía, pero también orgullo de que las cosas salieran como salieron".
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