Adiós al socialismo que modeló España
El PSOE que ganó este domingo es el que se conforma con perder elecciones y bordear la irrelevancia.
De las opciones posibles los socialistas eligieron este domingo la más radical. La que supone, entre otras muchas cosas, tirar por la borda el legado de moderación y pragmatismo que había representado Felipe González, el socialismo que modeló la España moderna que conocemos. Eligieron la que más lo acerca a la debacle que han sufrido los partidos socialdemócratas de Europa occidental y que han tenido en el estrepitoso ridículo del socialismo francés su, por ahora, último episodio. De lo poco bueno que puede decirse de este proceso de primarias es que ninguno de los tres candidatos ha engañado: Pedro Sánchez ha enseñado siempre sus cartas, ha basado la campaña en la reivindicación del no es no y en el golpe palaciego que el pasado 1 de octubre lo desalojó de una secretaría general a la que vuelve ahora arropado por una militancia que no ha podido que tragar Rajoy revalidara su mandato con la abstención socialista. Susana Díaz ha medido mal. Presumía de conocer el partido como nadie, pero evidentemente no era así. El PSOE andaluz no tenía mucho que ver con el del resto de España y en esa falta de sintonía está una de las claves de lo que pasó este domingo. Únase a ello la traición del socialismo catalán y el rechazo que Susana provocaba fuera de Andalucía azuzado, por cierto, de forma inmisericorde, en las redes sociales.
El PSOE que ganó este domingo las primarias, conviene resaltarlo, es el que se conforma con haber cosechado en las tres últimas elecciones generales los peores resultados de su historia, con ser la cuarta fuerza en Madrid, la quinta en Cataluña, con estar desaparecido en Galicia o el País Vasco, el que no tiene ni por asomo posibilidad de gobernar en Castilla y León… El mismo que comparte con la derecha la idea, ampliamente instalada fuera de la región, de que en Andalucía se ha prostituido el proyecto de izquierdas y se gobierna a base de clientelismo y subvenciones.
La victoria de Pedro Sánchez acerca al PSOE a la esfera de un Podemos que nunca ha ocultado que su proyecto se basa en fagocitar a los socialistas poniéndole todas las trampas posibles, la última la de la moción de censura que hoy adquiere una nueva dimensión. Objetivamente sale ganando el PP de Mariano Rajoy, que en la medida en que la fuerza hegemónica de la izquierda se deslice al radicalismo ve aumentado su espacio. Susana Díaz hubiera sido una rival más dura y correosa para el presidente del Gobierno.
¿Y ahora qué? Susana Díaz ha dilapidado una parte muy importante del capital político que había acumulado y queda, quizás para siempre, amortizada para la escena nacional. No le queda más remedio que volver a centrarse en Andalucía, intentar llegar a un complicadísimo pacto de no agresión con el secretario general y conseguir cuota en la ejecutiva federal, eso si logra salvar un congreso regional que se le complica. Y sobre todo, gobernar y preparar unas elecciones autonómicas que se le ponen cuesta arriba al partido que ha siempre ha mandado en la Junta de Andalucía.
Susana sale debilitada y va a pagar un precio alto por este fracaso. A partir de ahora en el Parlamento andaluz los grupos de oposición tiene munición para hartarse: señora Díaz a usted no la quieren ni los suyos. Va a tener que gestionar con habilidad y echar mano de todos sus recursos dialécticos, que no son pocos, para sobrevivir.
¿Podrá reconstruirse Susana Díaz? Tras los resultados de este domingo no ha más remedio que concluir que su partido le ha dado la espalda y que el PSOE ya no es su PSOE. Ha fallado ella y fallado su equipo. Si quiere seguir en política va a tener que cambiar muchas cosas. No lo tiene nada fácil.
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