"Fui mucho al videoclub, que fue de las cosas más bonitas de mi vida"
Entrevista Alejandro G. Calvo
El crítico de 'Cine A Quemarropa' en SensaCine publica el libro 'Una película para cada año de tu vida'
La vida en películas. Alejandro G. Calvo (Barcelona, 1978) se tituló como ingeniero químico que su pasión, casi lógica, es el cine. Es periodista cinematográfico desde enero de 2000 desde su vocación como crítico en medios como El Cultural, Dirigido Por, Imágenes de actualidad, Ara, Go! Mag. En junio de 2008 lanzó el portal SensaCine con los vídeos Cine A Quemarropa. Ahora con Temas de Hoy ha publicado Una película para cada año de tu vida, libro que recorre de forma sentimental el cine y la forma de ver y sentir el cine. La vida y el cine van de la mano y de media una persona ve 5.000 películas.
-En las entrevistas, en las mejores ocasiones, hay que dejarse llevar. Charlar.
-Es la primera vez que estoy al otro lado en el periodismo. Para hablar con los actores, los directores, te dan cinco minutos y es imposible montar conversaciones con interés. No puedes hacer nada y por eso, al menos en mi mundo del cine, las entrevistas salen como salen.
-¿Y para usted, que el cine lo es todo, qué es el cine?
-Es mi vida. Yo he dedicado mi vida al cine y todo se lo debo al cine. Yo soy hijo único, mis padres no es que me hicieran mucho caso de pequeño, así que desde muy peque empecé a ver películas solo, por mi cuenta. Fui mucho al videoclub, que fue una de las cosas más bonitas de mi vida, de mi infancia. Me hice colega del dueño del videoclub que me dejaba películas que no era para mi edad.
-Era el dueño de Netflix ¿no?
-Por supuesto, el videoclub era el Netflix bueno, el Netflix de los años 80. Qué pasada. Me pasé años entre los estantes del videoclub y por eso desde muy pequeño yo quería ser crítico de cine. Yo acabé escribiendo pelis con doce años y me encantaba aprender. Ser crítico de cine es aprender siempre. Siempre vas a ser estudiante. Fue difícil ganarme la vida con las críticas, no somos millonarios, eso ya lo sabía. Pero no conozco a ningún crítico, crítica, de cine que no sean personas superapasionadas y que le metan corazón a todo lo que hacen.
-¿Cuál fue ese primer descubrimiento en el videoclub? Esa película de la que no sabía nada y apareció por la estantería.
-Tengo un recuerdo clarísimo de coger la trilogía de La guerra de las galaxias y yo era muy pequeño. Era un pack en VHS y me la vi del tirón toda una noche. Y mi madre despertándose y riñéndome porque era ya de día. Tenía diez años. Mi madre me dio una bronca cuando iba por el final de El retorno del Jedi... Y dos semanas después hice lo mismo con El Padrino. Fueron momentos muy alucinantes. Solo en el salón, mientras mi padre dormían. Para mí son recuerdos muy bonitos. Yo siempre digo que las plataformas es un timo. Era más bonito levantarte a las dos de la madrugada para el Cine-Club de La 2. Y en Cataluña, también el Canal 33. Ahí había programación. Los títulos clásicos no están por ninguna parte.
-Los crímenes hay que resolverlos como Hitchcock en hora y media, y no tener que tragarse trece episodios...
-Pongo el ejemplo del remake de Perry Mason. Eran doce horas para resolver lo que en los años 60 se cerraba en un capítulo. Ahora necesitamos doce horas para contar lo mismo. Y yo soy de los que ven la series del tirón. Tengo un amor/odio con las series.
-Después de El Padrino, en su niñez, usted debió toparse con el blanco y negro.
-Claro y ese título fue La jungla del asfalto, de John Huston. Un modelo de película de atraco que sale mal, todos muriendo. Y la otra fue Los sobornados de Fritz Lang. Eran películas que se salía de lo que yo debía ver siendo un niño. Pero la película que me empuja ya, definitivamente, a ser crítico de cine es Taxi Driver. La veo y me destrozó vivo. Un solitario, alienado, que se vuelve contra la sociedad. En algún momento todos nos hemos sentido. Fue esa peli en la que dije, "esto es algo más".
-¿Grababa las películas de la tele?
-Yo tuve 1.200 cintas de VHS. A los Reyes Magos les pedía cintas vírgenes de VHS. Era lo mejor que me podían traer.
-¿De Polaroid o TDK?
-De TDK, que daba para cuatro horas largas. Grababa de Canal +´y entre mi colega del videoclub y la tele tuvo la filmoteca de mi vida. Supe programar bien el vídeo para pillar las películas de madrugada. Ahora me agobia ver las películas en la tele porque la pantalla está llena de moscas, de promociones. Me puse a ver la última de Tarantino, por seguirla en un canal, y no podía con tanta sobreimpresión.
-De eso ya se quejaba Carlos Pumares, cuando sólo aparecía el logo de TVE.
-Lo escuchaba y lo he tratado. Es muy temperamental, lo parece, pero es una buenísima persona. Yo lo oía cuando acababa José María García.
-Pumares insistía en que no valía ver la pelis en el vídeo. El cine, en el cine.
-Tarantino ya dice que el VHS molaba porque para partirlo necesitabas un martillo y todos los soportes posteriores eran más delicados. Yo soy muy fan de lo analógico. Y del celuloide. En las copias rotas, tan vistas, dañadas, hay belleza.
-Eso ya lo contaba Cinema Paradiso.
-En la Filmoteca Española programé Corazón salvaje de David Lynch y me advirtieron de que la copia estaba destrozada. Yo dije que a Lynch le encantaría proyectarla así. Era una preciosidad: saltaban las secuencias, las imágenes aparecían quemadas. A Lynch le habría encantado ese pase tan imperfecto.
-¿El cine de culto se divide entre películas para verlas de tarde en tarde, porque engollipan, y otras para verlas en cualquier momento?
-Ahí soy cero dogmático y elitista. Cada espectador tiene su forma de relacionarse con las películas. Que cada cual tenga su manera de disfrutar y de atender a las críticas. Yo no soy nadie para exigir que se vea una película pero más que nunca es útil el trabajo de los prescriptores. Para eso hay que ganarse al lector. A todo el mundo le gusta ver películas y no hay nada como una orientación.
-Doctor, ¿es grave si me gusta ver Grease o En busca del arca perdida?
-Yo estoy en contra de la expresión placer culpable. Disfruta de lo que te guste. Hay veces que el cuerpo te pide ver Grease, o Los bingueros o una de Tarkovsky. Y no es lo mismo ver una película en pantalla grande en Venecia que mientras vas en el autobús Madrid-Soria. La relación con las imágenes depende de dónde y cómo te encuentres.
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