"Lo valioso del viaje no es el destino, sino el propio viaje"
andrés pascual. abogado, viajero y escritor
-Explíqueme ese momento en que un abogado con veinte años de ejercicio dice ale, todo a la porra. Me largo.
-¿A que parece increíble? Es el resultado de un viaje vital que comencé cuando decidí perseguir aquello que amaba, que era escribir. Esta decisión, que parece tan radical, fue un paso natural en el proceso de seguir creciendo.
-El subtítulo de su libro de viajes es "nunca es tarde para perseguir lo que amas". No sé si eso vale para alguien con hipoteca, hijos, mujer, trabajo...
-Es a esas personas a las que va dirigido. Todos tenemos ataduras, voluntarias o impuestas. Vivimos en un torbellino del que pensamos que es imposible salir, pero estamos confundidos. Hay que poner cada cosa en su sitio y priorizar.
-¿Cuál fue su primer viaje iniciático, por llamarlo de algún modo?
-Cuando crucé el Himalaya en 4x4. Allí surgió mi primera novela, El guardián de la flor de loto y decidí caminar hasta verla publicada. Tenemos la obligación de soñar. El mundo se empeña en convencernos de que es imposible, pero no hay que hacerle caso. Si empezamos a caminar hacia los sueños, ya los estamos conquistando.
-En su libro recorre diez destinos como terapia. ¿Cuál le resultó más valioso?
-En cada destino del libro encontré una herramienta para seguir adelante, que utilizo dependiendo del momento. Pero lo más valioso es el viaje en sí mismo. Cuando llegue el último día y miremos atrás, nadie nos podrá reprochar el no haber alcanzado alguna meta, pero sería terrible darnos cuenta de que no hemos caminado hacia ellas.
-Incluye Siria como superación. No parece el momento más adecuado para superarse en Siria. Es terrible lo que allí sucede.
-Da ganas de llorar. Pienso que en mi viaje quizá charlé con alguien que hoy ha caído bajo las balas o ha tenido que huir. Yo lo visité antes de la explosión fundamentalista y era fascinante. En ese capítulo hablo de una ruta en furgoneta que hice a través del desierto hasta la frontera de Iraq. Comprendí que al principio de cada viaje vital hemos de superar nuestro propio desierto. Todos los comienzos son complicados. En lugar de tratar de evitar las dificultades, hay que reunir fuerzas para superarlas.
-Para usted, Sudáfrica, un país que tanto hemos asociado a la falta de libertad, es la libertad.
-Durante el apartheid, los sudafricanos comprendieron que el secreto para liberarse de las cadenas era ser fieles a su sueño de libertad, no venderse al carcelero. Allí aprendí que si tú no diriges el timón de tu vida, otros lo harán por ti.
-A Japón le dedica la palabra Verdad. Una palabra demasiado grande. No sabía que existiera la Verdad.
-Bien visto. Nos pasamos la vida comparando y juzgando, muchas veces a nosotros mismos de forma despiadada, a pesar de que no hay un modelo único de éxito o fracaso. En Japón me enseñaron que lo único verdadero, tenga la forma que tenga, es aquello que hacemos por amor.
-¿Tíbet y la India cambian a la gente tanto como se dice? He conocido a mucha gente que ha ido allí y han vuelto... raros.
-Espero no parecerle demasiado raro. Esos países son otro universo. Por eso nos resultan tan chocantes y tan inspiradores. De ellos me quedo con una frase que me repito cada día frente al espejo: eres tremendamente afortunado por haber nacido y no puedes desperdiciar ni un instante de tu vida.
-El Brasil de ahora tiene toda la pinta de una burbuja, como lo fue la nuestra, a punto de estallar.
-Más que burbuja, una caja de bombas, con un subdesarrollo que no puede ocultarse tras pancartas políticas. Pero si tiene algo bueno el pueblo brasileño es su capacidad para no bloquearse por pasados que ya no existen y futuros que no han llegado y vivir el ahora, el único momento cierto.
-No menciona países occidentales. ¿No le sugiere nada nuestra civilización?
-Es asombrosa, pero ya nos la sabemos. Empecé a viajar para buscar nuevas preguntas y respuestas, y fue en estos países lejanos donde encontré la inspiración para reconducir mi vida.
-Vive en Londres. A mí me gusta Londres. Me sugiere la palabra diversión, que también puede ser útil.
-¡Y tanto! Padecemos un problema crónico, quejarnos mucho y reír poco. Mi libro comienza con una frase de Stevenson: "No hay deber que descuidemos más que el deber de ser felices". Y para buscar esa felicidad hemos de reencontrarnos con el niño que fuimos, el que se divertía, experimentaba y se emocionaba. La espontaneidad es el motor del cambio.
-¿Qué enseñanzas nos puede dejar este viaje a la brutal crisis económica?
-No soy de los que creen que sufrir es bueno porque nos da la oportunidad de superarnos. Sufrir es terrible, pero forma parte de nuestra existencia. Hemos de aceptar la vida como una montaña rusa, y demostrar que aun siendo tan frágiles, albergamos la fuerza para emprender desafíos. Aquellos que marcaron los logros de la Historia eran como usted y como yo, con sus virtudes y sus debilidades.
-¿Sigue desde Londres esta corrupción española tan poco espiritual?
-Es desesperante leer las noticias, pero es en esos momentos de hartazgo cuando hemos de pegar un puñetazo en la mesa y decir: voy a cambiar las cosas y, para ello, voy a empezar por mí mismo. Tengo la obligación, sea como sea, de convertirme en la persona que quiero ser.
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