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“El turismo ha cambiado la estructura comercial de los centros históricos”

Ibán Díaz Parra y María Barrero Rescalvo | Geógrafo y Urbanista

Ibán Díaz y María Barrero en uno de los patios del Rectorado de la Universidad de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Ibán Díaz Parra, geógrafo, investigador y docente en el departamento de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla; y María Barrero Rescalvo, urbanista, investigadora y docente en el departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Universidad de Sevilla, son los autores de Turismo, desarrollo urbano y crisis en las grandes ciudades andaluzas, un libro que aborda esta problemática mediante un estudio comparativo en algunas de las principales ciudades andaluzas: Cádiz, Sevilla, Málaga, Córdoba y Granada. Lo hace desde la perspectiva de los estudios urbanos, un libro que aborda esta problemática general mediante un estudio comparativo en algunas de las principales ciudades andaluzas: Cádiz, Sevilla, Málaga, Córdoba y Granada. Lo hace desde la perspectiva de los estudios urbanos, partiendo del hecho de la fuerte relación entre turismo y desarrollo urbano en el último tiempo, a raíz de los planes de renovación urbana y planes turísticos, sobre ciudades que se han convertido en paradigmáticas del turismo cultural a escala internacional.

¿Hasta qué punto es la despoblación de los centros históricos consecuencia de la explosión del turismo?

Hay que tener en cuenta que los centros históricos de las ciudades grandes han pasado por distintos procesos. Durante la segunda mitad del siglo XX entraron en un estado de abandono y despoblamiento, relacionado con el crecimiento periférico de las ciudades. Desde los noventa comenzó una reinversión en los centros, que volvieron a verse como una buena opción para el mercado inmobiliario. Los barrios históricos residenciales de Sevilla, Granada o Málaga volvieron a ganar bastante población en los dos mil siguiendo a las fuertes inversiones públicas y privadas producidas años anteriores (4600, 1300 y 1100 habitantes respectivamente). Sin embargo, a partir de 2012 estos mismos barrios comenzaron otra vez a envejecer y perder población, casi el total de lo recuperado en la etapa anterior. ¿Qué ha pasado? Esto coincide con el aumento exponencial y gran concentración de viviendas turísticas en estas áreas. Este cambio de tendencia no se ha producido en otros barrios residenciales de estas ciudades. A falta de una hipótesis mejor, deberíamos asumir que la relación entre la proliferación del alquiler turístico y las pérdidas de población es la explicación más lógica.

¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrentan las ciudades andaluzas?

El sistema de ciudades andaluz es grande y complejo. Sevilla debe parar la sangría demográfica que sufre, empezando por su centro histórico. En el caso de Jerez, el centro histórico ha seguido degradándose y tiene barrios que se caen a pedazos. Málaga es la gran ciudad andaluza más dinámica demográficamente, pero probablemente su centro histórico es el más saturado por los usos turísticos. La problemática común es una dependencia perniciosa del sector turístico-inmobiliario. Llevamos mucho tiempo apostando todo a la economía turística, por lo que contar con alternativas es fundamental. El turismo puede tener capacidad de atraer inversiones, pero también hemos visto cómo es un tipo de economía que tiene muchas limitaciones. Es un hecho incontestable que genera principalmente puestos de trabajo precarios e inestables. Es además un sector muy ligado a las dinámicas especulativas del mercado inmobiliario, que son depredadoras con los paisajes naturales y culturales. Además, hemos comprobado que es muy sensible a las crisis inmobiliario-financieras, sanitarias y bélicas. Deberíamos reconsiderar cómo se están haciendo algunas cosas.

La legislación de este asunto es compleja. Hay competencias municipales, autonómicas y estatales. Ahora parece que incluso la Unión Europea quiere abordar la proliferación de los pisos turísticos. ¿Es necesaria una única normativa?

Todo este lío comienza con la Ley de Arrendamientos Urbanos, que en 2013 saca a los alquileres temporales de su ámbito de competencia por considerarlos parte de la regulación del sector turístico de cada autonomía. Esto hace que se generen disputas entre administraciones, ya que las autonomías tienen las competencias en materia de turismo y los ayuntamientos sobre los usos del suelo. En Andalucía, los alquileres temporales en plataformas se consideran Viviendas para Fines Turísticos, y no se establecen límites en cuanto duración o número de viviendas que puede alquilar un mismo propietario. Pero no hay nada en este tipo de alquiler que lo obligue a tener un uso turístico, ya que también se pueden usar por motivos laborales, familiares, de salud… Sus dinámicas condicionan al mercado de alquiler convencional, dado que los propietarios pueden pasar las viviendas libremente de uno a otro. Lo que se ha hecho con esto es crear dos mercados del alquiler paralelos, uno sometido a regulaciones de ámbito estatal y otro totalmente desregulado. La normativa europea por lo general tiende a la mínima regulación. Lo lógico sería que la LAU regulase lo alquileres de corta duración para todo el territorio del Estado.

¿Qué medidas habría que adoptar para que haya un equilibrio y una correcta convivencia entre residentes y foráneos? ¿Es una utopía hablar de una disminución de los pisos turísticos?

No solo tenemos el problema del alquiler, este tipo de barrios acaban siendo muy incómodos para vivir (ruido, suciedad, falta de comercios básicos, calles y plazas saturadas, etc.). Habría que tomar medidas contra la saturación turística. Poner topes al número de alojamientos turísticos que puede haber en un barrio sería un buen comienzo, plantear formas de decrecimiento turístico una buena continuación. Para ello, habría que reconsiderar las políticas públicas y de planificación, regular los alquileres, reducir el gasto en promoción y márquetin turístico, plantear alternativas económicas más allá del turismo.

En ciudades como Sevilla asistimos incluso a un cambio en el hábito de consumo. Se está desplazando a los residentes de los bares que adaptan sus horarios a los foráneos y establecen unos turnos de consumo…

El turismo ha transformado la estructura comercial de los centros históricos. Hemos visto cómo han ido cerrando comercios de bienes básicos y a precios asequibles en pos de otro tipo de consumo, y muy especialmente bares. La concentración de bares, a su vez, están produciendo situaciones de privatización del espacio público con terrazas y veladores totalmente depredadoras. La falta de comercios y espacio público también implica una pérdida de lugares para el encuentro y la sociabilidad, para que jueguen los niños o descansen los mayores. Por otro lado, no olvidemos que los comercios también sufren los aumentos de alquiler derivados de la tensión en el mercado inmobiliario.

¿Implantar una tasa turística sería una solución a los problemas?

Bajo nuestro punto de vista, no es ni la medida más eficaz ni la más urgente. Si sabemos que uno de los principales problemas tiene que ver con la degradación del derecho a la vivienda, deberían plantearse políticas que planteen soluciones a esto, que faciliten alquileres asequibles, que den más derechos a los inquilinos de larga duración y que promuevan que las zonas más despobladas recuperen residentes. Sabemos que en las comunidades donde la tasa turística se ha aplicado, como Cataluña o Baleares, no se han solventado los problemas derivados de la turistificación. Al contrario, estas ciudades no han parado de crecer en visitantes.

¿Qué impacto tienen las viviendas turísticas en los alquileres?

Las viviendas turísticas en las ciudades andaluzas tienen la capacidad de aportar a sus propietarios rentas dos y tres veces más altas que un alquiler convencional. Además, los libera de las obligaciones que impone la Ley de Arrendamientos Urbanos sobre los alquileres convencionales. La decisión económica racional es pasarse al alquiler turístico. Una consecuencia directa de ello es la reducción del stock de viviendas en alquiler convencional disponibles para el inquilinato, no solo en los centros históricos, sino en toda la ciudad. Por lo que tiene sentido pensar en un encarecimiento de precios en todo el mercado del alquiler local. Las personas expulsadas de las áreas más saturadas tienen que vivir en algún sitio, por lo que hay barrios que sin ser turísticos están recibiendo esta población y viendo tensionados los precios de sus viviendas. En cualquier caso, una vivienda turística siembre implica una familia menos viviendo ahí.

Hay colectivos que ya reclaman que los vecinos de zonas muy saturadas turísticamente tengan beneficios fiscales a través del IBI o de otros impuestos municipales. ¿Qué le parece?

Creemos que el principal problema de los centros históricos no se encuentra en los propietarios. La mayor parte de la población residente que abandona los centros históricos son hogares en régimen de alquiler. En cualquier proceso de este tipo son los más proclives a tomar la decisión de buscar otra residencia, por motivos obvios. Por supuesto, un hogar en régimen de propiedad también puede elegir mudarse cuando su barrio se ha convertido en un parque de atracciones para turistas. Sin embargo, no vemos de qué forma una reducción del IBI les va a invitar a quedarse, cuando la vida cotidiana en estas zonas se vuelto tan difícil. Si se quiere parar la sangría demográfica, la intervención debe hacerse pensando en primer lugar en favorecer a los inquilinos de larga duración.

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