"Los trolas necesitan tontos útiles"
Carmela Ríos | Periodista
LA INFORMADORA DE LA DESINFORMACIÓN. Canaria de nacimiento y ceutí de corazón, la periodista Carmela Ríos (1965) ha dedicado parte de su carrera a los informativos de televisión, tanto fuera (corresponsal en París de Antena 3 TV y CNN) como en España (responsable política y judicial para CNN y Cuatro). Estudia la interacción entre el periodismo, las redes sociales y la comunicación. Imparte clases sobre desinformación y digitalización. Escribe una columna en El País.
–Una mentira repetida 100 veces se convierte en verdad. A Goebbels hay que darle la razón, ¿no?
–Sólo si renunciamos a la creencia de que la realidad es una y es tozuda, algo complicado en un mundo donde la verdad y la mentira se mezclan cada vez con más naturalidad. En nuestras manos está dimitir, o no, en la defensa de lo que es veraz.
–Escribió Azorín: "Sancho, sin duda, está preparando su embuste; pero, ¡qué!, si Sancho es el primer convencido de que la mentira es verdad. ¿Y no estaremos también convencidos nosotros?". No chirría si cambiamos Sancho por Sánchez...
–En política, como en la vida, puede uno trabajar un amplio registro de relaciones con la mentira, desde la media verdad al embuste manifiesto pasando por la omisión. Acostumbramos muy mal a toda nuestra clase política si estas estrategias le salen gratis.
–En fin, hoy las trolas no penalizan. ¿Verdad o mentira?
–Depende de nuestro grado de tolerancia a la mentira y de la capacidad de ciudadanos y periodistas para identificarla y combatirla. Las trolas necesitan tontos útiles para circular y acabar convenciendo. Lo ideal es hacer lo posible para no formar parte del colectivo de tontos.
–A menudo alguien afirma como verdad irrefutable algo que ha leído en... Facebook. ¿Hemos perdido la batalla de la veracidad?
–No lo creo. Los ciudadanos están aprendiendo a ser más desconfiados con lo que se cuela en sus móviles y no tiene firma. Otra cosa es que quieran creerlo por reforzar sus creencias.
–A la prensa de papel la dan por muerta hace tiempo, ¿"los muertos que vos matáis gozan de buena salud"?
–La prensa impresa sufre las consecuencias de los nuevos hábitos informativos, pero aporta una experiencia de lectura insustituible y un valioso soporte publicitario al negocio. Hay medios españoles, franceses y anglosajones llenos de felices ejemplos de cómo adaptar los productos en papel a formatos temáticos o suplementos muy cuidados que los lectores aprecian especialmente.
–¿La credibilidad de los medios se vio más amenazada tras el 11-M?
–Al contrario, la realidad puso a cada uno en su sitio. El problema no fue de los medios sino de algunos responsables que se empecinaron en realzar enfoques que la investigación y los expertos internacionales estaban desechando. El paso del tiempo los retrató.
–Rusia no podrá participar en los Juegos. ¿Quién aprovechará el vacío para ganar la medalla de oro en difusión de noticias falsas?
–No le quepa duda de que Rusia practicará el tiro al bulo en los Juegos aunque sus deportistas se queden en tierra por las decisiones de su presidente.
–¿El Kremlin ayudó a Puigdemont?
–Al Kremlin le gusta todo lo que huela a jaleo en Occidente y explota informativamente cada protesta o problema para dar la impresión de que Europa es un continente en decadencia. Así sucedió en el referéndum catalán o con los chalecos amarillos en Francia. Si la cosa con Puigdemont fue más allá, lo sabremos cuando la UE concluya su investigación.
–¿Cómo de jodidos estaremos si Trump vuelve a la Casa Blanca con su amigo Putin bien asentado en Moscú?
–Digamos que vamos a entrar en un terreno desconocido, especialmente si las elecciones al Parlamento Europeo dejan bien asentadas en Estrasburgo a formaciones de extrema derecha.
–Trump: "Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos".
–Como diría el clásico, no necesitamos ir a "desiertos remotos ni a montañas lejanas" para encontrar a populistas que, como Trump, se sienten invulnerables por manejar con maestría la desinhibición como arma de comunicación política. Es uno de los grandes beneficiarios de la desinformación, esa amenaza global de la que el asalto al Capitolio, en enero de 2021, es un pedazo de monumento.
–Como experta en digitalización, ¿los chinos ven y oyen todo lo que hacemos en nuestros dispositivos?
–Sería injusto atribuir esta maestría sólo a los chinos si bien autoridades y reguladores investigan qué hace Tik Tok con el reguero de datos de cada usuario. En torno a la privacidad de nuestros datos se libra una de las batallas de nuestro tiempo.
–¿Qué estamos haciendo mal en las redes los periodistas cincuentones?
–Pensar que sabemos utilizarlas porque son sencillas. Son una herramienta imponente para el periodismo a condición de explotar todas sus posibilidades. Opinar es accesorio. Un periodista con canas que sabe usarlas es un tesoro.
–En Periodismo había un profesor de Nuevas Tecnologías de la Información que dijo: "Hay una cosa nueva que se llama Internet, pero no le veo mucho futuro". Demasiado bien nos ha ido...
–Podríamos juntarlo con el director de Informativos de una cadena de televisión que me dijo que eso de Twitter sólo servía "para hacer amigos falsos".
–Imparte clases de Periodismo en redes sociales. Me suena a curso de submarinismo en el Gobi. ¿Cómo se ejerce el periodismo en medio de ese ruido ensordecedor?
–Sólo si aplica a las redes los mismos criterios que a otro contenido periodístico: relevancia, rigor y corrección narrativa.
–Su blog se llamaba Jugaba en el Betis. Si titulo por ahí, la mitad de los lectores de Sevilla dejarían de leer la entrevista ipso facto. ¿Qué es la polarización?
–La referencia al Betis trasciende lo deportivo. La creó un amigo de Ceuta para expresar socarronamente poca confianza ante una afirmación, como: "¿Qué has estudiado cinco horas esta tarde? Claro, claro, cinco horas jugaba en el Betis". Ojalá la polarización fuera tan inocente y no estuviera creando estas trincheras invisibles que nos amargan la existencia.
–Señora tuitera, dedica a las redes semanas laborales de cien horas. ¿Qué hace en sus ratos de ocio?
–Nadar. El móvil se queda en la bolsa, estoy desconectada y soy ilocalizable. Es la experiencia "analógica" perfecta para mover el esqueleto, recuperar la calma y el silencio. Libre de todo ruido. Un lujo.
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