"Al tratar el tema de la muerte, estamos como huérfanos"
Kathryn Mannix | Médico pionera en paliativos
A menudo se siente, afirma, como una matrona a la inversa. Tener una buena despedida es tan importante como tener una buena llegada. La doctora Kathryn Mannix ha dedicado toda su carrera a mejorar la vida de los enfermos de paliativos y sus familiares, perdidos en una cuestión (la muerte) que no sabemos –asegura– cómo gestionar. Ha publicado con Siruela Cuando el final se acerca, contando sus experiencias y reflexiones. Su versión inglesa estuvo en la lista de los libros más vendidos del Sunday Times y fue finalista del Wellcome Book Prize.
-¿Cómo terminó escogiendo una especialidad tan dura como paliativos?
-Vi que aportaba más, que lo que podía hacer con los pacientes que no iban a sobrevivir era mucho más interesante. Cuando empecé, además, era una especialidad apenas desarrollada y tuve que ir formándome casi por mi cuenta.
-Después de todas las experiencias que cuenta en Cuando el final se acerca, ¿ha llegado a acostumbrarse a hablar sobre la muerte?
-Supongo que sí. Eso no significa que, cada vez que tengo una charla con un enfermo sobre qué esperar o no, no me emocione. Pero no son lágrimas de tristeza sino... diría que de alivio. Siento que estoy explicando a los pacientes algo muy valioso, que les hago compañía, que les sirvo de consuelo y que les estoy, les estamos, realizando un enorme regalo. Es cierto que esta especialidad es muy exigente, muy complicada: pero no lo es más, pienso, que lo que hacen aquellos médicos que te ayudan a vencer una depresión o que están catorce horas en un quirófano realizando un trasplante.
-Hubo un cambio de paradigma, dice, cuando pasó de "tratar" a los pacientes a "trabajar" con ellos.
-Cuando te haces médico, tu principal objetivo, por supuesto, es hacer un diagnóstico acertado. En paliativos, tienes que realizar un diagnóstico acertado de la persona: trabajar con la persona en vez de tratarla supone entender lo que les ocurre a los pacientes y qué necesitan que ocurra.
-Subraya el importante papel de la Terapia Cognitiva Conductual (TCC) en el bienestar de los enfermos.
-Descubrir la Terapia Cognitiva fue lo mejor que me pudo pasar durante mi formación en paliativos. Primero, me interesó su utilidad y me acerqué a ella superficialmente, pero después me formé como especialista. Cuando un paciente adopta las herramientas de la TCC, puedes ver el resultado muy rápido; la gran diferencia con todos los demás recursos que podemos ofrecer los médicos es que son ellos mismos los que se ayudan: descubren que aún tienen cierto control.
-¿En qué sentido?
-Te ayuda a eliminar el ruido, reprogramando la relación entre pensamiento y sentimiento. Los buenos resultados de la TCC eran tan evidentes que muchos compañeros me pidieron una especie de primeros auxilios de Terapia Cognitiva para su día a día con los pacientes.
-Físicamente, hemos exiliado a la muerte de nuestro entorno, aunque nos hemos quedado sin saber gestionarla emocionalmente.
-Sabemos mucho sobre los nacimientos pero, en un momento tan determinante como la muerte, estamos como huérfanos. A veces, ni médicos ni enfermeras asumen bien el proceso: no hemos sido formados para eso, ni emocional ni profesionalmente. Hay que tener la valentía de decir a los pacientes cómo será la vida para ellos si es posible más tratamiento: unos lo aceptarán, otros no. Los avances médicos han permitido que se alargue artificialmente la vida, a toda costa: es algo que se observa mucho en la sanidad norteamericana, y en la australiana también. Hay líneas muy difíciles y delicadas. En Reino Unido estamos cambiando las cosas, buscando siempre el bienestar del paciente, para acercarnos a un final más razonable.
-¿Cuáles son nuestras principales ideas erróneas en torno a la muerte?
-Lo primero es el miedo incluso a mencionar la palabra. Pero hemos de asumir que lo normal sería poder hablar de la muerte con tu propio médico: "Quisiera hacer esto el máximo tiempo posible", por ejemplo. Tendemos a pensar que hay mucho que temer y poco que preparar, cuando es justo lo contrario. Autorizar o no la respiración asistida. Podemos pensar con antelación el tratamiento que querríamos tener, y cuál no, y nuestra familia debería estar al corriente. No hemos de dar por hecho que la gente que nos importa sabe que la queremos mucho: tenemos que asegurarnos de que lo saben. En el Reino Unido, por ejemplo, hemos sido tradicionalmente muy reservados, pero creo que esto está cambiando, que los jóvenes expresan mucho más sus emociones. Eso ayuda mucho. Envejecer también supone estar preparado para sopesar qué te gustaría hacer, y qué no, con el tiempo que te queda.
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