La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
Juan Antonio Ruiz, 'Espartaco' | Torero
EXCELENTE TORERO, MEJOR PERSONA. Juan por parte de Belmonte y Antonio por vía paterna, Espartaco (1962) se labró una dorada carrera en los ruedos a base de tesón, como desgrana Carlos Crivell en Espartaco, gran maestro del toreo (El Paseíllo). Heredó el sobrenombre de su padre, a quien se lo puso El Pipo, apoderado del Cordobés, tras ver a Kirk Douglas en acción, y le dio brillo. Vive en Majavieja (Constantina), donde lleva una ganadería. De trato exquisito, encima convida al entrevistador al tentempié, algo poco habitual.
–Agassi llegó a odiar el tenis de niño porque su padre lo exprimió para que fuera una estrella. ¿Le pasó algo parecido de crío?
–No, mi padre no me inculcó el mundo del toro; es más, me lo puso difícil porque no quería que fuese torero, quizás no me veía capaz. Cuando me vio, me ayudó y valoró mucho. Él sí es un loco del toro, apasionado total. Y yo, aunque al principio quise ser torero por darle una satisfacción. Voy poco a la plaza porque sufro mucho, pero lo tengo siempre en mi vida.
–Y tiene una ganadería.
–Más que por ganadero, como agradecimiento al toro.
–¿Y qué tal?
–Costándonos el dinero. El negocio es malísimo, pero al toro no le puedo pedir absolutamente nada: lo que me tuvo que dar, me lo dio.
–Número uno del escalafón ocho años, cinco Puertas del Príncipe, una Puerta Grande... Vaya currículum.
–Pudo ser mejor... o peor. Me esforcé mucho por los objetivos. Y conté con el afecto del público, ellos son los que te hacen grande. Uno no lo es por uno mismo, los demás lo deciden porque ven algo en ti. Me gusta haber hecho feliz a tanta gente.
–25 de abril de 1985. Feria de Abril. Facultades. Puerta del Príncipe. ¿Concilió el sueño esa noche en el hotel Colón?
–La abrí en el 82, pero en el 85 pensaba en la retirada o en hacerme banderillero. Aquello fue una sorpresa y me dio la tranquilidad para observar desde fuera e incluso desde el fracaso lo que había conseguido ese día. Lo viví con más intensidad y le di más importancia que si hubiera sido un triunfo de triunfo.
–¿Ya no quedan toreros como los de antes?
–Sí, pero la vida y la sociedad están cambiando. Hoy son más jóvenes, salen, entran, se divierten, tienen una gran responsabilidad porque las exigencias son muy duras, con un esfuerzo sobrehumano, pero con más libertad, con vivencias diferentes a las de antes.
–Fue el último gran maestro del siglo XX. ¿Quién ha sido o es el primero del XXI?
–Los hay grandiosos: El Juli, Morante, Manzanares, Roca Rey... No me puedo quedar con uno.
–¿Y el mejor de siempre?
–En todas las épocas ha habido referencias según el toro y lo que exigía el público. ¿Los mejores de ahora lo serían igual antes? Sí, igual que los mejores de antes lo serían hoy.
–Diga un cartel para un día grande en La Maestranza con maestros del pasado y del presente.
–El de mi primera Puerta del Príncipe: Curro Romero, Francisco Rivera Paquirri y Espartaco.
–Es sencillo y humilde. Hasta Pablo Iglesias se llevaría bien con usted...
–Eso seguro. Es más, tengo muchos más amigos no taurinos que taurinos. Intento entender y respetar a todos.
–Delante de un morlaco, ¿qué hablaba con Dios?
–Pedía ayuda para que no me ocurriera nada y ayudar a los míos. Y también al toro que me pudiese perdonar. Eso siempre. Rezaba y he tenido mucha fe, pero también he pedido perdón por todo aquello que a lo mejor no pudiese estar bien.
–El perdón del toro.
–La gente lo puede ver diferente porque es una situación de muerte en la plaza, pero siempre le he dado la importancia de la vida y por eso pedía perdón por todo.
–Un sonado artículo de Antonio Burgos calificó de "niñatada" un quite suyo a un toro de Curro. ¿Se intentó alimentar la rivalidad?
–No. Por las ansias de triunfar haces cosas que nunca harías luego. Pecados de juventud. Está bien que de vez en cuando te peguen un toquecito para que aprendas a respetar a los demás.
–Dentro de 50 años seguirá en pie y con pelazo, pero... ¿habrán desaparecido las corridas?
–Espero que no, aunque no por las corridas ni por los toreros ni por la Fiesta, sino por el animal. El toro no debería desaparecer nunca, hay que engrandecerlo.
–"En Sevilla me encerré con seis toros de Miura porque tenía mucho miedo". Si no llega a tenerlo se mete con una docena...
–Por superar una situación de temor, sí, de ahora o nunca, y demostrar que tenía capacidad. No sabía si triunfaría o no, pero al menos quitarme ese terror. Y lo hice en varias ocasiones.
–Cuatro años sin pisar los ruedos por lesionarse en un partido de fútbol benéfico. ¿Duele más una cornada o partirse la rodilla?
–Mucho más partirme la rodilla, pero aprendí a valorar más la vuelta. Me decían que cuando reapareciera iba a triunfar y yo respondía que cambiaría todo por los días de fracaso, no por los días de triunfo. Y me di cuenta de que en la vida el triunfo no siempre te lo da todo.
–Una broma de amigos: "Tengo más dinero que un torero". ¿Confirma que las cuentas de los diestros están bien colmadas?
–Desgraciadamente, los toreros hoy ganan poco. Lidian un toro para ellos y otro para los impuestos, que es normal, pero esta carrera es muy corta y pasa todo muy deprisa. Deberían ganar mucho más.
–Espartinas es un pueblo muy taurino… ¿o lo era hasta que llegaron las actuales autoridades municipales?
–Confío en que se solucione. Creo mucho en la libertad, de los que están a favor y en contra, y en el respeto a esas personas a las que si les gusta algo, no se lo prohíban.
–Si se amplía el recinto del Real de la Feria, ¿sería usted el primer candidato para una nueva calle?
–No, no creo. El último fue Curro. Sevilla tiene unos toreros grandísimos.
–Sería un honor.
–Un halago absoluto. Me volvería loco de felicidad. Pero hay muchos toreros, y lo digo de corazón, no por cumplir, que se lo merecen igual que yo. Sería un sueño.
–"La paz comienza con una sonrisa" (Teresa de Calcuta). Podemos proponerlo para el Nobel de la Paz.
–Siempre he sido risueño e intento que quienes me rodean estén contentos. La sonrisa me nace, es mi personalidad y tengo la misma de cuando era niño.
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