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“Deberíamos hacer un teatro que asuste a los pusilánimes”

JUAN MAYORGA | DRAMATURGO

El dramaturgo Juan Mayorga. / M. G.

Juan Mayorga pertenece a la cima de la dramaturgia contemporánea. El autor tomó plaza en la Real Academia Española en 2019 con su discurso Silencio, que llega al Teatro Lope de Vega (Sevilla) el próximo 28 y 29 de enero, protagonizado por la actriz Blanca Portillo; el año pasado recibió el Premio Princesa de Asturias y dirige el madrileño Teatro Abadía. Afirma, con humildad, que dedicarse a esta disciplina es un privilegio, en el que el fracaso es uno de sus mayores atractivos.

- Ha estudiado Filosofía, Matemáticas y, finalmente, el mundo de la dramaturgia es el que ocupa su vida. ¿Qué impronta han dejado estos dos campos en usted?

Las Matemáticas son una de las formas más altas de la imaginación humana, porque el matemático busca alcanzar un lenguaje de precisión que sea capaz de manifestar, con expresiones sencillas, una realidad complicada. De algún modo, los creadores teatrales aspiramos a contar, con pocos elementos, eventos muy complejos. Por otro lado, el teatro debe aspirar a una filosofía que lo prolongue. Mis obras no han de ilustrar ideas o debates, sino suspender al espectador ante buenas preguntas.

- ¿Cuál es el valor del silencio?

Tiene un enorme sentido en nuestras vidas y en el escenario. A ello dediqué mi discurso de ingreso a la Real Academia Española y el espectáculo Silencio, que protagoniza Blanca Portillo. Hay silencios forzados, a los que te somete el poder, la vergüenza o la cobardía. Pero también hay otros fecundos que tú mismo eliges. Es un tesoro cuando se convierte en un espacio de libertad en el que encontrarte contigo mismo para acercarte a los demás. De hecho, el silencio más importante es el que nos permite escuchar la voz del otro.

- ¿Y el de la palabra?

En una pieza mía llamada El Golem, un personaje afirma que "somos cuerpos ocupados por palabras". Yo creo en esto, porque estamos rodeados de vocablos y atravesados por ellos. Creo que cada uno de nosotros debería aspirar a ser autor de sus propias palabras, además de educarnos en una actitud crítica hacia lo que leemos y oímos.

- Cuando ingresó en la Academia, afirmó que llegaba con gratitud y ganas de faena. ¿Cuál es su valoración cuatro años después?

Me siento privilegiado por pertenecer a esta corporación. Es cierto que tenemos que recordar que la institución es más importante que cada uno de nosotros y que ha hecho un gran trabajo por la unidad de la lengua y, por tanto, por las personas que la hablamos. Siento mucha gratitud por tener la oportunidad de aprender de compañeros tan sabios. Es fascinante estar en un lugar en el que las palabras y sus usos son observados.

- ¿Considera que el uso de las palabras que hace la gente va acorde a la institución?

La lengua es de quienes la hablan. Lo que hacemos es registrar lo que está sucediendo y recordar la norma. El español está en permanente transformación y es natural que aparezcan perversiones y usos indeseables de anglicismos para explicar realidades que ya cuentan con palabras de nuestra propia tradición. Tenemos que estar muy atentos a lo que ocurre en la calle, a lo que escriben los escritores y al lenguaje del cine o de la televisión.

- Premio Princesa de Asturias, miembro de la RAE y el dramaturgo contemporáneo más aclamado. ¿Le quedan desafíos por cumplir?

La lengua es de quienes la hablan. Lo que hacemos es registrar lo que está sucediendo y recordar la norma. El español está en permanente transformación y es natural que aparezcan perversiones y usos indeseables de anglicismos para explicar realidades que ya cuentan con palabras de nuestra propia tradición. Tenemos que estar muy atentos a lo que ocurre en la calle, a lo que escriben los escritores y al lenguaje del cine o de la televisión.

- Ha manifestado que el teatro es un arte político.

Sigo sosteniendo esta afirmación por tres motivos: se hace en asamblea y convoca a la polis, no es un arte de solitarios y tiene una autoría colectiva. Por otro lado, es la disciplina de la crítica y la utopía, que nos permite examinar cómo vivimos e imaginar otras formas de coexistir.

- También ha señalado que habría que hacer un teatro que asuste a los cobardes.

Deberíamos hacer un teatro de tal modo que, si un pusilánime se acerca a su puerta, piense que es mejor no entrar porque le puede pasar algo. La dramaturgia es catástrofe, porque también la embriaguez y la felicidad lo son, ya que nos desestabilizan. El teatro ha de ser una experiencia grande. Para explicarla recuerdo que Kafka decía que un libro debería ser un hacha que rompiese el mar de hielo de nuestro corazón. El teatro también debería ser esto.

- En alguna de sus piezas ha retratado determinados episodios históricos como el Holocausto. ¿Le gustaría enmarcar otro hito?

El exterminio de los judíos europeos aparece en Himmelweg y en El cartógrafo, también me he ocupado de la Guerra Civil y sus consecuencias en El jardín quemado o de la Guerra Fría en Reikiavik. Pero el teatro ha de ser siempre actual. Cuando repasamos un momento del pasado, debemos invitar al espectador a mirar a su alrededor y dentro de sí.

- ¿Cuál es su valoración del teatro español actual?

Vivimos un momento extraordinariamente interesante, en el que muchos creadores practican lenguajes muy distintos y tratan asuntos muy variados. Algo que me alegra bastante es la llegada al teatro de talento joven, que encuentra en esta disciplina su forma de relacionarse.

- ¿Cuál es su fórmula para llenar el patio de butacas?

En absoluto tengo la fórmula. He conocido éxitos y también fracasos, cada espectáculo es distinto y precisamente uno de los atractivos de este trabajo es que puedes fallar. Estoy preparando María Luisa, una obra en la que reflejo la soledad, la vejez, la imaginación y el deseo. Ojalá sea una pieza convocante.

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