"La socialdemocracia es un refugio de ultraprogres"
Alfonso lazo | Historiador
Alfonso Lazo (Sevilla, 1935) dejó la cátedra de Historia Contemporánea en la Universidad de Sevilla para ser diputado por el PSOE en el Congreso (1977-1996). Al volver a las aulas comprobó que el alumnado había dejado de ser bibliófilo. Sobre ese particular -la lectura y su carácter "civilizatorio"- disertará hoy en la ceremonia de ingreso en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. La Historia de la humanidad, sostiene, es una historia de progreso, pero con altibajos y "ahora estamos en una sima".
-Tras el traslado de Franco vendrá el de Queipo.
-Seguro, pero a mí me da igual dónde esté Franco. Luché contra él y me alegré de su muerte, aunque suene mal. Me pasa igual con Queipo. Pero esto de los traslados es una operación política a la que se le da difusión mediática, pero nada tiene que ver con la historia. En Roma hay placas conmemorativas que mencionan a Mussolini y la era fascista, y nadie las ha quitado.
-En América están promoviendo la eliminación de las estatuas de Cristóbal Colón. ¿Sería como si en Europa, pongamos por caso, se eliminaran los bustos de Julio César?
-Responde a la idea de que el colonialismo y el imperialismo son cosas perversas. Nosotros fuimos colonizados por los romanos, gracias a Dios, y creo que para Hispanoamérica, que fue colonizada por los españoles, fue también bueno.
-¿Ha sido usted un socialdemócrata heterodoxo?
-Así me considero. No me califico como liberal, pues considero que el Estado debe intervenir en favor de los más débiles. La socialdemocracia real ha desaparecido y se ha convertido en un refugio de ultraprogres. Es todo feminismo, ecologismo o quitar las estatuas de Franco, que son cosas sin importancia. En España no existe la socialdemocracia. Ni la izquierda.
-Se vuelve a oír el descalificativo de "facha". ¿Qué queda hoy del fascismo?
-Ni rastro. Me refiero a un movimiento de cierta envergadura, no a un grupúsculo de amigos que digan que son fascistas. Hoy hay cosas nuevas y otras que vienen de antiguo.
-Los valores democráticos, tal como se conocen desde la Segunda Guerra Mundial, parece que han perdido prestigio. Está China...
-China es un caso muy particular, un sistema que se llama a sí mismo comunista, pero que nada tiene de eso. El capitalismo allí es monstruoso.
-...Están las pulsiones autárquicas de Trump, el Brexit, el ultranacionalismo en Europa...
-Lo de Trump es una cosa lamentable, al menos en su apariencia. En su contexto, es un ultraliberal que no quiere la intervención del Estado.
-Pero le ha dado por los aranceles y el proteccionismo.
-El partido republicano de Estados Unidos sostiene que cuanta menos presencia del Estado, mejor, y al tiempo son muy patriotas, quizá en un sentido exagerado. Lo primero es Estados Unidos y todo aquello que pueda perjudicar en el extranjero se elimina. Muchas veces se critica su lema de "lo primero es Estados Unidos", pero eso es lo que tiene que hacer un gobernante. Lo primero es su país y luego lo otro. Pero es proteccionista y además se está concentrando sobre sí mismo. Eso creo que es malo.
-Fue diputado en las Cortes durante veinte años. Mi abuelo creía que los representantes se dedicaban en los escaños a dormir la siesta y a leer el periódico.
-No, no. Había diputados que estaban allí como premio a una labor de partido y no abrían la boca. Conozco a alguno que incluso se echó a llorar cuando le dijeron que tenía que intervenir en un debate. No sabía. Pero no se dormía en el Congreso. Lo más duro era que permanentemente teníamos que estar disponibles. Una vez, estando de vacaciones en París, me localizaron para decirme que tenía que ir a Madrid a una reunión del partido. En aquellos veinte años perdí la libertad de movimiento. Y estuve falto de sueño.
-En los primeros años de la democracia, los mítines electorales eran como las giras de estrellas del rock.
-Éramos muy bien acogidos. Las primeras elecciones fueron realmente una fiesta de la democracia, un espectáculo agradable. No se odiaba al contrario.
-¿No es lo que percibe en la política actual?
-Hay un odio fomentado por quienes no participaron en la Transición y quieren hacer una nueva, destruyendo la primera. Desprecian lo que la Transición legó: la reconciliación de las dos Españas, que quieren despegar de nuevo. Le pongo un ejemplo: Felipe González recordó en el discurso de cierre de un Congreso Federal que quienes estábamos allí como delegados éramos familia de compañeros fusilados por las tropas de Franco y otros de compañeros fusilados por las tropas republicanas. Ahora se ha inventado lo de la media memoria histórica, en la que hay buenos y malos, algo trágico.
-¿Le duele Cataluña?
-Mucho, sobre todo esa mitad que tiene un terrible miedo a la separación. Es un nacionalismo de tipo totalitario. Sólo hay un remedio que no se quiere aplicar. Si la mitad quiere separarse es porque dos o tres generaciones han sido educadas en el odio a España. Bastaría recuperar las competencias educativas para que, al cabo de unos años, se recuperase la normalidad. Eso requiere un Gobierno fortísimo, una alianza de PSOE, PP, Ciudadanos y hasta de Vox, un Gobierno de concentración o de salvación nacional, como se decía en la Revolución Francesa.
-¿Usted es más de celebrar el Día de Andalucía el 28 de febrero o el 4 de diciembre?
-Yo no cambiaría nada. El 4-D fue una expresión multitudinaria en la que cada uno interpretaba la autonomía a su modo.
-¿Cómo interpreta entonces el reverdecimiento del 4-D?
-A los andaluces les trae sin cuidado. Ese movimiento estuvo promovido en su momento por el Partido del Trabajo, que era una escisión del partido comunista de género populista avant la lettre.
-Y vuelve el "viva Andalucía libre".
-Es de Blas Infante. Bueno, Infante hablaba de una Andalucía Norte, la actual, y una Andalucía Sur, que sería el Magreb entero... En fin, dejémoslo ahí.
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