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"Si un perro te mira cuando cantas, pinta bien la cosa"

Rocío Márquez | Cantaora

La cantaora Rocío Márquez. / José Ángel García

DE HUELVA AL TERCER CIELO. Rocío Márquez (Huelva, 1985) es de arriesgar, salvo en el nombre artístico. Cosas de familia. La cantaora gira con Tercer cielo, una apuesta rompedora con Bronquio. Investigadora del flamenco, evoluciona, desde las raíces, desde los adentros, y anda dándole vueltas al coco a ver qué inventa. Fue niña prodigio y se ha consolidado como una de las mejores voces en lo suyo. Hace gárgaras y revela sus pócimas. Un placer de mujer.

–La Niña de los Peines, Marifé de Triana, la Paquera de Jerez… Arriesga y fusiona, pero su nombre artístico es más clásico que el de doña Concha Piquer.

–Tiene su historia. Con 9 añitos fui a un concurso y mi madre puso Rocío Limón, su apellido, que suena artístico; lo vio mi abuelo paterno y se lio muy gorda. Rocío Márquez y se hizo la paz.

–"Sin golpes de pecho ni estridencias y tras mamar la ortodoxia a hierro, hace lo que le sale del alma", dice usted el colega Paco Camero. ¡Viva la libertad! 

–Hablamos de libertad con ligereza. Es difícil ejecutarla, sentirla y sostenerla, pero es lo más bonito.

–Y se siente libre, ¿no?

–Bastante.

–¿Tantos años después de La Leyenda del Tiempo y Omega es aún polémico innovar en el flamenco?

–Está más en lo discursivo. Nos vamos dando cuenta de que históricamente ha existido siempre esa fricción entre ortodoxos y heterodoxos. Es señal de vida entrar en conversaciones acalorás de qué es flamenco y qué no. Somos muy pasionales, pero ya hay un poso de calma porque desde el inicio de su historia existió ese tira y afloja y casi que es necesario. Es lo que al final va a asegurar que el flamenco no sea una imagen fija de museo.

–¿Sólo se puede renovar desde el conocimiento de la tradición?

–A mí me gusta hacerlo desde ahí.

–Su colaboración con Bronquio en Tercer cielo ha sido una reinvención enorme. Una vez pasadas varias pantallas del videojuego, ¿es posible volver atrás?

–Nunca es posible volver atrás. Hay una letra de Carmen Camacho que dice "que somos un viejo río con agua nueva y dos veces nadie nos podrá cruzar". Lo que más me apasiona de la vida es que nunca hay nada escrito. Si no, sería un gran aburrimiento.

–Carmen Camacho la asesoró con versos para su último disco. Siempre le ha dado mucha importancia a la poesía.

–Me fascina y me enganché desde el flamenco con el Aunque es de noche de Enrique Morente; luego leí a san Juan de la Cruz; con Al cantar a Manuel de Mayte Martín me aficioné a Manuel Alcántara, después a Juan Ramón Jiménez, todo Lorca... Pero en este trabajo ha habido una gran hermandad con Carmen, que tiene un don para escribir y vivimos experiencias parecidas. Ha sido un regalo inmenso.

Si los niños van a sentir por el flamenco lo que yo por la flauta, por Dios que no lo enseñen en la escuela”

–¿Quién sería Bronquio si fuera guitarrista flamenco?

–Ehhh, Moraíto Chico, aunque me caerá algún palo.

–¿Qué suena en su playlist?

–Morente mucho, La misa flamenca, Tomás Luis de Victoria y A Filetta, un grupo de polifonía corsa.

–¿Qué opina de que el flamenco se dé en la escuela?

–Es un tema delicado. Celebro una parte, me he posicionado por esa necesidad, pero nos falta la flexibilidad para leer en cada situación cuáles son las necesidades reales. Hablamos de centros como si hubiera una única realidad y es absurdo. De broma siempre digo que si los niños van a sentir por el flamenco lo que yo por la flauta, por Dios que no lo enseñen. Es muy buena noticia pero para sacarle el brillo haría falta poner la atención en la formación del profesorado.

–Hizo su tesis sobre la técnica vocal y ha estudiado a conciencia. Está muy lejano ese cliché de los flamencos como iletrados.

–¿Música culta o popular? Para mí es lo mismo. He escuchado reflexiones y a gente sobrevivir de una manera que dices: "Este arte y esta sabiduría son para enmarcarlos". Siempre ha habido un flamenco más reflexivo, como el de Vicente Escudero, y otro más impulsivo. Es muy bonito porque muestra la gama tan inmensa que tienen no los flamencos, sino la humanidad. El arte llega porque son sentimientos universales.

–Le van la filosofía y la meditación. ¿Es la Kant del cante?

I Kant... Y ahí quedó.

–Lectora de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz. ¿Son malos tiempos para el misticismo?

–Estamos en un momentazo. Me ha enganchado el libro Poesía vertical, de Roberto Juarroz, y va en esta onda. Que esté todo tan convulso es una invitación permanente a que nos miremos un poquito más dentro.

–¿Con qué hace gárgaras?

–El top es limón y orégano, hierves y lo dejas macerando, lo cuelas, echas miel y haces gárgaras, maravilloso. Cebolla y limón, también.

–No lo tragará...

–No me desagrada. A mí todas las hierbas, bien.

–Gran titular.

–No lo vaya a poner que mata a mi madre.

–El flamenco es muy español. ¿Proponemos a Manuel Alejandro una letra para el himno y usted lo canta?

–¡Guauuu! Lo veo, igual es algo que nace de esta charla.

–Y nos llevamos royalties.

–Claro, claro, usted pida.

–Otra idea muy andaluza y rompedora: letras de Lorca mezcladas con chistes de Chiquito.

–Creo que es la única combinación que no se ha hecho con Lorca. ¡La única! Ha dado con la que quedaba. De esta entrevista se va a llevar usted un dinero.

–Ha vivido en el campo con perros, gatos, gallinas, burros... ¡Pedazo de público para ensayar!

–El mejor. Esto suena friki, pero cuando le cantas a un perro y se queda mirando, pinta bien la cosa. Es como los niños, tienen otro grado de sinceridad que los adultos hemos perdido. A un adulto le va a dar palo decirte: "Quilla, esto es un drama". Un perro ladrará o huirá si no le gusta.

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