"Éramos señoritos en el buen sentido, yo diría que señores"

José Ramón del Río, abogado y diputado de AP en el primer Parlamento Andaluz

José Ramón del Río es uno de los 52 autores de artículos que participan en el libro 1982, Andalucía consigue su Parlamento, que se presentó hace unas semanas en Sevilla. Él fue diputado de AP en ese primer Parlamento y recuerda que eran unos aficionados: “No sabíamos nada, ni siquiera que se cobraba por los puestos”. Luego acompañó a Antonio Hernández Mancha en su corta aventura en Madrid cuando fue elegido presidente nacional de Alianza Popular.

"Éramos señoritos en el buen sentido, yo diría que señores"
M. Muñoz Fossati

08 de marzo 2010 - 14:34

–¿Le parece que hablemos de política?

–Bueno, por supuesto, aunque yo ya estoy amortizado, y lo digo porque ya va uno en la cuesta abajo de la vida. Voy a cumplir 75.

–No es tanto. Con las ideas de Zapatero sólo llevaría 8 años jubilado.

–No, yo jubilarme no. Por obligación lo hice de abogado del Estado a los 70. Sigo con mi despacho, pero bueno... Comprendo que haya gente que quiera jubilarse antes.

–En política sí se ha jubilado.

–Sí, yo estuve en política del 82 al 90, ocho años de diputado en el Parlamento andaluz. Cuatro, porque yo quise y los otros cuatro porque casi me obligaron a seguir.

–¿Le obligaron?

–Sí, yo tengo una cosa muy clara y es que no me gusta la política. Y me refiero a la política práctica, no a la teórica, que sí me gusta.

–En ese tiempo, de todas formas la política sí era muy práctica.

–¡Hombre! Yo recorrí por aquel entonces en las campañas los pueblos de la provincia con Miguel Arias, y la gente decía “qué valor tenéis...”.

–¿Valor? Ya hacía algunos años que estábamos en democracia.

–Sí, sí, claro, pero es que entonces Alianza Popular tenía unas connotaciones del régimen anterior... Pero la gente no nos llamó fachas ni una sola vez, y hablo de pueblos que eran prácticamente todos de izquierda.

–Fachas no, pero a lo mejor sí les llamaron señoritos.

–Lo éramos, porque tanto Miguel como yo éramos abogados del Estado, pero en el buen sentido; más que señoritos yo diría que señores, y así nos trataron.

–Desde luego, siempre se ha dicho que el PP no puede ganar en Andalucía porque son unos señoritos.

–Sí, pero luego resulta que vienen las municipales, y el PP gana en casi todas las capitales de provincia.

–Y ahora por primera vez puede ganar en Andalucía.

–Exacto, las encuestas le dan como el primero en intención de voto. Es duro decirlo, pero las últimas encuestas incluso dicen que entre los universitarios hay más porcentaje de votos para el PP.

–¿Eso para usted qué significa?

–Pues que aquí hay mucho voto cautivo en la Andalucía rural, a través de las ayudas. Y pasa por ejemplo que cuando la gente se traslada de la sierra de Málaga a Málaga, ya vota al PP, y no pasa nada.

–Usted vivió junto a Hernández Mancha su extraña aventura en Madrid.

–Sí, ¡buf! Antonio fue elegido presidente del partido, derrotando a Herrero de Miñón por goleada, ante la desesperación de la gente de Madrid. Nos recibieron de uñas y aquello fue un sinvivir, fue horroroso.

–¿Por qué?

–Pues mire, Fraga había pignorado las subvenciones a los grupos parlamentarios y, no es exageración, había dos mil pesetas en la caja del partido; Antonio me encargó que llevara las finanzas del partido, y yo le dije ¿qué finanzas? Y él colgó con un clavo en la pared de su despacho las dos mil pesetas.

–Y aquella moción de censura...

–Bueno, bueno, ahí lo engañaron a Antonio, pero fue un engaño de gente nuestra, que lo convencieron de que la hiciera como demostración de fuerza ante Suárez, que entonces volvía con gran empuje con el CDS.

–Fue un espectáculo.

–Sí, sí, la moción se decidió en 48 horas y sin dar tiempo a prepararla. Antonio estuvo tres días sin dormir, y luego se liaba con los papeles... Claro eso lo hundió.

–Fue tan mala experiencia que nadie se ha atrevido a presentar desde entonces una moción.

–No, y menos entonces, con Felipe González en todo su esplendor, que impresionaba. Porque era un hombre muy simpático, pero cuando se ponía de mala leche se le veían los colmillos... Daba miedo. Pero aquello fue mucha culpa de compañeros nuestros.

–¿Fue una osadía?

–Sí, fue una gran torpeza, y una jugada de los que no soportaban que el congreso se lo hubieran ganado los catetos a los letrados.

–¿Piensa usted también que los políticos de entonces tenían más peso?

–Bueno, sí, eso dicen, pero yo creo que ahí puede haber mucho de lo de cualquier tiempo pasado... Aquí en Andalucía a mí me regalan mucho el oído con el grupo que teníamos entonces, pero ahora los hay mejores que nosotros, sobre todo mejores políticos porque nosotros éramos unos aficionados ignorantes.

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