Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
Diego Amador | Pianista y cantaor flamenco
Hijo de Luis Amador y hermano de Raimundo y Rafael Amador, legendarios componentes de Pata Negra, el multiinstrumentista, compositor y cantaor, Diego Amador lleva décadas “trasteando”. De algún modo, se recuerda siempre buscando en su casa un hueco, físico y artístico, que le permitiera dar rienda suelta a toda la amalgama musical que le rondaba ya entonces en su cabeza y le llevaba a experimentar con cualquier instrumento que cayera en sus manos, o que tuviera que incluso que inventar él mismo.
Su gira 'Naranjos en la luna' pasará por Sevilla el 3 de noviembre (Cartuja Center). Y después por Linares (4), Estepona (10), Vejer (11) y Torremolinos (el 16 y 17 de diciembre).
–En estos tiempos de playlist y consumo rápido Diego Amador trabaja en silencio haciendo música y si estamos de suerte… comparte, ¿es posible mantenerse al margen de las exigencias del mercado?
–Me gusta tomarme mi tiempo en cada trabajo que hago, tanto en las grabaciones como en los directos. Y si algo no está listo, no sale. Me gusta que las cosas estén bien afinadas en todos los sentidos. Un acorde, un patrón de ritmo bien hecho, una falseta bien colocada en su sitio…
–Un tiempo también necesario para canalizar esa música que dice que tiene en su cabeza…
–Claro, sobre todo, porque tiene que ser natural. La música en general y el flamenco, más aún, cuando se fuerza no encuentras nada, sólo artificio. Lo auténtico es lo espontáneo.
–Usted es un músico de estudio, de investigar, de crear en solitario… ¿le sobra el público?
–El público es muy importante para cualquier artista pero es verdad que nunca pienso en hacer lo que la gente espera o conoce de mí. Siempre hago lo que brota de mí. Soy un músico libre, desde siempre me he dejado llevar y he sido bastante bohemio en ese sentido.
–¿Y qué necesita Diego Amador del público: que lo entienda, lo valore o lo quiera?
–Que te quieran es precioso pero que valoren tu trabajo es quizás más importante y ya si además te entienden sería maravilloso. Sé que esto es más complicado pero he viajado por todo el mundo y también he aprendido que cuando pones el corazón eres capaz de transmitir a la gente lo que sea. Puede que no sea un músico de llenar estadios pero puedo presumir de que quien viene a verme, y no me conoce, se va emocionado. Ésa es la mayor riqueza.
–Antes de anunciar esta nueva gira, presentaba una rondeña donde, paradójicamente para un músico, le hace una oda al silencio, ¿cuánto de importante es para usted y para la música?
–Para la música, ya lo decía Miles Davis, el silencio lo es todo y para mí mucho, porque es ahí cuando te buscas. Yo tengo una cita conmigo mismo cada día y procuro no faltar.
–En este caso, 'El silencio es oro' es la recopilación de un trabajo que hizo hace algunos años para un espectáculo sobre Camarón y Paco de Lucía con el afirma que quiere cerrar un ciclo de esa etapa de flamenco, ¿en qué momento se encuentra Diego Amador?
–En un momento totalmente creativo. Quiero sacar de nuevo aquel niño inquieto, ansioso por aprender y tocar música, sólo que con el bagaje de los años de experiencia. Pero sí, es un momento de creación y de diversión.
–¿Qué queda entonces de El Churri que cogía el órgano Hammon en su barrio de Las Tres Mil Viviendas?
–Esa parte de la niñez, cuando El Churri jugaba con los instrumentos a hacer artista era un sueño que se ha cumplido. Y ahora lo voy a cumplir desde el escenario. De alguna manera en el estudio uno termina tocando todos los instrumentos, pero en el directo es más complicado porque no se pueden llevar tantos instrumentos en los aviones, la uña no la puedes tener corta para tocar la guitarra pero tampoco larga para tocar el piano…
–Sin embargo, en este tour Naranjos en la luna se atreve por primera vez con todos los instrumentos solo en un escenario ¿sacará el 'gadgeto' brazo?
–(Risas). Sí, gracias a la tecnología en este espectáculo, aparte del piano y la voz, voy a tocar batería, bajo, guitarra… es algo totalmente nuevo. Estoy muy feliz de poder hacerlo de una manera más pulida y libre. Es atrevido porque en el flamenco un compás nunca es igual a otro, en una base puede haber mil variaciones y es difícil loopear ahí pero bueno, meteré mis grooves. Lo importante es que esté el sello Amador.
–El sello Amador sugiere muchas cosas, ¿cómo lo definiría?
–Lo definiría como pureza, autenticidad y libertad. Claro que si sólo escuchas flamenco y te encierras ahí es difícil ver otras cosas, que se hacen en otras músicas. Y no por eso vas a ser menos flamenco, todo lo contrario. Si aprendes algo nuevo lo incorporas a tu música y la enriqueces.
–De hecho, lo han llamado el Mozart flamenco o el Rey Charles Gitano, ¿cuál es el mejor piropo?
–El máximo piropo es que me digan Amador. Agradezco y me halaga que me comparen con estos grandes pero me conformo con que me digan Diego Amador.
–Por cierto, una duda, ¿le costó que le tomaran en serio en su casa entre tanto artista?
–Mucho trabajo (Risas). En mi casa estábamos más acostumbrados a escuchar la guitarra pero cuando yo empecé con un Casio de esos pequeñitos, imagina la que le daba a mis hermanos. Me echaban por pesado. Aunque es verdad que mi padre me ayudó mucho y me compraba los teclados. También me daba vergüenza y me buscaba un hueco donde podía, en la furgoneta. Buscaba en la basura lo que veía que me servía. Tenía un radio casette que no rebobinaba para atrás y con eso y un altavoz que cogí de un televisor lo apañaba.
–Vamos que si no hubiera sido músico podría ser mecánico…
–(Risas). No te creas, mi padre me reñía porque siempre estaba trasteando. Es más, una vez metí unos cables en un enchufe y casi me quedo pegado.
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