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“O te renuevas o mueres”

Entrevista a Laura Marchal, cantaora

La cantaora Laura Marchal. / M. G.
Inmaculada Rivera

23 de julio 2024 - 06:59

Laura Marchal (Alcalá la Real, Jaén, 1995) es una mujer valiente que, siendo docente, ha decidido tomar las riendas de su carrera musical para ser fiel al flamenco y a lo que cree. Su carácter es pausado, piensa lo que dice y con pocas palabras es capaz de ser concisa y de transmitir lo que siente, algo que deja claro en La semilla del encanto. Un trabajo discográfico con mucho de folclore y con sabor a su tierra. Un tesoro por descubrir.

–¿Qué es para usted el flamenco?

–Ahora me dedico a ello, y ese amor que le dedicas a una afición tan importante, y que se convierte en tu forma de vida y en tu sustento, es una cosa muy grande.

–¿Cómo es la música de Laura Marchal?

–Es flamenco, es floclore y tiene la búsqueda personal de un artista con inquietudes musicales.

–¿Qué le caracteriza respecto a otros artistas?

–Creo que el artista se va haciendo. Cuando realmente a uno lo conocen y lo identifican es por sus canciones o por su manera de interpretar. Ahora mismo la gente que me pueda reconocer es por mi interpretación del flamenco tradicional, pero poquito a poco tendré la oportunidad de que me vayan conociendo más. 

–Ha declarado que la música es un bálsamo para el alma. ¿Sigue pensando que alberga misterio?

–Ya sea triste o alegre la música me acompaña, y creo que esto es muy importante para cualquiera. Tener la certeza y el desahogo de que la música te calme te da fuerza. Y cuando hablo de misterio me refiero a que al final la música tiene el poder de alterar nuestra nuestras emociones y de calmar nuestros sentidos. Ahí alberga el misterio. 

–Ser mujer en el flamenco, ¿qué injusticias arrastra y qué beneficios conlleva?

–El flamenco casi siempre ha sido un territorio muy masculino, sobre todo en el tema del cante, y quizás a día de hoy lo siga siendo, aunque haya habido siempre maestras referentes. Ese es el perjuicio, pero ahora es verdad que todas esas barreras de género poco a poco se están rompiendo. Ya no se necesita el permiso del hombre para ir a cantar... Hoy en día las relaciones de pareja no son así, las libertades son mayores. Las mujeres además tienen una sensibilidad diferente. 

–Dice sentirse a veces incomprendida...

–Si echo la vista atrás, tal y como he ido fraguando mi dedicación al cante flamenco, pienso que siempre he ido buscando alguien afín. De pequeña sentía incomprensión por no gustarme la música comercial.

–Ha demostrado constancia y espíritu de lucha...

–Cuando la música conectaba conmigo, esa capacidad de emocionarme y cómo la tradición me llega, sentía que hacía magia en mi interior.

–¿Qué podemos encontrar en su trabajo?

–Es un disco que alberga aquello en lo que actualmente me desenvuelvo. Por un lado esa tradición de la que vengo, ese gusto por el flamenco, por el repertorio clásico y, por otro, pues los temas que siento. La letra y composición son mías.

–Ha autoproducido su disco, La semilla del encanto. 

–Sí, porque si hiciera flamenco electrónico sería más fácil encontrar industria discográfica, pero ahora mismo no me interesa. Pretendía ser fiel a lo que quería decir. Saldrá a finales de año, pero ahora en septiembre se va a abrir una campaña de mecenazgo para que el que quiera colaborar puede comprar el disco o dar dinero, y yo se lo enviaré con todo el cariño con el que ha sido producido. 

–Cómo compositora, ¿qué le queda por ofrecer?

–Estoy todo el rato dejándome llevar. A veces hay inspiraciones, por ejemplo, en temas como Aceitunitas negras, un canto a la vida de una niña que tiene muchas ganas de vivir. Por supuesto le canto siempre a la tierra, al folclore que tanto me inspira y siempre flamenco, pero las temáticas me van surgiendo poco a poco.

–En su trabajo se saborean muchos gustos étnicos, de folclore, que no son precisamente los ritmos que más se consumen hoy.

–Hay una frase muy bonita que dice que cuando buceas en las profundidades descubre tesoros, descubres personas que realmente están ahí desde tiempos ancestrales y parecen que sean cosas novedosas. Cuando uno indaga en lo tradicional, en lo ancestral, en lo que parece que sea antiguo o viejo, descubre un tesoro que, de repente, parece más moderno de lo que realmente es. Pasa un poco con la ropa. De repente se vuelve de moda la ropa vintage, con mucha calidad y mucho encanto. Es como una premisa que yo siempre me he marcado, lo de mirar hacia atrás. A veces, dejarse llevar por la inercia, de lo que hoy en día marcan las modas, no me atrae.

–¿Se identifica con la música más comercial?

–La escucho igual que todo el mundo, pero no me identifico con ella para nada. Las letras, las temáticas, no me llaman tanto la atención. La riqueza que tiene una letra flamenca no la tiene la del reggaeton.

–Para llegar a la gente joven, ¿qué se necesita?

–La cosa es un poco compleja. El flamenco hoy en día está muy cerca de la gente joven, gracias a ese ritmo electrónico se va actualizando. El tema es cómo hacer las cosas. Es importante acercar, pero con el conocimiento desde el cuidado de la melodía de las letras. Creo que esa es la clave, no hacer por hacer porque lo marca la industria. Si tenemos la suerte de que el flamenco hoy en día está con el público joven, pues hay que controlar el mensaje y controlar el origen.

–¿El flamenco tiene el lugar que merece?

–Está bastante reconocido, pero en ciertos ámbitos está desapareciendo. Hay cosas que, por desgracia, se están olvidando. O te renuevas o mueres. Hay artistas que sí que realmente evolucionan, se adaptan y se salen de esa ortodoncia, de esa línea tan marcada, y están teniendo más reconocimiento.

–¿Cómo es su relación con el público?

–Muy especial, porque cuando uno es capaz de conectar en un escenario le estás haciendo llegar a todos los que te están escuchando lo que quieres transmitir, eso en lo que crees firmemente, que es muy importante. 

–Como docente, ¿falta educación musical?

–Hoy en día, cualquier flamenco se tiene que acercar a otras músicas. El flamenco está vivo y se contagia y se mezcla con muchas músicas. Por tanto, la educación musical en ese sentido siempre debe de estar ahí. La gente reniega mucho de que el flamenco haya entrado en el conservatorio, pero realmente la riqueza tan grande que te dan esos conocimientos y ese acercamiento a otras músicas es muy importante. El que reniega se lo pierde.

–¿Faltan ayudas institucionales?

–Es fundamental, por supuesto que sí. Se podría invertir más a nivel educativo. Además, cuando el flamenco se convierte en un mero espectáculo, que solo se mira a través del dinero, se pierden muchas cosas. Hoy en día es difícil hablar de flamenco, hablar de promover el flamenco. Si nadie ve dinero en ello, no están interesados en invertir.

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