“Se quieren abrir heridas que estaban cicatrizadas”
juan Pedro Cosano| Abogado y escritor
El abogado Juan Pedro Cosano regresa a la novela histórica con 'El abogado de rojos'
Salvador S. Molina: "Los pueblos de España siguen anclados en el tiempo y en la posguerra"
–El abogado de rojos, su última novela transcurre en el Madrid de la posguerra. ¿Otra novela sobre la Guerra Civil?
–Siempre había dicho que nunca iba a escribir, pero en una novela anterior, La Fuente de Oro, la última parte discurría en el Madrid de la posguerra y me encantó aquella ciudad devastada pero pujante que intenta salir de las cenizas. Me gustó la época pero siempre tenía claro que no iba a escribir sobre la Guerra Civil. De hecho esta novela es de la posguerra, pero observo con tristeza que en los últimos años se están enarbolando banderas que ya deberían haberse enterrado definitivamente, que se quieren abrir heridas ya cicatrizadas y me daba mucha rabia.
–La editorial define la obra como una novela para enterrar este período.
– Escribí El abogado de rojos fundamentalmente porque me encantaba el Madrid de esa época y porque habla de la reconciliación, de que no se puede construir el futuro desde el odio y el rencor. Es momento, si no del olvido, porque no es bueno olvidar, sí de perdonarnos y que nuestros hijos y nuestros nietos puedan afrontar la vida y el futuro sin esa rémora.
–A pesar de la cuidada ambientación histórica, en abstracto, el tema es muy actual.
–Se vuelve a hablar de la Guerra Civil, de las dos Españas, se legislan los mismos errores que se legislaron entonces. En definitiva, hay como una voluntad de regresión a aquel tiempo.
–Uno de los aspectos más curiosos del libro es la explicación de los juicios sumarios en el Madrid de la primera posguerra.
–El trabajo de documentación ha sido muy bonito. Además, leyendo las actas de los Consejos de Guerra llegas a la conclusión que siempre he mantenido: Atrocidades se cometieron por ambas partes, que héroes y villanos hubo en ambas trincheras, que inocentes y culpables hubo en ambas Españas.
–Algunos episodios son realmente espeluznantes.
–He encontrado sumarios tan terribles como uno que reflejo en el libro donde un miliciano es juzgado por pegar un tiro a una mujer de Acción Católica. Ella solo tenía como delito pertenecer a esta organización, y cuando la mató, mojó pan en los sesos del cadáver mientras decía “estos son lo sesos de un fascista”, hasta consejos de guerra donde condenan a muerte a personas por el simple hecho de haber pertenecido a un partido. He encontrado sentencias donde la presunción de inocencia o el derecho a la defensa, valores que tenemos hoy en día interiorizados no existían. Hay condenas a muerte o reclusión de 20 años, sangrantes. La barbarie compartida.
–Quien se acerque a El abogado de rojos va a descubrir muchas cosas.
–Espero que sirva para abrirlos. Para mi sorpresa, además, muchos lectores me están agradeciendo el tono ecuánime de la novela, su tono neutral, intentando no decantarse hacia una idea u otro.
–Eduardo Peña, el protagonista es un abogado que se ve atrapado por una guerra.
–Siempre digo que durante la guerra hubo un tercer bando, el inmensamente mayoritorio, formado por los españoles que se vieron obligados a soportar la guerra pero que no la quisieron ni la provocaron. Esa es la voz de la novela, el que no quiso la guerra y sí la paz. Incluso Eduardo Peña dice: "yo fui víctima de la guerra y ahora de la paz".
–Dependió mucho del territorio
–La inclinación hacia un bando u otro, en la inmensa mayoría de los casos, no estaba motivada por la idea, sino por el territorio. Si vivías en Madrid tenías que acomadarte a un sistema de vida diferente del que tenía quien estaba en Burgos o Salamanca. Al final, el español de a pie quedó marcado más por el territorio que por la idea.
–El protagonista, que es abogado como usted, se agarra a su profesión como tabla de salvación.
–No es fascista ni comunista. Llega a una conclusión: Soy abogado. Una vez que supera su pusilanimidad, incluso su cobardía, su profesión es lo que lo marco. Es nombrado teniente auditor y se convierte en abogado de los presos políticos. Le ha tocado defenderlos y se deja el alma en cada caso a pesar de tenerlo todo en contra.
– Una figura curiosa la de teniente auditor.
–Tanto el sistema de justicia republicano como el franquista se regían por el código de justicia militar decimonónico. Todo era una loa a la injusticia. La obra es un canto a la abogacía. Los abogados sufren las idas de unos y otros. Los republicanos depuran a los abogados y los sublevados cuando entran en Madrid, también depuran a losletrados. De este modo, cuando finaliza la guerra depuran a Alcalá Zamora, pero los republicanos también le habían depurado. A él y a Lerroux. Los abogados solemos ser librepensadores, quien tiene criterio y libertad de pensamiento son elementos a extinguir en los regímenes totalitarios.
–¿Más difícil preparar la novela o el juicio de los ERE?
–Estoy en unas 20 o 25 piezas. El primer juicio lo tengo en noviembre. Ha sido más dolorosa la instrucción de los ERE que leer las atrocidades de la Guerra Civil porque las he vivido en primera persona y de gente muy cercana. Algún día a lo mejor se hace una novela sobre los ERE, sobre lo que pasó. Lo he vivido de primera mano, y hay muchísimas anécdotas en la instrucción.
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