"La prioridad de un médico cooperante es poder cambiar la vida a una familia"
Fernando de la Portilla. Cirujano y cofundador de la ONG Ibermed
La del cirujano del Hospital Virgen del Rocío, Fernando de la Portilla, es una de esas historias cargadas de magia, como la que repartirá el próximo 5 de enero en Sevilla, donde se convertirá en Rey Melchor de la Cabalgata de Reyes Magos.
Con cierto gusto por la Medicina, unos tests psicológicos realizados cuando cursaba la EGB le recomendaron hacer una Formación Profesional. Finalmente, y de la mano del profesor Antonio Soto Cartaya, que fue hermano mayor de la Hermandad de la Vera Cruz y pregonero a la Semana Santa sevillana en 1978, estudió electricidad en la Universidad Laboral.
Llegó a ejercerlo. Pero conoció a su mujer que iba a estudiar Medicina y retomó sus ideas de convertirse en sanitario. La suerte quiso que el examen de Física en Selectividad fuera sobre electricidad. Sacó la mejor nota y se convirtió en el primer electricista que accedía de manera directa en la Facultad de Medicina.
Hoy es un prestigioso cirujano colorrectal en el mayor centro de referencia en Andalucía, académico de la Real Academia de Medicina de Sevilla y catedrático de la Universidad de Sevilla. Desde 1997 colidera junto a su mujer la ONG Ibermed, una organización humanitaria que trabaja para mejorar el futuro en Guatemala.
–Cirujano de prestigio y cofundador, junto a su mujer, de la ONG Ibermed. Todo comenzó en su viaje de novios…
–Efectivamente. En 1997 viajamos a Guatemala por nuestro viaje de novios y allí conocimos las necesidades médicas y sociales de este país y de ahí nació lo que hoy es una ONG con cientos de socios y proyectos, allí, y en otros países, no solamente en el ámbito de la sanidad, sino también de la educación, de la construcción de estructuras, es decir, de distintos ámbitos de la cooperación. La verdad es que yo a veces cuando miro la página web de Ibermed me sorprendo de todo lo que hemos conseguido.
–¿Qué es la cooperación para usted y su familia?
–La cooperación es un elemento clave de mi familia. La solidaridad es parte de nuestra vida. Es algo que hemos hecho siempre y así se lo hemos inculcado a nuestros hijos. Una de ellas estudia quinto de Medicina y ha ido allí a echar una mano. Los otros dos, que estudian Educación Primaria y Ciencias Empresariales, también lo han hecho.
–¿Cómo ven la cooperación las nuevas generaciones?
–No es tan potente como años atrás. He notado como ha bajado esa atracción de antaño hacia proyectos de cooperación. Y lo ha hecho, fundamentalmente, el hecho de que estamos inmersos en una dinámica de trabajo que a veces te lo impide. Aunque aquí tengo que decir que el Servicio Andaluz de Salud lo facilita muchísimo, pero aún así, es complicado que uno se vaya durante un periodo grande a cooperar, es decir, a hacer misiones de uno o dos años.
–¿Cómo son las misiones que organiza su ONG en Guatemala?
–Pues nosotros organizamos una asistencia por poco tiempo. Quizás esa sea una de sus ventajas. Vamos a ayudar, a sentirnos un profesional útil allí, pero sin llegar a sentirte un misionero que dedica allí parte de su vida, porque no lo somos. Somos cooperantes con una alta formación que prestamos nuestro tiempo en un momento determinado. Nuestras misiones son de 15 días.
–¿Qué le dice a los profesionales que se unen por primera vez a esta experiencia?
–Yo siempre tengo una premisa que dirijo a todos los equipos que van. Les digo que allí tienen que hacer todo lo que saben, no con la misma seguridad que lo harían en nuestro país, sino con más, incluso. Allí se hace todo tipo de cirugías dentro del material que nos permiten, pero con la misma calidad. Allí vamos a dar servicio de calidad, cosa que ellos, por sus medios, no pueden dar.
–¿Cuál diría que es la prioridad?
–La prioridad fundamental es cambiar la vida de una familia. Yo siempre digo que, por ejemplo, operar una hernia en nuestro ámbito, no cambia nada, pero operarla allí permite que ese padre se incorpore al trabajo y pueda mantener a su familia. Ese es el criterio que fundamentalmente seguimos para la elección de los procedimientos que hacemos. Además de que sean aquellos que tienden a complicarse poco, que tengan un alto impacto, no sólo en la vida del paciente, sino en la calidad de la vida familiar.
–¿Alguna espinita clavada en estos 27 años?
–Año tras año cuando vuelvo tengo la sensación de que podía haber hecho más. Eso es una cuestión que después de 27 años me sigue sucediendo, siempre, en el avión de vuelta a casa me empiezo a acordar de cosas que podríamos haber hecho o que, de tener un recurso equis, se podría haber resuelto. Y eso me sirve para tomar nota para el año siguiente. Cosas que voy anotando en mi móvil para que no se me olviden de cara a la siguiente misión.
–Y, por el contrario, ¿algo de lo que realmente pueda sentirse orgulloso?
–Pues también en ese momento de avión recuerdo lo bien que hemos hecho algo. En este punto, siempre tendré en la memoria el cambio de vida que le pudimos dar a una chica que estaba desahuciada por una incontinencia porque nació sin ano y pudimos arreglárselo colocándole un esfínter anal artificial. Algo muy ultra moderno y lo pudimos hacer allí. Le cambiamos la vida. Ahora, esta chica es otra persona. Gracias a nuestra ayuda completó una carrera universitaria y es arquitecta. Siempre nos visita en Guatemala y me sigue en redes, donde está continuamente animándolos, agradecida por todo lo que hicimos por ella.
–¿Qué valor tiene la sanidad para el ciudadano guatemalteco?
–La sanidad de allí está mal. Siempre ha estado mal y seguirá mal, fundamentalmente, porque no tienen recursos y existe una población a atender muy amplia, que se hace cada vez más mayor y requiere mucha asistencia y, además, no hay prácticamente impuestos, por lo que la inversión es complicada. Esta situación se percibe allí como algo normal. Es decir, la sanidad no funciona de toda la vida y ya está. La gente lo asume y no vive traumatizada por ello. En este contexto, el que lleguen médicos extranjeros a salvar vidas hace que nos reciban como si fuéramos semidioses.
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