Tania Pasarín-Lavín | Doctora en Educación y Psicología
“En educación, sin etiqueta no hay recursos”
Ana Ibáñez. Neurocientífica
Ana Ibáñez es ingeniera superior química, ex nadadora de alto rendimiento y piloto de helicóptero. Comenzó su recorrido profesional participando en innovadores proyectos relacionados con I+D. Desde 2011 está ligada a su pasión, la neurociencia, investigando los avances en este campo. Así, en Sorprende a tu mente (Planeta), repasa los problemas que más a menudo ocupan nuestro cerebro y condicionan nuestra vida y salud mental.
-Tienes un currículum que impresiona: ingeniera química, ex nadadora de alto rendimiento, piloto de helicópteros, neurocientífica. ¿Si quieres puedes?
-Lo que me ha demostrado la vida es que si le pones ilusión y ganas a lo que haces puedes. Y esfuerzo. Ilusión, ganas y esfuerzo.
-¿Qué es la neurociencia?
-Diciéndolo fácil, es la ciencia que estudia nuestro sistema nervioso, donde el órgano principal es el cerebro. Gran parte de la neurociencia se basa en el cerebro y en su funcionamiento. La investigación en los últimos años está dando muchas novedades y descubrimientos, es una ciencia muy viva que cambia cada día.
-¿Realmente podemos cambiar?
-Sí, por supuesto, y a todas las edades. Ya Santiago Ramón y Cajal, que fue el padre de la neurociencia, empezó a hablar de lo que hoy se llama plasticidad cerebral, que es la capacidad de cambio que tenemos. A todas las edades seguimos generando neuronas nuevas, hay neurogénesis. Todos podemos cambiar, desde cosas tan simples como que tu cerebro duerma mejor, que te puedas concentrar más o que tengas más confort emocional.
-¿Es posible entrenar el cerebro? ¿Existe una edad óptima?
-Es posible a todas las edades, pero a las más jóvenes, aproximadamente hasta los 21 años, hay más plasticidad cerebral. Los cerebros jóvenes, igual que los cuerpos, son más flexibles, pero es sólo una cuestión de velocidad.
-¿Cómo nos afecta físicamente el miedo?
-El miedo es algo natural. Es normal tener miedo frente a la novedad porque es la forma que tiene nuestro cerebro de avisarnos de que algo malo nos puede pasar y protegernos. Lo que no es bueno es cuando anida en nosotros y sentimos más miedo de lo normal o de forma sostenida. El estrés es un tipo de miedo; cuando sentimos estrés es porque nos asusta una situación que no sabemos si va a salir bien o qué puede pasar. Sentimos el miedo físicamente de distintas formas: durmiendo mal, con cambios de humor, estando deprimidos, con dolor de estómago o de cabeza... Enfrentar al miedo o atravesarlo para que no nos haga daño implica ser capaces de calmar a nuestro cerebro para que sepa que esa situación, en realidad, no es una amenaza.
-¿Van de la mano estrés y ansiedad?
-Van muy de la mano. Hay que diferenciar el estrés positivo, que aunque nos hace sentir incómodos, es el impulso necesario para hacer algo y salir de nuestra zona de confort. Cuando el estrés está contenido en el tiempo y tiene un objetivo claro es beneficioso. El estrés negativo es cuando o no tenemos muy claro el beneficio y estamos sufriendo sin sentido, o cuando estamos sometidos a él demasiado tiempo y nuestro cuerpo no puede regenerarse. Ese estrés negativo que se queda sostenido en el tiempo se convierte en ansiedad, un mecanismo cerebral y mental que hace que, aunque ya no hay un elemento estresor, sientas físicamente síntomas como dolor de estómago, palpitaciones, no poder dormir...
-¿La autoestima está en el origen de todo?
-Sí. Está en el origen de nuestro bienestar y de la seguridad con la que nos movemos en el mundo. El sentirnos seguros es muy importante para que podamos desarrollarnos. La autoestima es ese sentimiento de cómo de queribles nos sentimos por los demás. Y no es porque nos tenga que importar su opinión, sino que es una cuestión biológica del ser humano: cada uno de nosotros sobrevivimos porque existen otros que nos cuidaron desde que nacimos. Es una necesidad vital que nos quieran.
-¿Por qué somos tan dependientes de la opinión de los demás?
-Una parte tiene que ver con estos miedos o necesidades innatos que tenemos los humanos a que se nos quiera y cuide para poder sobrevivir. Por otro, necesitamos que sentir que formamos parte de un grupo: el humano sobrevive en tanto en cuanto pertenece a un grupo, y dentro de él sale adelante, no somos seres solitarios. Estamos preprogramados cerebralmente para que nos importe que los demás nos quieran. Y además, aprendemos por comparación, nos comparamos continuamente con los demás.
-¿Es negativo ser perfeccionista?
-El perfeccionismo tiene una parte muy positiva, que es que son personas que hacen las cosas con mucha dedicación, les importa el resultado, son detallistas. El problema es que si no se le pone un límite hace sufrir porque lleva a sentir que, se haga lo que se haga, nunca es lo suficiente bueno y nunca está terminado. La propia definición del perfeccionismo es no conformarse con nada porque siempre se tiene la sensación de que se puede mejorar. Hay gente que sufre con ello porque son continuos insatisfechos.
-¿Se pueden "fabricar" los estados de ánimo?
-Sí, no así las emociones, que nos sobrevienen. Los estados de ánimo son emociones alojadas durante un largo tiempo. Lo que más puede influir sobre ellos son los pensamientos y la actitud corporal. A partir de nuestros movimientos corporales se puede cambiar de un estado de ánimo a otro.
-¿Nos olvidamos del placer?
-Mucho. Soy una grandísima defensora del placer. Es lo que equilibra la balanza de nuestra vida, por así decirlo. Estamos acostumbrados en nuestra sociedad a estar muy sometidos al esfuerzo. Hemos entendido que hacer las cosas bien es hacerlas con esfuerzo y damos de lado que no sólo es esfuerzo, tiene que haber placer, mucho disfrute en lo que hacemos, porque es la forma de conectar con todas estas áreas cerebrales sofisticadas. Tenemos que defender mucho el placer.
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