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“Mi pecado capital es la pereza, gracias a ella no tengo tiempo para nada”

Eduardo Cruz Acillona | Escritor

Eduardo Cruz, durante la entrevista. / DS
Andrés Cárdenas

03 de septiembre 2021 - 03:00

Eduardo Cruz Acillona nació en Miranda de Ebro, pero vive actualmente en Sevilla. Acaba de publicar el libro de microrrelatos ‘Beernes’. Trabaja en el mundo de la comunicación, escribe monólogos de humor y hasta letras para el concurso del Carnaval de Cádiz. Es socio fundador de la consultoría editorial ‘Tres pies al gato’ y ha publicado la novela ‘Cuñados anónimos’. Dice que la semana debería empezar por el viernes.

–-Tendrá que aclarar antes que nada el porqué de ese título tan raro de su último libro.

–No tiene nada de raro, lo llevo practicando más de doce años. Es la definición exacta de ese momento en que termina la semana laboral y uno se junta con sus compañeros a tomar unas cervezas y despotricar sobre los jefes. La cerveza de los viernes, que es lo que significa Beernes, debería institucionalizarse, lo mismo que el salario mínimo interprofesional y las fiestas de guardar.

–En la introducción sostiene la curiosa teoría de que la semana debería comenzar el viernes, no el lunes, seguir el jueves, el miércoles, y así hasta finalizar el sábado…

–Sí, creo firmemente que la disfrutaríamos mucho más y no tendríamos que sufrir la depresión de los domingos por la tarde. Ahora que está planteándose la semana laboral de cuatro días, cero que es buen momento para introducir en el debate mi teoría.

–En sus microrrelatos se cuelan muchas escenas cotidianas. ¿Practica la autoficción?

–De ninguna manera. Estoy en contra de la autoficción, que no es otra cosa que mentir descaradamente sobre uno mismo. Me gusta más la autobiografía inventada, que es, como diría la poeta Louise Glück, una venganza contra las circunstancias. Es decir, si la vida te pone por delante unas condiciones o un guion establecido, la literatura te permite modificarlo a tu gusto.

–¿Su vida es un microrrelato o da para una novela?

–Va por días, desde el microrrelato hasta la página de sucesos de un periódico local, pasando por una sección del BOJA o un relato de Valeria Correa Fiz de su libro La condición animal. En todo caso, si fuera una novela, se titularía Autobiografía no autorizada, al sabiniano modo de “Lo niego todo, incluso la verdad”.

–He leído su libro y habla en varias ocasiones de un vecino cleptómano. ¿Tiene usted un vecino que le roba los libros de su buzón?

–¿Y quién no lo tiene? Lástima que le dé por los libros y no por las facturas del banco, las notificaciones de la Agencia Tributaria o los folletos con ofertas del supermercado… Me queda el consuelo de que, al menos, se los lee y contribuyo a tener un vecindario más culto e ilustrado.

–Una de las dedicatorias del libro es para las cervezas Cruzcampo, Alhambra y Victoria. ¿Son sus preferidas?

–También incluyo a La Salve, cerveza artesana de Bilbao. Y sí, si no mis favoritas, sí las que suelo consumir. Siempre con moderación, queridos niños, y no necesariamente por ese orden.

–¿Cuál de los pecados capitales comete usted más?

–Todos me tientan bastante, como a cualquiera con un mínimo de inquietudes sociales. Pero el de la pereza es mi preferido. Gracias a ella, no tengo tiempo libre para nada. Y me permite dedicarme a lo que más me gusta: filosofar. Es decir, ponerme a divagar en el filo del sofá.

–Nació usted en Miranda de Ebro y ha vivido largas temporadas en Bilbao, Madrid y ahora vive en Sevilla. Y pasa el verano en La Herradura. ¿No le da vértigo tanto cambio?

–La primera vez que escuché aquello de “Ancha es Castilla”, me entraron ganas de comprobarlo. Le puse tanto empeño que me salí. Y acabé en Andalucía, un lugar mucho más ancho, con más contrastes y más que suficiente para colmar todas las exigencias que requiere la felicidad plena.

–Escribe usted monólogos de humor y hasta es letrista de romanceros del Carnaval de Cádiz. ¿Se imagina una vida sin risas?

–No hace falta echarle imaginación, basta con ver un día los informativos en televisión. Es una vida que no quiero para mí. Ya lo dijo Charles Chaplin: “El día que no sueltes una carcajada es un día perdido”. Y con la que está cayendo, yo añado que “no hay mejor defensa que un buen humor”.

–Colabora usted en la revista digital sevillista La Colina de Nervión ¿Saben sus seguidores que usted es del Athletic de Bilbao?

–Sí, lo saben. Lo he contado en más de un artículo. Por honestidad y porque me apetecía presumir de que un familiar mío era el proveedor de las redes de las porterías de San Mamés y de Lezama. También saben que nací en Miranda y que estaba presente en las gradas de Anduva cuando el año pasado el Mirandés eliminó al Sevilla Fútbol Club en octavos de la Copa del Rey. Rodeado de mi gente y con dos amigos sevillistas, por cierto.

–¿Tiene usted referentes literarios o es de los que se lo monta solo?

–“Yo no tengo ideología, tengo biblioteca”, dice Pérez Reverte cuando le tildan de facha o de rojo, según el día y el abajofirmante de turno. Mis referentes literarios son, conscientemente o no, todos los autores que pueblan mis estanterías.

–Usted es experto en comunicación. ¿Ahora nos comunicamos mejor?

–Por culpa de las nuevas tecnologías y de las redes sociales, ahora nos comunicamos más y peor. Antes, escribir una carta era un ritual. Ahora, no pareces moderno si no escribes whatsapps de manera compulsiva y, preferentemente, con clamorosas faltas de ortografía y de puntuación. En ese sentido, me encanta entrar a bares donde cuelga el cartel “No tenemos wifi, hablen entre ustedes”.

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