“La música nos ayuda a conocer nuestras emociones y a encauzarlas”

Joseph Thapa | Educador musical

Joseph Thapa, en la sede de la Fundación Baremboin-Said.
Joseph Thapa, en la sede de la Fundación Barenboim-Said. / Carmen Castellano

Joseph Thapa, romano de nacimiento y sevillano de adopción, empezó a trabajar en la Fundación Barenboim-Said en 2005, al año de ver la luz la institución. Desde entonces pone en marcha proyectos de educación musical, como hace la fundación en Palestina y Berlín. La idea, poder potenciar e impulsar la educación musical directamente en los colegios públicos. El primer año empezaron con cinco colegios, y 18 años después, casi 2.000 niños de 22 centros de Sevilla, Málaga y Córdoba disfrutan de estos proyectos que tan bien suenan.

–¿Qué le sugiere este recorrido de 18 años en la fundación?

–Si pienso que los niños que empezaron con nosotros tienen ahora 21, 22, 23 años… Algunos profesores se han encontrado a ex alumnos y es muy bonito, pero nuestro objetivo no es formar músicos, sino hacer que la música sea un elemento constante y acompañe a los niños durante toda su vida. La profesionalidad no es un fin. Se trata de entender que la música es un elemento central en el desarrollo de los niños. La música es un lenguaje, una forma de vivir y de entender muchas cosas. A nivel emocional, a nivel cognitivo…

–¿Cómo es ese día a día con los colegios?

–Como trabajamos con niños de 3 a 5 años, es mejor darles pequeñas sesiones todos los días que una o dos sesiones más largas cada semana. Tenemos especialistas en música, profesores nuestros a los que nosotros también formamos para reforzar, reciclar y escuchar cosas nuevas que salen a nivel andaluz y español.

–La emoción es fundamental en esas edades tan tempranas.

–La música es una potentísima herramienta que llega a lo más profundo de nosotros a nivel emocional, lo dice la psicóloga española Josefa Lacárcel y estoy convencido. Es una reguladora emocional. Ayuda a conocer las emociones que uno tiene y cómo poderlas encauzar, dirigir o tener una visión de qué pasa dentro de uno y cómo poder gestionarlo.

–Y las relaciones sociales...

–Daniel Barenboim incide en el aspecto social de la música, te permite relacionarte con los demás. Dice que el hecho de tocar en una orquesta te enseña a convivir en una sociedad, porque la orquesta es una especie de microcosmos en una sociedad. Y no tiene por qué ser una orquesta, simplemente un grupo de alumnos que aprenden música. En el proyecto damos clases todos los días del curso infantil, de lunes a jueves, durante media hora, y es importantísimo que los niños lo hagan juntos, no separados.

Cursos infantiles

"La música es un elemento central en el desarrollo de los niños, a nivel emocional y también cognitivo”

–Al respecto, es admirable la labor que realizan ante el autismo.

–Hace unos días tuvimos un taller para niños con autismo en el Espacio Turina, coordinándonos con Autismo Sevilla, y el día siguiente un taller de formación en musicoterapia para docentes y padres interesados en este tema. Invitamos a Nuria Escudé, la directora del Máster de Musicoterapia de la Universidad de Barcelona, con la que colaboramos desde 2007 o 2008. Para nosotros era muy importante tener esta perspectiva de la musicoterapia, porque trabajando en muchos colegios, no sabemos si hay más situaciones de disfunción o bien se detectan más que antes. Los expertos no se ponen aún de acuerdo.

–Cuando pulsáis la tecla adecuada en ese niño, debe ser muy emotivo.

–Los padres nos dicen: “Estamos muy agradecidos, no sabemos cómo utilizar la música y nuestros hijo es muy sensible a ella”. Va desde el descubrimiento de un instrumento a una audición musical. Un par de compañeros músicos estuvieron en el taller. Un niño con autismo en una sala de concierto tiene libertad absoluta, si grita o llora no pasa nada. Intentamos calmarlo y reconectarlo con lo que hacemos a través de la música, como es un ambiente protegido no hay ningún problema. Una niña que estaba muy emocionada se quedó fuera del aula, no quería entrar, pero poco a poco se convenció.

–Ya es sorprendente que sean 22 los colegios que disfrutan ese programa.

–Cada día casi dos mil niños reciben clase. Tenemos especialistas en música que dan clase, que están supermotivados, y los profesionales de los colegios, que se implican al máximo.

–¿Y al entrar en Primaria?

–Muchos niños echan de menos esa música. Tenemos un proyecto precioso en el espacio Turina, en colaboración con el ICAS, que son talleres puntuales una vez al mes, abierto a niños desde los 3 a los 12 años, algunos talleres se abren incluso a los padres como acompañantes y lo agradecen mucho. Son sólo a 5 euros, la idea es que el precio no sea una barrera para participar. En algunos talleres teníamos dos pases y los tuvimos que ampliar a tres.

–Los niños son poco diplomáticos. Si algo no les gusta o divierte…

–Cuando están motivados lo pueden todo, deben pasárselo bien. Uno piensa que un violín es un instrumento muy, muy complicado. Los niños entran a clase y allí hay 20 violines, cada uno coge el suyo y empieza a tener ese contacto físico con el instrumento, la madera, las cuerdas, la sensación de lo físico. Durante 3, 4, 5 días, sin conocer las notas musicales ni una partitura, lo que nos interesa es que tenga esa primera sensación con el violín, la percusión, el piano, o con su propio cuerpo, pues hacen muchas cosas de rítmica y canto. También son unos jueces muy duros y si no lo haces bien, se dan la vuelta (risas).

–Esas clases en barrios más humildes deben ser especiales.

–Así es. Estamos en tres colegios del Polígono Sur, también en uno del barrio cordobés de Las Palmeras. Hay problemas familiares, de absentismo… para nosotros es fundamental estar presentes ahí. Todos los niños tienen derecho a poder disfrutar la música. Se ve mucho talento musical y no sólo de flamenco. Una especialista en rítmica estaba un día dando clase y un niño se levantó y le dijo “seño, te voy a enseñar yo”. Cogió un instrumento de percusión y la profesora dijo “qué le voy a enseñar de rítmica, si tiene el ritmo en la sangre…”.

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