“Mónica Naranjo ha sido muy antisistema”
Juan Sanguino | Escritor
Experto en cultura popular, Juan Sanguino (Madrid, 1984) colabora con medios como El País, Vanity Fair, Jenesaispop y en Cuerpos especiales de Europa FM. Ha publicado los ensayos Generación Titanic y Cómo hemos cambiado y la biografía ilustrada Britney: One more time. Prepara la segunda edición de Apriétame más fuerte. El año que Mónica Naranjo desató a un millón de chonis, maricas y marujas (Ed. Lengua de Trapo), obra en la que la influencia en España del segundo disco de la cantante y compositora es objeto de un exhaustivo y ameno análisis sociocultural.
–En el libro Apriétame más fuerte analiza el impacto del álbum Palabra de mujer en España. ¿Cómo le interpeló a usted ese disco de 1997?
–A mí me gustaba la música española de la época, pero no me emocionaba tanto como todo lo extranjero, lo artificial. El artificio es una evasión de la realidad y Mónica Naranjo es una traslación, que no traducción, de los preceptos de la diva pop como Whitney, Mariah, que me encantaban. Sonaba como una gran diva de América, como el eurodance, pero también a las folclóricas. Yo reconocía ese arrebato tremendista, fatalista y melodramático de temas como Desátame.
–Canciones que hablaban a públicos muy concretos.
–El público de un artista no es lo mismo que el público de un artista. La escuchaba todo el mundo, la España de los cuartos oscuros y la de El Corte Inglés se encontraron en ese fenómeno. Pero el público que caracteriza a Mónica Naranjo es el de los márgenes, el colectivo LGTBI, la clase baja, obrera y los polígonos y las amas de casa. Lo que la conecta con estos tres colectivos es esencialmente su sonido, la forma de cantar, las inflexiones tan estridentes. Los desinhibe cuando están solos en su casa. Lo que hace con la voz es lo que fuera de esas cuatro paredes el mundo les reprime: no grites, no llames la atención.
–Millonario en ventas, ese segundo trabajo fue despreciado por los críticos. ¿Pensarían lo mismo ahora?
–No puede descontextualizarse pero si Palabra de mujer saliese hoy, el prejuicio y el clasismo serían parecidos. También nos chocaría una mujer que gritaba como ella, más aún cuando el tipo de voz que se lleva ahora es más plana, las baladas son más intimistas. También el público a favor sería mucho más arrebatado, lo compartiría en redes sociales, sería un superfenómeno. Preparando este libro me he encontrado con muchos elitismos sobre la buena y la mala música.
–Mónica Naranjo hablaba en las entrevistas de la violencia de género, los gais o los tejemanejes de las discográficas. ¿Sabía que era adelantada a su tiempo?
–Sabía que su discurso era rompedor porque nadie hablaba de eso. En la industria musical en España no ha habido un Me Too, hay poca gente con el poder suficiente como para plantarle cara al sistema y que no le repercuta. Era una adelantada a su tiempo pero no necesariamente lo sabía cuando lo hacía. Me he encontrado con gente que me decía que era por publicidad. No tenía necesidad, se le podía haber vuelto en contra. Estoy seguro de que muchos sentían rechazo no solo por su propuesta artística, sino porque se juntaba con maricones. España era así y seguro que perdió público. Los maricones han adorado a divas toda la vida que no han dicho ni media palabra defendiéndoles. Mónica siempre ha sido muy antisistema, muy suya.
–”No soy feminista, nunca he caído en radicalismos”. ¿Hoy estaría cancelada?
–Está por encima de la cancelación porque ha entrado en un estatus como figura pública que tiene un legado suficiente como para que cualquier salida de tono se considerase una excentricidad y ya está. Es indudablemente feminista porque sacaba temas escabrosos en programas en los que no pegaban nada. En los 90 se consideraba que el feminismo era odio a los hombres. Entonces ella tenía que justificarse, aclarar que creía en la igualdad, no en la superioridad de la mujer. También decía que los gais eran personas muy sensibles, artistas, en consonancia con esta cosa de construir la figura del marica amable. Su discurso era muy necesario y positivo. En el 97 aún moría muchísima gente por el sida y se construyó esa idea de la marica siniestra, reforzada por el Caso Arny.
–Decía también que “me fui de España con 19 años cuando vi que cuatro elementos iban a destrozar el sueño de toda una vida”.
–Podía haber salido como una artista pop más sencillita, una baladista, una Malú, pero no lo hizo. Era una mujer muy segura de sí misma, sabía el talento que tenía. Se rodeó de artistas que le montaron una imagen muy rompedora. Cuando la discográfica le firmó el primer disco esperaba poder domarla, pero se encontraron con un equipo que dijo que el producto era ese. Entonces la compañía no quiso invertir dinero. Cuando vuelve de México a España los ejecutivos de Sony no habían cambiado. Ella tenía la oportunidad de demostrarles que se habían equivocado y ponerles la pelota en su tejado. Le dio mucha satisfacción pero estaba absolutamente traumatizada todavía. Vivía con miedo a que le volviera a pasar lo mismo. Ella en México era un superestrella.
–Charló usted con el compositor José Manuel Navarro. Da la impresión de que voces cercanas a la artista critican que su trabajo no fuese valorado.
–Entiendo que los que participaron en aquel proyecto quieran reivindicar su trabajo porque hoy somos más conscientes de todo lo que hay detrás de un artista. Pero Mónica era particularmente transparente a la hora de mencionarlos con nombres y apellidos. Lo que ocurre con la mayoría de los que estuvieron involucrados en Palabra de mujer es que no han vuelto a alcanzar un hito sociocultural de ese calibre y eso supongo que frustra. José Manuel no guarda ningún rencor a Mónica, le tiene mucho cariño. Lo que no iba a hacer era mentirme y si había cosas que él consideraba que no se habían hecho bien, las contaba. Hay gente que habla en este libro desde los recuerdos centrados en el rencor y están muy distorsionados. El libro no podía ofrecer una resolución definitiva a lo que ocurrió porque los recuerdos siempre están filtrados, crean monstruos.
–¿Ha humanizado la televisión a la diva?
–Sí y ella lo ha buscado. Con sus apariciones televisivas intentaba sentirse más cercana con el público, más humana. Ella siempre ha dicho que en sus primeros diez años de carrera estaba con el piloto automático. Cuando se relaja y se descubre a sí misma, vuelve a la palestra no tanto como cantante sino como figura televisiva.
–Mónica no participa en el libro. Si contara su propia historia, ¿sería diferente a la que usted propone?
–Seguro que sí. Supongo que querrá aclarar algunas cosas que para ella son importantes. O quizá no porque entrar al trapo, bajar al barro puede ser contraproducente, o puede que no le apetezca. Imagino que tarde o temprano escribirá sus memorias porque es ese tipo de artista y ha tenido una vida que merece la pena contarse. Le gusta hablar de la vida, filosofar, pero no mirar al pasado y eso es lo que mucha gente querría leer.
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